Comentario Bíblico Adventista Levítico 12
Comentario Bíblico Adventista
Levítico Capítulo 12
1.
Habló Jehová.
El capítulo anterior versó sobre la contaminación ocasionada por el contacto con diversos animales "inmundos". Los caps. 12 al 15 tratan de la contaminación personal, tanto física como ceremonial, en la cual no esté implicada una transgresión moral. En este capítulo no aparece Aarón. En cambio, figura en los caps. 11 y 13.
2.
Varón.
Este era el deseo de toda mujer
israelita, porque el Mesías había de ser de la "simiente" de la " "mujer" (Gén.
3: 15).
Los días de su menstruación.
La ley sobre esto aparece
en el cap. 15: 19-33.
3.
Se circuncidará.
Esto se hacía en reconocimiento de la relación del pacto, y
simbólicamente hacía que el niño fuese incorporado al pacto. Este rito fue
practicado por primera vez en el caso de Isaac (Gén. 17: 10, 11; 21: 4), el hijo
de la promesa (Gál. 4: 23), como señal del cumplimiento de la promesa del pacto
que implicaba su nacimiento.
4.
Su sangre.
Los primeros seis días después del parto eran críticos para la madre y a
menudo se producía considerable pérdida de sangre. Se suponía que después de una
semana la crisis habría pasado. Durante otros 33 días la madre no debía llegar
hasta el santuario ni participar de ninguna ceremonia religiosa. No debía
asistir a ninguna reunión pública. Era la madre y no la criatura, la que era
considerada inmunda.
5.
Hija.
No se da la razón por la que el
período de purificación luego del nacimiento de una niña debía ser mucho más
largo que en el caso de un niño varón.
6.
Holocausto.
No debía ofrecerlo ella misma. Sólo lo
llevaba al tabernáculo y se lo entregaba al sacerdote, quien lo ofrecía por
ella. También debía presentar una ofrenda por el pecado, que el sacerdote
ofrecía por ella.
Este procedimiento difería del seguido comúnmente en
tiempos anteriores, según el cual el oferente debía degollar la víctima. Había
también otra diferencia. Cuando se traía una ofrenda por el pecado y un
holocausto, siempre se presentaba primero la ofrenda por el pecado, la que era
seguida por el holocausto. En este caso, el holocausto era ofrecido primero.
Además, la ofrenda por el pecado era siempre la más destacada y costosa. Aquí
ocurre lo contrario. El holocausto, un cordero, se ofrecía primero; luego venía
la ofrenda por el pecado, una tórtola o un palomino, la menor de todas las
ofrendas posibles.
Todo lo que el hombre hace lleva las huellas del
pecado. Por esto fueron prescritas ofrendas por el pecado en muchos casos en
que, al falto de instrucción, le parecería innecesario hacerlo. Especialmente se
ve esto en las ofrendas por el pecado en ocasión de la dedicación del santuario
y de la inauguración del sacerdocio. Esta ceremonia servía para inculcar
profundamente en el pueblo el sentido de la pecaminosidad del pecado. En ocasión
de un nacimiento parece haber existido un intento deliberado de restarle énfasis
al pecado, y la ofrenda exigida no era más que un sacrificio simbólico. No había
confesión, ni imposición de manos.
7.
Será
limpia.
En la antigüedad, la situación de la mujer no era muy feliz.
Ella realizaba buena parte del trabajo duro que hoy se consideraría trabajo de
hombres. Esto ocurre aún hoy en algunos países, donde el trabajo, tanto en la
casa como en los campos, es realizado mayormente por mujeres. La mujer no
recibía gran consideración por haber dado a luz un bebé; en verdad la regla era
que la mujer fuera objeto de prácticas crueles e inhumanas. En tales
condiciones, Dios dispuso que las madres de Israel disfrutaran de un período de
relativo descanso y aislamiento que duraba varias semanas. Durante este tiempo
debían gozar de descanso y de tranquilidad para recuperar las fuerzas.
Las reglas en cuanto al nacimiento de un bebé que aparecen en este
capítulo muestran el tierno cuidado de Dios para con las madres. Las mujeres
tienen un lugar honroso en el plan de Dios, y esto es justo. Muchas de ellas han
llegado a ser dirigentes, y algunas, profetisas. A través de las difíciles
vicisitudes de la vida, tienen el cuidado protector de Dios, y se les invita a
acercarse a él con sus perplejidades (ver DTG 473). Reciban las mujeres la honra
que se merecen.
CBA Levítico
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