Comentario Bíblico Adventista Génesis 1, Génesis 1 Comentario Bíblico Adventista, Génesis 1 Comentario Bíblico, Génesis 1 CBA, CBA Génesis 1
Comentario Bíblico Adventista
Génesis Capítulo 1
1.
En el principio.
Estas palabras nos recuerdan que todo lo humano tiene un principio. Sólo Aquel que está entronizado como el soberano Señor del tiempo no tiene principio ni fin. De modo que las palabras con que comienzan las Escrituras trazan un decidido contraste entre todo lo que es humano, temporal y finito, y lo que es divino, eterno e infinito. Al hacernos recordar nuestras limitaciones humanas, esas palabras nos señalan a Aquel que es siempre el mismo, y cuyos años no tienen fin (Heb. 1: 10-12; Sal. 90: 2, 10). Nuestra mente finita no puede pensar en "el principio" sin pensar en Dios, pues él "es el principio" (Col. 1: 18; cf. Juan 1: 1-3). La sabiduría y todos los otros bienes tienen su principio con él (Sal. 111: 10; Sant. 1: 17). Y si alguna vez hemos de asemejarnos de nuevo a nuestro Hacedor, nuestra vida y todos nuestros planes deben tener un nuevo principio en él (Gén. 1: 26, 27; cf. Juan 3: 5; 1 Juan 3: 1-3). Tenemos el privilegio de disfrutar de la confiada certeza de que "el que comenzó" en nosotros " "la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo" " (Fil. 1: 6). El es "el autor y consumador de la fe" (Heb. 12: 2). Nunca olvidemos el hecho sublime implícito en estas palabras: "En el principio... Dios".
Este primer versículo de las Sagradas Escrituras hace resaltar decididamente
una de las seculares controversias entre los cristianos que creen en la
Biblia, por un lado, y los escépticos ateos y materialistas de diversos
matices por el otro. Estos últimos, que procuran en diferentes formas y en
diversos grados explicar el universo sin Dios, sostienen que la energía es
eterna. Si esto fuera verdad y si la materia tuviera el poder de evolucionar,
primero de las formas más simples de la vida, yendo después a las más
complejas hasta llegar al hombre, ciertamente Dios sería innecesario.
Génesis 1: 1 afirma que Dios es antes de todo lo que existe y que
es, en forma excluyente, la única causa de todo lo demás. Este versículo es el
fundamento de todo pensar correcto en cuanto al mundo material. Aquí resalta
la impresionante verdad de que, "al formar el mundo, Dios no se valió de
materia preexistente" (3JT 258).
El panteísmo, la antigua herejía
que despoja a Dios de personalidad al diluirlo por todo el universo,
haciéndolo así sinónimo de la totalidad de la creación, también queda expuesto
y refutado en Gén. 1: 1. No hay base para la doctrina del panteísmo cuando uno
cree que Dios vivió sereno y supremo antes de que hubiera una creación y, por
lo tanto, está por encima y aparte de lo que ha creado.
Ninguna
declaración podría ser más apropiada como introducción de las Sagradas
Escrituras. Al principio el lector conoce a un Ser omnipotente, que posee
personalidad, voluntad y propósito, existiendo antes que todo lo demás y que,
por lo tanto sin depender de nadie más, ejerció su voluntad divina y "creó los
cielos y la tierra".
No debiera permitirse que ningún análisis de
cuestiones secundarias concernientes al misterio de una creación divina, ya
sea en cuanto al tiempo o al método, oscureciera el hecho de que la verdadera
línea divisoria entre una creencia verdadera y una falsa acerca del tema de
Dios y el origen de nuestra tierra consiste en la aceptación o el rechazo de
la verdad que hace resaltar este versículo.
Aquí mismo debiera
expresarse una palabra de precaución. Durante largos siglos los teólogos han
especulado con la palabra "principio", esperando descubrir más de los caminos
misteriosos de Dios de lo que la sabiduría infinita ha visto conveniente
revelar. Por ejemplo, véase en la nota adicional al final de este capítulo lo
expuesto en cuanto a la teoría de la creación basada en un falso cataclismo y
restauración. Pero es ociosa toda especulación. No sabemos nada del método de
la creación más allá de la sucinta declaración mosaica: "Dijo Dios", "y fue
así", que es la misteriosa y majestuosa nota dominante en el himno de la
creación. Establecer como la base de nuestro razonamiento que Dios tiene que
haber hecho así y asá al crear el mundo, pues de lo contrario las leyes de la
naturaleza hubieran sido violadas, es oscurecer el consejo con palabras y dar
ayuda y sostén a los escépticos que siempre han insistido en que todo el
registro mosaico es increíble porque, según se pretende, viola las leyes de la
naturaleza. ¿Por qué deberíamos ser más sabios que lo que está escrito?
Muy en especial, nada se gana con especular acerca de cuándo fue
creada la materia que constituye nuestro planeta. Respecto al factor temporal
de la creación de nuestra tierra y todo lo que depende de esto, el Génesis
hace dos declaraciones: (1) "En el principio creó Dios los cielos y la tierra"
(vers. 1). (2) "Acabó Dios en el día séptimo la obra que hizo" (cap. 2: 2).
Los pasajes afines no añaden nada a lo que se presenta en estos dos textos en
cuanto al tiempo implicado en la creación. A la pregunta: ¿Cuándo creó Dios
"los cielos y la tierra"? y a la pregunta: ¿Cuándo completó Dios su obra?, tan
sólo podemos contestar: "Acabó Dios en el día séptimo la obra" (cap. 2: 2), "
"porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las
cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día" " (Exo. 20: 11).
Estas observaciones acerca del relato de la creación no se hacen
con el propósito de cerrar el debate, sino como una confesión de que no
estamos preparados para hablar con certeza si vamos más allá de lo que está
claramente revelado. El mismo hecho de que tanto dependa del relato de la
creación, aun el edificio completo de las Escrituras, impulsa al piadoso y
prudente estudiante de la Biblia a restringir sus declaraciones a las palabras
explícitas de las Sagradas Escrituras. Ciertamente, cuando el amplio campo de
la especulación lo tienta a perderse en divagaciones en áreas no diagramadas
de tiempo y espacio, no puede hacer nada mejor que enfrentar la tentación con
la sencilla réplica: "Escrito está". Siempre hay seguridad dentro de los
límites protectores de las comillas bíblicas.
Creó Dios.
El verbo "crear" viene del hebreo bara' , que en la forma en que
se usa aquí describe una actividad de Dios, nunca de los hombres, Dios crea
"el viento" (Amós 4: 13), "un corazón limpio" (Sal. 51: 10) y "nuevos cielos y
nueva tierra" (Isa. 65: 17). Las palabras hebreas que traducimos "hacer",
'asah , "formar", yatsar y otras, frecuentemente (pero no en forma exclusiva)
se usan en relación con la actividad humana, porque presuponen materia
preexistente. Estas tres palabras se usan para describir la creación del
hombre. Las mismísimas primeras palabras de la Biblia establecen que la
creación lleva la marca de la actividad propia de Dios. El pasaje inicial de
las Sagradas Escrituras familiariza al lector con un Dios a quien deben su
misma existencia todas las cosas animadas e inanimadas (Heb. 11: 3). La
"tierra" aquí mencionada evidentemente no es el terreno seco que no fue
separado de las aguas hasta el tercer día, sino todo nuestro planeta.
2.
Desordenada y vacía.
Más
exactamente "desolada y vacía", tóhu wabóhu . Esto implica un estado de
desolación y vacuidad, pero sin implicar que la tierra una vez fue perfecta y
después quedó arruinada o desolada.
Cuando aparecen juntas las
palabras tóhu wabóhu en otros pasajes, tales como Isa. 34: 11; Jer. 4: 23,
parecen ser prestadas de este texto, pero la palabra tóhu se emplea con
frecuencia sola como sinónimo de inexistencia o la nada (Isa. 40: 17, 23; 49:
4). Job 26: 7 muestra el significado correcto de esta palabra. La segunda
parte de este versículo declara que Dios "cuelga la tierra sobre nada" y la
primera mitad presenta el paralelo "él extiende el norte sobre tóhu [vacío]".
Este texto de Job muestra claramente el significado de tóhu en Gén. 1: 2, en
el cual este vocablo y su sinónimo bóhu indican que la tierra estaba informe y
sin vida. Sus elementos estaban todos mezclados, sin ninguna organización e
inanimados.
Tinieblas estaban sobre la faz del abismo.
El "abismo", de una raíz que significa "rugir", "bramar", se
aplica con frecuencia a las aguas bramadoras, a las olas rugientes, o a una
inundación y de ahí las profundidades del mar (Sal. 42: 7; Exo. 15: 5; Deut.
8: 7; Job 28: 14; 38: 16). "Abismo" es una palabra antigua y se usa aquí como
sustantivo propio. Los babilonios, quienes retuvieron algunas vagas
reminiscencias del relato de la verdadera creación durante muchos siglos, en
realidad personificaron esta palabra tehom y la aplicaron a su deidad
mitológico, Tiamat , de cuyo cadáver creían que se creó la tierra. El registro
bíblico muestra que originalmente no había luz sobre la tierra y que la
materia de la superficie estaba en un estado fluido porque "la faz del abismo"
es paralela con "la faz de las aguas" en este versículo.
El
Espíritu de Dios se movía.
"Espíritu", rúaj . En armonía con la
forma en que se usa en las Escrituras, el Espíritu de Dios es el Espíritu
Santo, la tercera persona de la Deidad. Partiendo de aquí y a través de todas
las Escrituras, el Espíritu de Dios ejerce el papel del agente divino de Dios
en todos los actos creadores; ya sea de la tierra, de la naturaleza, de la
iglesia, de la nueva vida o del hombre nuevo. Véase el comentario del vers. 26
para una explicación de la relación de Cristo con la creación.
La
palabra aquí traducida "movía" es merajéfeth , que no puede traducirse
correctamente "empollaba", aunque tiene este significado en siriaco, un
dialecto arameo postbíblico. La palabra aparece sólo dos veces en otras partes
del AT. En Jer. 23: 9, donde tiene el significado de "temblar" o "sacudir", al
paso que en Deut. 32: 11 se usa para describir el revolotear del águila sobre
sus crías. El águila no está empollando sobre sus hijuelos vivientes, sino que
se cierne vigilante para protegerlos.
La obra del Espíritu de Dios
debía tener alguna relación con la actividad que estaba por iniciarse luego, y
una actividad que hiciera salir orden del caos. El Espíritu de Dios ya estaba
presente, listo para actuar tan pronto como se diera la orden. El Espíritu
Santo siempre ha estado haciendo precisamente esa obra. Este Agente divino
siempre ha estado presente para ayudar en la obra de la creación y de la
redención, para reprochar y fortalecer a las almas descarriadas, para consolar
a los dolientes y para presentar a Dios las oraciones de los creyentes en una
forma aceptable.
3.
Y dijo Dios.
El registro de cada uno de los seis días de la creación comienza
con este anuncio. "El dijo, y fue hecho; él mandó, y existió" (Sal. 33: 9),
declara el salmista, y el apóstol dice que entendemos mediante la fe " "haber
sido constituido el universo por la palabra de Dios" " (Heb. 11: 3). La frase
"dijo Dios" ha molestado a algunos como que hiciera a Dios demasiado semejante
a un ser humano. Pero ¿cómo podría haber transmitido el autor inspirado a
mentes finitas el acto de la creación llevado a cabo por el Dios infinito a
menos que usara términos que puede entender el hombre mortal? El hecho de que
las declaraciones de Dios están relacionadas repetidas veces con actividades
realizadas por Dios (vers. 7, 16, 21, 27) indica convincentemente que se está
expresando con lenguaje humano una revelación del poder creador de Dios.
Sea la luz.
Sin luz no podía haber vida. Era esencial
que hubiera luz cuando el Creador comenzó la obra de sacar orden del caos y
dar comienzo a diversas formas de vida vegetal y animal en la tierra. La luz
es una forma visible de energía que, mediante su acción sobre las plantas,
transforma los elementos y compuestos inorgánicos en alimento tanto para el
hombre como para los animales y rige muchos otros procesos naturales
necesarios para la vida.
Siempre ha sido la luz un símbolo de la
presencia divina. Así como la luz fisica es esencial para la vida física, así
la luz divina es necesaria si los seres racionales han de tener vida moral y
espiritual. "Dios es luz" (1 Juan 1: 5), y para aquellos en cuyo corazón se
está llevando a cabo aprisa la obra de volver a crear la semejanza divina, él
viene otra vez hoy día ordenando que huyan las sombras de pecado,
incertidumbre y desánimo al decir: "Sea la luz".
4.
Vio Dios.
Esta expresión repetida seis veces (vers.
10, 12, 18, 21, 25, 31) presenta en lenguaje humano una actividad de Dios: la
valoración de cada acto particular de la creación como completamente adecuado
al plan y a la voluntad de su Hacedor. Así como nosotros, al contemplar y
examinar los productos de nuestros esfuerzos, estamos preparados para declarar
que concuerdan con nuestros planes y propósitos, así también Dios declara
-después de cada acto creador- que los productos divinos concuerdan
completamente con su plan.
Separó Dios la luz de las tinieblas.
Al principio sólo había tinieblas en esta tierra amorfa. Con la
entrada de la luz se realizó un cambio. Ahora existen tinieblas y luz, lado a
lado, pero separadas entre sí.
5.
Llamó
Dios a la luz Día.
Se dan nombres a la luz y a las tinieblas. Dar
un nombre siempre fue un acto importante en la antigüedad. Los nombres tenían
su significado y eran escogidos cuidadosamente. Posteriormente Dios ordenó a
Adán que diera nombres a los animales. El Eterno a veces cambió los nombres de
sus siervos para hacerlos concordar con la experiencia o el carácter de su
vida. Instruyó a los padres terrenales de su Hijo acerca del nombre que debían
dar al Salvador. Durante la semana de la creación, encontramos que Dios dio
nombres aun a los productos sin vida de su poder creador.
Fue la
tarde y la mañana un día.
Literalmente "tarde fue, mañana fue, día
uno". Así termina la descripción somera del primer día trascendental de la
semana de la creación de Dios. Se han dado muchas y diversas explicaciones de
esta declaración que indica manifiestamente la duración de cada una de las
siete partes de la semana de la creación y se repite cinco veces más en este
capítulo (vers. 8, 13, 19, 23, 31). Algunos han pensado que cada acto creador
duró una noche, desde que se hizo noche hasta la mañana; y otros que cada día
comenzó con la mañana, aunque el Registro inspirado declara evidentemente que
la tarde antecedió a la mañana.
Muchos eruditos han entendido que
esta expresión significa un largo período indefinido de tiempo, creyendo que
algunas de las actividades divinas de los días siguientes, como por ejemplo la
creación de las plantas y de los animales, no podría haberse realizado dentro
de un día literal. Piensan hallar justificación para su interpretación en las
palabras de Pedro: "Para con el Señor un día es como mil años" (2 Ped. 3: 8).
Es obvio que este versículo no se puede usar para declarar la duración de los
días de la creación, cuando uno lee el resto del pasaje: "Y mil años como un
día". El contexto de las palabras de Pedro aclara que lo que él quiere hacer
resaltar es la eternidad de Dios. El Creador puede hacer en un día la obra de
mil años, y un período de mil años -un largo tiempo para los que esperan que
se cumplan los juicios de Dios puede ser considerado por él como sólo un día.
Sal. 90: 4 expresa el mismo pensamiento.
La declaración literal
"tarde fue [con las horas siguientes de la noche], y mañana fue [con las horas
sucesivas del día], día uno" es claramente la descripción de un día
astronómico, esto es, un día de 24 horas de duración. Es el equivalente de la
palabra hebrea compuesta posterior "tardes y mañanas" de Dan. 8: 14, que en la
versión Valera de 1909 aparecen como días , significando aquí días proféticos
y como la palabra griega de Pablo nujthémeron , traducida como "una noche y un
día" (2 Cor. 11: 25). Así los hebreos, que nunca dudaron del significado de
esta expresión, comenzaban el día con la puesta del sol y lo terminaban con la
siguiente puesta del sol (Lev. 23: 32; Deut. 16: 6). Además el lenguaje del
cuarto mandamiento no deja una sombra de duda de que la tarde y la mañana del
registro de la creación son las secciones componentes de un día terreno. Este
mandamiento, refiriéndose con palabras inconfundibles a la obra de la
creación, declara: " "Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra,
el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día" "
(Exo. 20: 11).
La tenacidad con que tantos comentadores se aferran
a la idea de que los días de la creación fueron largos períodos de tiempo -aun
miles de años- encuentra principalmente su explicación en el hecho de que
ellos tratan de hacer concordar el registro inspirado de la creación con la
teoría de la evolución. Geólogos y biólogos han enseñado a los hombres a creer
que la historia remota de esta tierra abarca millones de años en los cuales
fueron tomando forma lentamente las formaciones geológicas y fueron
evolucionando las especies vivientes. La Biblia contradice esta teoría de la
evolución en sus páginas sagradas. La creencia en una creación divina e
instantánea, como resultado de las palabras pronunciadas por Dios, está en
completa oposición con la teoría sostenida por la mayoría de los científicos y
muchos teólogos de hoy día, de que el mundo y todo lo que está en él llegó a
existir mediante un lento proceso de evolución que duró incontables siglos.
Otra razón por la cual muchos comentadores declaran que los días
de la creación fueron largos períodos de tiempo es que rechazan el día de
reposo del séptimo día. Un famoso comentario expresa así este pensamiento: "La
duración del séptimo día necesariamente determina la duración de los otros
seis... El descanso sabático de Dios es entendido por los mejores intérpretes
de las Escrituras como que continuó desde la terminación de la creación hasta
la hora presente, de modo que esta lógica demanda que los seis días previos
sean considerados no de corta duración, sino indefinida" ( Pulpit ). Este
razonamiento se mueve en un círculo vicioso. Debido a que el descanso del
séptimo día, tan claramente definido en las Sagradas Escrituras como un día de
descanso que se repite semanalmente, es rechazado como tal, se declara que el
séptimo día de la semana de la creación ha durado hasta el presente. Partiendo
de esta explicación que no es bíblica, también se expande la duración de los
otros días de la creación. Una sana interpretación escriturística no concuerda
con esta clase de razonamiento, sino que insiste en dar un significado literal
al texto, siguiendo el ejemplo del divino Expositor de la Palabra que rechazó
cada ataque del adversario declarando: "Escrito está" (Mat. 4: 4, 7, 10).
Las Escrituras hablan clara y palmariamente de siete días de
creación (Exo. 20: 11) y no de períodos de duración indefinida. Por lo tanto,
estamos compelidos a declarar enfáticamente que el primer día de la creación,
indicado por la expresión hebrea: "tarde fue, mañana fue, día uno", fue un día
de 24 horas.
6.
Expansión.
O
"firmamento". La obra del segundo día de la creación consistió en la creación
del firmamento. La gran masa de "aguas" primitivas fue dividida en dos cuerpos
separados. "Las aguas que estaban sobre la expansión" (vers. 7) son
consideradas generalmente por los comentadores como el vapor de agua. Las
condiciones climáticas de la tierra, originalmente perfecta, eran diferentes
de las que existen hoy.
Exploraciones llevadas a cabo en las zonas
hiperbóreas prueban que exuberantes selvas tropicales cubrieron una vez esas
tierras que ahora están sepultadas bajo nieve y hielo eternos. Generalmente se
admite que prevalecían condiciones climáticas agradables durante esa remota
historia de la tierra. Se desconocían los extremos de frío y calor que hacen
ahora desagradable la vida en la mayoría de las regiones del mundo y
virtualmente imposible en algunas.
8.
Llamó Dios a la expansión Cielos.
El producto del
poder creador de Dios en el segundo día de la semana de la creación recibió un
nombre, así como lo había recibido la luz del primer día. En el hebreo, tanto
como en las traducciones modernas, la palabra "Cielos" es el nombre que se da
a la morada de Dios y también al firmamento. En este versículo "Cielos" se
refiere a los cielos atmosféricos que aparecen ante el ojo humano como un
palio, o cúpula, que cubre como una bóveda nuestra tierra.
Ninguna
vida es posible sin aire. Plantas y animales lo necesitan. Sin atmósfera,
nuestra tierra estaría muerta como la luna, tremendamente tórrida en aquella
parte expuesta al sol y extremadamente fría en las otras secciones. En ninguna
parte se hallaría ningún brote de vida vegetal y no podría existir ningún ser
vivo durante ningún tiempo. ¿Estamos agradecidos por esta atmósfera que
proviene de Dios?
9.
Júntense las aguas.
El tercer acto creador llevado a cabo durante la primera parte del
tercer día fue la separación de las aguas de la tierra seca. La pluma
inspirada del salmista describe este hecho en los siguientes términos
pintorescos y poéticos: " "Sobre los montes estaban las aguas. A tu reprensión
huyeron; al sonido de tu trueno se apresuraron; subieron los montes,
descendieron los valles, al lugar que tú les fundaste. Les pusiste término, el
cual no traspasarán" " (Sal. 104: 6-9). La reunión de las aguas en un lugar
sólo implica que de allí en adelante habrían de estar reunidas en un "lugar" y
retenidas por sí mismas dentro de los límites de ese lugar como para permitir
que quedara en relieve la superficie terrestre. Debe haber sido un espectáculo
grandioso para cualquier observador celestial ver subir las colinas del agua
que tan completamente había cubierto la faz de la tierra. Donde sólo había
estado el agua hasta donde pudiera ver el ojo, de pronto surgieron grandes
continentes y dieron a este planeta una apariencia completamente nueva.
10.
Vio Dios que era bueno.
Ahora la mirada de Dios descansó, con placer y satisfacción, en el
producto terminado del tercer día de creación. "Era bueno". Esa tierra seca
primitiva difícilmente nos hubiera parecido buena a nosotros. Era un mundo de
valles, colinas y llanuras sin verdor que surgieron de debajo de las aguas. En
ninguna parte había ni una brizna de hierba ni un liquen colgante. Sin
embargo, le pareció bueno a su Hacedor, que podía verlo en relación con los
usos para los cuales lo destinaba, y como un paso preparatorio adecuado para
las nuevas maravillas que iba a iniciar.
11.
Produzca la tierra.
Después de la separación de la
tierra seca del agua, otra orden divina fue en ese tercer día: la vegetación
fue llamada a la existencia. Algunos han considerado al primero de los tres
términos empleados en la orden divina como un término general para las
plantas, que incluye al segundo y al tercero. Sin embargo, es preferible
tomarlos como clases distintas.
Hierba.
Heb. déshe' ,
"ser verde", "crecer verde", "brotar". Esta palabra designa los brotes verdes
y las tiernas hierbas: las diversas clases de plantas que proporcionan
alimento para los animales. Probablemente aquí se usa "hierba" como un
sinónimo de la palabra "pasto", 'eseb , cuando esta última aparece sin la
expresión cualitativa "que da semilla" (ver vers. 30; Sal. 23: 2).
Hierba que dé semilla.
"Hierba", 'eseb , es el herbaje
más maduro en el cual la semilla es la característica más resaltante, que
proporciona una de las dos clases de alimentos designados por Dios para el
consumo de los seres humanos (vers. 29).
Árbol de fruto.
Se advierten aquí tres características de los árboles que dan
fruto: (1) el dar fruto, (2) el contener la semilla dentro del fruto y (3) dar
ese fruto "sobre" o encima de la tierra. Estos árboles habían de ser otra
fuente de alimento para el hombre (vers. 29).
12.
Produjo, pues, la tierra.
La
vegetación del tercer día surgió del suelo. Eso no significa que estuviera en
el suelo el poder de producir plantas con vida. La idea de la generación
espontánea es tan ajena a las Escrituras como lo es a la ciencia.
Según su género.
Esta expresión aparece diez veces en
el primer capítulo del Génesis y, en conjunto, 30 veces en los libros de
Moisés, especialmente en Gén. 1, 6 y 7; en Lev. 11 y en Deut. 14. La
referencia es a los géneros de animales y plantas, y no a su forma de
reproducirse. Sin embargo, es un hecho natural que los seres vivientes
produzcan descendientes que se parezcan a sus padres. Dentro de ciertos
límites, son posibles ciertas variaciones, pero esos límites son demasiado
estrechos como para permitir la creación de géneros claramente nuevos de
plantas y animales. Ver Gén. 6: 20; 7: 14; Lev. 11: 14-16, 29; Deut. 14:
13-15.
13.
Ver com. de vers. 5.
14.
Haya lumbreras.
"Lumbreras", me'oroth , no es lo mismo que "luz", 'or de los vers.
3 y 4. Significa fuentes de luz, recipientes de luz, luminarias. La expresión
de que están colocadas en el firmamento, o la expansión de los cielos, se
presenta porque es allí donde las ven los habitantes de la tierra.
Para separar el día de la noche.
Para regular y
continuar de allí en adelante con la diferencia entre luz y tinieblas,
diferencia que había existido desde que Dios decretó que hubiera luz en el
primer día.
De señales.
Estos cuerpos celestes
señalaron actos especiales del favor de Dios o de su desagrado, como en los
días de Josué (Jos. 10: 12, 13) y de Ezequías (2 Rey. 20: 11) y en el día de
la crucifixión (Mat. 27: 45). La caída de "las estrellas" sirvió como una de
las señales de la segunda venida de Cristo (Mat. 24: 29).
Algunos
han pensado erróneamente que todos los cuerpos celestes fueron también
designados para determinar los destinos individuales de los hombres. Los
astrólogos han recurrido al vers. 14 para justificar su práctica. Sin embargo,
la Biblia se opone tan decididamente a cualquier forma de adivinación o
predicción de la suerte, que debe rechazarse enfáticamente el pensamiento de
que Dios puso el sol, la luna y las estrellas para servir como guías a los
astrólogos para que predijeran los asuntos y el destino humanos. Jeremías
advierte a los hebreos que no teman las señales de los cielos ante las cuales
temblaban los paganos con terror inútil (Jer. 10: 2), e Isaías habla con mofa
e ironía contra los astrólogos, los contempladores de estrellas y adivinos, en
cuyo consejo es necio e impío confiar (Isa. 47: 13, 14). Aunque la
superstición de leer el destino del hombre en las estrellas nunca se arraigó
entre los antiguos israelitas, ellos no tenían suficiente fortaleza moral, en
términos generales, para resistir el ejemplo de adoración de los astros de sus
vecinos paganos (Jer. 19: 13; Eze. 8: 16; Sof. 1: 5).
Para las
estaciones.
Los períodos de fiesta anuales y otras ocasiones
definidas habían de regularse por el movimiento de los cuerpos celestes (Sal.
104: 19; Zac. 8: 19). Esos cuerpos tienen además una determinada influencia
periódica sobre la agricultura, la navegación y otras ocupaciones humanas,
tanto como sobre el curso de la vida animal y vegetal, como por ejemplo el
tiempo de la procreación de los animales y la migración de las aves (Jer. 8:
7).
Para días y años.
Los días y los años están
fijados por el movimiento de la tierra en relación con el sol, que junto con
el de la luna ha proporcionado a los hombres de todos los siglos la base de
los calendarios: lunar, solar, o una combinación de ambos.
15.
Por lumbreras.
No para
producir luz por primera vez en este mundo, pues Dios decretó que hubiera luz
en el primer día, sino para servir como instrumentos permanentes para la
distribución de la luz en este planeta.
16.
Hizo también las estrellas.
La palabra "hizo" ha sido
añadida. En cuanto al origen de las estrellas, se han presentado dos puntos de
vista principales: (1) Las estrellas fueron llamadas a la existencia durante
la semana de la creación, junto con el sol y la luna. (2) Las "estrellas"
aunque fueron creadas antes, son mencionadas aquí de paso por Moisés pues está
tratando de las lumbreras de los cielos. El primer punto de vista lleva a la
conclusión de que antes de la semana de la creación el vasto universo era un
vacío completo. Esta conclusión no parece justificable.
Sin
embargo, acerca de ésta, como de otras declaraciones crípticas de las
Escrituras de la forma misteriosa en que actúa Dios, debiéramos ser lentos
para dogmatizar. No debiéramos olvidar que la verdad esencial que Moisés
procuró presentar en cuanto al origen del sol, la luna y las estrellas es que,
sin excepción, son el resultado del poder creador de Dios. Aquí hay una
refutación adicional a la antigua pero siempre presente herejía de la
eternidad de la materia.
18.
Era bueno.
A diferencia de nuestra tierra actual, que ha cambiado mucho como
resultado de la entrada del pecado, los cuerpos celestes no han sufrido los
resultados de la transgresión del hombre y reflejan el poder de su Creador. Es
un hecho universalmente reconocido que las leyes del universo son fielmente
obedecidas por todos los astros. Los astrónomos y los marinos están seguros de
que no ocurren desviaciones de las reglas establecidas en el mundo
astronómico. Saben que los cuerpos celestes no los van a chasquear, que son
dignos de confianza debido a su continua obediencia a las leyes establecidas
para ellos.
20.
Produzcan las aguas.
Aquí tenemos la forma en que se poblaron el agua y el aire con la
creación de seres marítimos y alados. El original podría traducirse:
"Produzcan las aguas abundantemente seres vivientes que se mueven", lo que
sería más claro que la frase hebrea que significa literalmente: "Enjambren las
aguas con enjambres". El verbo aquí usado como "enjambrar" también se usa con
el significado de "multiplicar abundantemente". El término no sólo se aplica a
los peces sino a todos los animales acuáticos, desde los más grandes hasta los
más pequeños y también a los reptiles.
Seres vivientes.
El original de esta frase, néfesh jayyah , hace una clara
distinción entre los animales y la vegetación creada dos días antes. Es cierto
que las plantas tienen vida como los animales y cumplen ciertas funciones que
se asemejan a las de los animales, pero permanece el hecho de que existe una
diferencia marcada entre el mundo vegetal y el animal. Los animales poseen
órganos que les permiten tomar decisiones, moverse en procura de alimento y
sentir dolor, gozo o pesar, en mayor o menor grado.
Por lo tanto,
pueden ser llamados "seres vivientes" [ "bichos vivientes" , BJ; "inquietos
seres vivientes", Bover-Cantera], expresión que no tiene una aplicación tan
específica para las plantas. Este debe ser el significado de la muy discutida
palabra hebrea néfesh , traducida correctamente como "seres" ["bichos
vivientes"; "inquietos seres vivientes"] en este versículo, un término que
atribuye a los animales una forma de vida más elevada que a las plantas, que
no son néfesh. En las ediciones de la versión Reina-Valera, antes de la
revisión de 1960, se empleó la expresión "ánima viviente" que confundía a los
lectores y no daba correctamente el pensamiento del autor inspirado.
Aves que vuelen.
Las aguas habían de producir animales
acuáticos, pero no las aves como parece indicar aquí la VVR. En el cap. 2: 19
se declara que "toda ave de los cielos" fue formada por Dios "de la tierra".
La traducción correcta del texto hebreo del cap. 1: 20 "y vuelen aves sobre la
tierra" elimina esta aparente dificultad. La palabra "aves" -literalmente
"seres alados"- debiera más bien ser "pájaros". Están incluidos tanto pájaros
domésticos como silvestres.
21.
Creó Dios
los grandes monstruos marinos.
La palabra "creó", bará' , se usa
por segunda vez en este capítulo para indicar la introducción de algo
completamente nuevo: la creación de seres vivientes. Al ejecutar lo que había
ordenado, Dios creó los grandes animales marinos, tanninim . La traducción
"grandes ballenas" de la versión de Valera de 1909 es demasiado limitada en
sus alcances. La palabra tiene diversos significados, tales como "culebra"
(Exo. 7: 9, 10, 12) y "dragón" (Isa. 51: 9; Eze. 29: 3), pero debe significar
"monstruo marino" en este pasaje y en Sal. 148: 7.
Se mueve.
El verbo "mover", ramas´ , es especialmente aplicable a los
animales que se arrastran (Gén. 9: 2), ya sea sobre la tierra (Gén. 7: 14) o
en el agua (Sal. 69: 34), aunque aquí signifique claramente seres acuáticos.
Según su género.
Como en el caso de las plantas
creadas en el tercer día, se declara que tanto los peces como las aves fueron
creados "según su género". Esto explícitamente indica que las distintas clases
de animales que vemos comenzaron en la creación y no a través de un proceso de
evolución como lo sostienen los evolucionistas (ver com. de vers. 12).
Por qué las aves y los peces fueron creados en el mismo día, no se
explica por ninguna supuesta similitud entre el aire y el agua como pensaron
Lutero, Calvino y otros. Además no se declara que sólo fue creada una pareja
de cada género. Por el contrario, las palabras: "Produzcan las aguas seres
vivientes" parecen indicar que los animales fueron creados no sólo con una
rica variedad de géneros, sino con un gran número de individuos. El hecho de
que sólo fuera creado un ser humano al principio, de ninguna manera da pie a
la conclusión de que los animales también fueron creados uno a uno.
Vio Dios que era bueno.
La tierra debe haberle
parecido deleitable en sumo grado al Creador cuando la contempló al final del
quinto día. No sólo había verdeantes colinas, resplandecientes corrientes de
agua y lagos azules, sino también seres vivientes que se movían, nadaban y
volaban dando a este mundo, por primera vez, la calidad de vida que no había
poseído antes. He aquí criaturas que hasta podían cantar alabanzas a su
Creador, que revelaban cierta medida de entendimiento al buscar el debido
alimento (Mat. 6: 26) y al construir nidos para protegerse (Mat. 8: 20).
Las grandiosas obras de Dios realizadas en los días previos fueron
ciertamente admirables, pero la naturaleza recibió su ornamento en el día
quinto. Sin la vegetación creada en el tercer día, el mundo habría ofrecido
una apariencia muy poco atrayente. Mucho mayor habría sido la falta de
atracción y alegría si hubiesen estado ausentes las miríadas de seres
vivientes que pueblan la tierra. Cada uno de esos seres, pequeños o grandes,
debiera enseñarnos una lección acerca de la maravillosa maestría del gran
Dios, a quien debemos adoración como al autor y preservador de toda forma de
vida. Esos seres debieran darnos un saludable respeto por la vida, que no
podemos impartir sino que debiéramos proteger cuidadosamente y no destruir.
22.
Dios los bendijo.
La obra
del quinto día no sólo fue declarada buena por el Creador sino que recibió una
bendición que no fue dada ni a los productos inanimados de la creación de Dios
ni a las plantas. Esta bendición, que se enfoca en su propagación y aumento -
"fructificad y multiplicaos" - llegó a ser una fórmula usual de bendición
(caps. 35: 11; 48: 4).
24.
Seres
vivientes.
A semejanza del tercer día, se distingue el sexto por
un acto doble de creación: la producción de animales terrestres y la creación
del hombre. Después de que el mar y el aire estuvieron llenos de seres
vivientes, néfesh jayyah (vers. 20), la palabra de Dios se dirigió a la tierra
para que produjera seres vivientes según su género. Estos son divididos en
tres clases:
Bestias.
De behemah , que se deriva de la
raíz baham -"ser mudo"- con el significado de "animales mudos". Generalmente
la palabra denota los cuadrúpedos domésticos más grandes (Gén. 47: 18; Exo.
13: 12, etc.), pero ocasionalmente los animales terrestres más grandes en
conjunto (Prov. 30: 30; Ecl. 3: 19, etc.).
Serpientes.
De rémes´, que indica los animales más pequeños que se mueven, ya
sea sin pies, o con pies que son apenas perceptibles, tales como gusanos,
insectos y reptiles. Aquí se refiere a los rémes´ terrestres; los rémes' del
mar fueron creados el día anterior.
Animales de la tierra.
De jayetho 'érets . Este antiguo y raro término hebreo indica los
animales silvestres errantes.
25.
Animales de la tierra.
El orden de creación de seres
vivientes que se da aquí difiere de aquel del vers. 24. El último grupo del
versículo anterior es el primero que aquí se enumera. Esta es una bien
conocida disposición del idioma hebreo, llamada "paralelismo invertido" (Gén.
10: 1, 2, 6, 21; Prov. 14: 16, 17).
Según su especie.
La declaración se refiere a todas las tres clases de seres
vivientes, cada una de las cuales tiene sus géneros distintos. Estas palabras
inspiradas refutan la teoría de la evolución que declara que las formas
superiores de vida evolucionaron de las inferiores y sugiere que todavía
resultaría posible producir materia viviente de la tierra inanimada. Aunque
los estudios científicos confirman la declaración bíblica de que todos los
organismos animados son hechos de la tierra -que no contienen otros elementos
sino los que tiene la tierra-, los científicos nunca han podido producir de la
materia inerte una sola célula que pudiera vivir y reproducirse según su
especie.
Vio Dios que era bueno.
El breve relato de la
creación de todos los animales terrestres termina con la acostumbrada palabra
de aprobación, y el autor pasa prestamente al relato de la creación del
hombre, con la que culmina la obra de la creación.
26.
Hagamos al hombre.
Desde el mismo principio, el
Registro Sagrado proclama la preeminencia del hombre por encima de todas las
otras criaturas de la tierra. El plural "hagamos" fue considerado casi
unánimemente por los teólogos de la iglesia primitiva como que indica a las
tres personas de la Deidad. La palabra "hagamos" requiere, por lo menos, la
presencia de dos personas que celebran un consejo. Las declaraciones de que el
hombre había de ser hecho a "nuestra" imagen y f ue hecho "a imagen de Dios",
llevan a la conclusión de que los que celebraron consejo deben ser personas de
la misma Deidad. Esta verdad, implícita en varios pasajes del AT, tales como
el que hemos tratado aquí y Gén. 3: 22; 11: 7; Dan. 7: 9, 10, 13, 14; etc.,
está plena y claramente revelada en el NT, donde se nos dice en términos
inconfundibles que Cristo, la segunda persona de la Deidad -llamada Dios por
el Padre mismo (Heb. 1: 8)- estuvo asociada con su Padre en la obra de la
creación. Textos como Juan 1: 1-3, 14; 1 Cor. 8: 6; Col. 1: 16, 17; Heb. 1: 2
no sólo nos enseñan que Dios el Padre creó todas las cosas por medio de su
Hijo sino que toda vida es preservada por Cristo.
Aunque es cierto
que esta luz plena de la verdad no brilló sobre estos textos del AT, previos a
la revelación contenida en el NT, y que la comprensión precisa de las
diferentes personas de la Deidad no fue tan fácilmente discernible sólo por
los pasajes del AT, la evidencia inicial de la existencia de Cristo, en el
tiempo de la creación, como colaborador con su Padre, se halla en la primera
página de la Biblia. Estos textos no ofrecen dificultad para los que creen
tanto en la inspiración del AT como del NT, en vista de que una parte explica
la otra y que ambas se ensamblan armoniosamente como las piedras de un bello
mosaico. No sólo los vers. 26 y 27 indudablemente contienen indicios de la
actividad de Cristo como la segunda persona de la Deidad en la obra de la
creación, sino que el vers. 2 menciona al Espíritu Santo como colaborando en
la misma obra. Por lo tanto, tenemos fundamento para declarar que la primera
evidencia del sublime misterio de la Deidad se encuentra en la primera página
de la Biblia, misterio que se presenta con luz más clara cuando la pluma de la
inspiración de los diferentes autores de los libros de la Biblia fue movida a
revelar más plenamente esta verdad.
La palabra "hombre" es 'adam
en hebreo, la misma palabra empleada para nombrar al padre de la raza humana
(cap. 5: 2). Su significado se ha explicado de diversas formas. Describe ya
sea su color, de 'adam "ser rojo"; o su apariencia, de una raíz arábiga que
significa "brillar", haciendo de Adán "el brillante"; o su naturaleza como la
imagen de Dios de dam , "semejanza"; o -y lo que es más probable- su origen:
"el suelo", de 'adamah , "el del suelo".
A nuestra imagen.
"El hombre había de llevar la imagen de Dios, tanto en la
semejanza exterior, como en el carácter" (PP 25). Esa imagen se hacía más
evidente en términos de su naturaleza espiritual. Vino a ser un "ser viviente"
, dotado de libre albedrío, una personalidad autoconsciente. (Nota: N del T *)
Esta naturaleza reflejaba la santidad divina de su Hacedor hasta
que el pecado destruyó la semejanza divina. Sólo mediante Cristo, el
resplandor de la gloria de Dios, y la "imagen misma de su sustancia" (Heb. 1:
3), se transforma nuestra naturaleza otra vez a la imagen de Dios (Col. 3: 10;
Efe. 4: 24).
Y señoree.
La relación del hombre con el
resto de la creación es la de un gobernante . Al transferir a Adán el poder de
gobernar sobre "toda la tierra", Dios tenía el plan de hacer del hombre su
representante, o virrey, sobre este planeta. El hecho de que no se mencione
las bestias del campo, ha sido tomado por algunos comentadores como una
indicación de que los animales que ahora son salvajes no estuvieron sometidos
a Adán. Esta opinión es insostenible. También faltan las plantas en la
enumeración de las obras creadas sujetas a Adán, aunque nadie negará que el
hombre ha tenido el derecho de regir la vegetación hasta el día de hoy y que
las plantas deben haber estado incluidas en la frase "toda la tierra". En
realidad, esta frase abarca todas las cosas de esta tierra no mencionadas por
nombre, incluso "las bestias del campo"las bestias del campo" (Sal. 8: 6-8).
Con todo, Dios limitó la supremacía del hombre a esta tierra; no le confió a
Adán el dominio sobre los cuerpos celestes. (Nota: En la BJ se lee "dominen"
en vez de "señoree". El uso del plural "dominen" muestra que Dios, desde el
mismo principio, se proponía crear más de un individuo. N. del T. *)
27.
Creó Dios al hombre.
El
relato de la realización del propósito divino se expresa en una forma de
poesía hebrea, común a todos los libros poéticos del AT, en los cuales el
pensamiento expresado en la primera parte de una estrofa se repite con ligeras
variaciones de palabras, pero no en el significado, en la segunda o aun en la
tercera parte de la estrofa, como es el caso en nuestro versículo:
"Creó Dios al hombre a su imagen,"a imagen de Dios lo creó;"varón
y hembra los creó"." Moisés, que nos ha dado otros ejemplos de su habilidad
poética (Exo. 15; Deut. 32, 33; Sal. 90), fue el primero de todos los
escritores inspirados que se refirió a las admirables obras de Dios con
palabras poéticas. Cuando había llegado en su registro al punto de narrar la
creación del hombre, la corona de la obra de Dios en esta tierra, dejó el
estilo narrativo ordinario y empleó poesía.
A su imagen.
Es digno de notarse el uso del singular "su". El plural del vers.
26 revela que la Deidad posee pluralidad en la unidad, al paso que el vers. 27
hace resaltar que la pluralidad de Dios no niega su unidad.
Varón
y hembra.
Se introduce un nuevo elemento en la información dada en
cuanto a la creación del hombre al mencionar la diferencia de sexo. Las dos
palabras "varón" y "hembra" son traducciones de adjetivos hebreos que indican
el sexo de dos individuos. La bendición de la fertilidad pronunciada sobre los
animales (vers. 22) implica que también deben haber sido creados con
diferencias sexuales, pero no se menciona este hecho. Probablemente existía
una razón especial para mencionarlo en relación con la creación del hombre.
Esa razón puede deberse a que únicamente en el hombre la dualidad de sexos
culmina en la institución de un santo matrimonio. Este versículo nos prepara
para la revelación concerniente al plan de Dios para la creación de la familia
que se presenta en el cap. 2.
28.
Y los
bendijo Dios.
Las bendiciones de Dios conferidas a los seres
vivientes el día anterior fueron repetidas al fin del sexto día con adiciones
especiales apropiadas para el hombre. Dios "los" bendijo, no "lo" bendijo.
Esto indica que la creación de Eva debe haber ocurrido antes de que terminara
el sexto día y que las bendiciones y responsabilidades que les fueron
conferidas fueron compartidas por ambos de igual manera.
Les dijo.
Existe una diferencia entre los premios a las bendiciones de los
vers. 22 y 28 que es digna de notarse. La bendición para los animales fue
pronunciada en forma indirecta -"Dios los bendijo, diciendo"-, al paso que la
bendición para la raza humana se presenta directamente con las palabras "les
dijo". Como seres inteligentes, podían escuchar a Dios y recibir
comunicaciones. Este versículo contiene la primera revelación de Dios al
hombre.
Fructificad.
En primer lugar, la bendición del
Creador se refería a la propagación y perpetuación de la especie, bendición
que nunca ha sido rescindida por Dios y que es el origen de los miles de
millones de seres humanos que ahora llenan todos los continentes del mundo. La
comisión divina ha sido entendida por diversos comentadores como que indicara
que la reproducción de los seres humanos no debiera continuar
interminablemente, sino que había de cesar cuando la tierra estuviera llena de
seres humanos y de sus súbditos irracionales.
Sojuzgadla.
Esta revelación también contiene instrucciones en cuanto al deber
y destino del hombre de regir las obras de la creación terráquea, comisión
expresada casi con las mismas palabras como las del consejo divino registrado
en el vers. 26. La única diferencia es la palabra adicional "sojuzgadla", que
concede al hombre el derecho de utilizar para sus necesidades los vastos
recursos de la tierra, mediante labores de agricultura y minería,
investigaciones geográficas, descubrimientos científicos e invenciones
mecánicas.
29.
Toda planta.
Luego se hizo provisión para el sustento del recién nombrado
monarca y de sus súbditos. Sabemos por el registro divino que el hombre había
de comer tanto de los productos del campo como de los árboles. En otras
palabras, cereales, frutas oleaginosas y las otras frutas. Los animales habían
de comer "toda planta verde": verduras y pasto.
La redacción de
esta orden revela que no era la voluntad de Dios que el hombre matara animales
para alimentarse, o que los animales debieran devorarse entre sí. Por lo
tanto, la violenta y a veces penosa destrucción de vida hecha por hombres y
animales es un resultado de la entrada del pecado en el mundo. Sólo después
del diluvio Dios dio permiso al hombre de comer carne de animales (cap. 9: 3).
Aun las leyendas paganas hablan de una edad áurea, de inocencia, cuando el
hombre se abstenía de matar animales (Ovidio, Metamorfosis , I. 103-106). Que
ningún animal de especie alguna comía carne al principio se puede inferir del
anuncio profético en Isa. 11: 6-9; 65: 25, del estado de la tierra nueva,
donde la ausencia del pecado y la transformación completa del mundo al
convertirse en el reino de Dios estarán acompañadas por el cese de toda
matanza de las criaturas de Dios.
La clara enseñanza de las
Escrituras de que la muerte entró en el mundo por el pecado muestra
palmariamente que el propósito original de Dios era que ni el hombre ni los
animales quitaran la vida para proveerse de alimentos.
Todos los
argumentos basados en la premisa de que es necesario matar animales para
frenar su aumento excesivo, son de valor dudoso. Es fútil especular con lo que
habría sucedido en este mundo si los animales y los seres humanos se hubieran
multiplicado sin control, perpetuamente. Ciertamente, Dios había trazado sus
planes para hacer frente a eventualidades cuando se presentaran. Esos planes
no nos han sido revelados porque el pecado entró en el mundo antes de que
surgiera la necesidad de frenar una reproducción excesiva (vers. 28).
31.
He aquí que era bueno en gran manera.
La creación del hombre y su instalación como gobernante de la
tierra pusieron fin a la creación de todas las cosas terráqueas. De acuerdo
con el registro, Dios frecuentemente había repasado su obra y la había
declarado buena (vers. 4, 10, 12, 18, 21, 25). El examen realizado al fin del
sexto día abarcó todas las obras completadas durante los días anteriores, y
"he aquí que era bueno en gran manera". Cada cosa era perfecta en su clase;
cada ser respondía a la meta fijada por el Creador y estaba aparejado para
cumplir el propósito de su creación. La aplicación del término "bueno" a cada
cosa que Dios había hecho y la repetición de la palabra con el énfasis "en
gran manera" al fin de la creación, con el hombre como su corona y gloria,
indican que nada imperfecto había salido de las manos de Dios. Esta expresión
de admiración excluye enteramente la posibilidad de que cualquier imperfección
de lo creado fuera responsable de la debilidad demostrada por Adán y Eva
durante la hora de la tentación.
NOTA ADICIONAL AL CAPÍTULO 1
El versículo inicial de Gén. 1 ha sido objeto de muchos debates
en los círculos teológicos a través de la era cristiana. Algunos han sostenido
que el versículo se refiere a una creación de este mundo físico y de toda la
vida que hay en él en un momento de tiempo muy anterior a los siete días de la
semana de la creación.
Este concepto es conocido como la teoría de
la catástrofe y la restauración. Esta teoría ha sido sostenida durante siglos
por teólogos especuladores que han leído en la expresión hebrea tóhu wabóhu ,
"desordenada y vacía" (vers. 2), la idea de que un intervalo de tiempo
-ciertamente, de gran duración- separa el vers. 1 del vers. 2. Se ha hecho
significar a tóhu wabóhu como que "la tierra fue obligada a estar desordenada
y vacía". En este enfoque del texto se basa el concepto de que el mundo fue
creado perfecto en algún momento de un remoto pasado (vers. 1), pero un
tremendo cataclismo destruyó todo rastro de vida en él y redujo su superficie
a una condición que podría describirse como "desordenada y vacía". Muchos que
sostienen esta opinión creen que hubo varias creaciones. Finalmente, después
de incontables eones, una vez más Dios procedió a poner orden en el caos y a
llenar la tierra con vida, como se registra en los vers. 2-31.
Hace más de un siglo, varios teólogos protestantes se aferraron
firmemente a este enfoque pensando que encontraban en él un medio de armonizar
el relato mosaico de la creación con la idea que entonces divulgaban ciertos
científicos: que la tierra había pasado por largas eras de cambios geológicos.
Este concepto es popular entre ciertos fundamentalistas. Según él, las capas
estratificadas de rocas que forman gran parte de la superficie de la tierra
fueron depositadas durante el curso de los supuestos cataclismos, y se supone
que los fósiles sepultados en ellas son las reliquias de la vida que existió
en esta tierra antes de ese tiempo.
Otros hallan en esta teoría un
argumento para sostener la idea de que cuando Dios realizó su obra creadora
registrada en los vers. 2-31, dependió de materia preexistente. Así limitarían
su poder disminuyendo, o aun negando, el hecho de que trajo la materia a la
existencia y que "lo que se ve fue hecho de lo que no se veía" (Heb. 11: 3).
Varios aspectos de esta teoría se han reflejado en diversas traducciones
modernas de la Biblia.
El concepto de una "restauración" debe
rechazarse de plano porque: (1) Las palabras hebreas tóhu wabóhu no dan la
idea de algo dejado desolado, sino más bien describe un estado de la materia,
desorganizada y sin vida. Por lo tanto, la interpretación dada a estas
palabras es completamente injustificable. (2) Las Escrituras enseñan
claramente que la obra de la creación de Dios "estaban acabadas desde la
fundación del mundo" (Heb. 4: 3). (3) Este punto de vista implica la blasfema
doctrina de que diversas tentativas de creación de Dios, muy particularmente
la del hombre, fueron imperfectas y sin éxito debido a la operación de fuerzas
sobre las cuales él tenía sólo un dominio limitado. (4) Seguido hasta su
conclusión lógica, este punto de vista en realidad niega la inspiración y
autoridad de las Escrituras en su conjunto, limitando al Creador al empleo de
materia preexistente en la obra de la semana de la creación y sometiéndolo a
las leyes de la naturaleza. (5) La idea de sucesivas creaciones y catástrofes
anteriores a los acontecimientos de la semana de la creación no tiene para
apoyarse ni una pizca de evidencia válida, ya sea de parte de la ciencia o de
la Palabra inspirada. Es pura especulación. (6) Podría añadirse de paso que el
origen y la evolución de este punto de vista están contaminados con las
paganas especulaciones filosóficas de varias sectas heréticas y teñido con los
conceptos racionalistas del naturalismo y la evolución.
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
1-31 PP 24-339 102-109; SR 20-23
1 Ed 130; 3JT 258;
MeM 110
2 CM 409; CS 717; Ed 130
2, 3 PR 529; PVGM 394
3 CS 224; MeM 142
5 Ed 124
11, 12 Ed 104;
PP 24; PVGM 66; TM 247
26 CH 19; CMC 19; HAd 21; MM 221; PE 145;
SR 20; Te 37
26, 27 CH 108; PP 24; Te 11
27 CM 13,
29,509 55, 332, 336; CN 58, 532; CRA 52;CS 520; EC 17; Ed 13,15,17,126; 1JT
254, 496; 2JT 410; 3JT 262; MC 120, 323; MeM 130; PP 25, 645; PR 138; 3T 50;
4T 91, 327, 416, 438; 5T 311; 8T 327; Te 81, 159, 245; 3TS 373
28
HAd 22; PP 32; PR 502
29 CH 115, 450; CRA 95, 109, 366, 383, 445,
454, 472, 473, 480; MC 228; MeM 136; MM 8, 267, 277; Te 12, 141, 215
31 DMJ 57; DTG 248; Ed 211; FE 326, 513; 3JT 16; PP 28; 4T 562; 7T
87
CBA Génesis
COMENTARIO BÍBLICO ADVENTISTA GÉNESIS
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