Comentario Bíblico Adventista Génesis 44
Comentario Bíblico Adventista
Génesis Capítulo 44
2.
Pondrás mi copa.
Esta fue la prueba final y decisiva de José antes de revelarse a sus hermanos. Su propósito era crear una situación por la cual legítimamente pudiera esgrimir el derecho de retener a Benjamín en Egipto, de modo que sus hermanos pudieran tener una excusa para volver a Canaán sin el favorito de su padre. Así podría saber más allá de toda duda qué clase de hombres eran ellos ahora. O aceptaban la decisión de José de retener a Benjamín en Egipto y volvían a su padre con el doloroso mensaje de que debía resignarse con la pérdida del hijo que le quedaba de su amada Raquel, o harían todo lo que estaba a su alcance para impedir una desgracia tal.
5.
Por la que suele adivinar.
La copa era un
objeto valioso. No era una copa común usada para beber sino una que -así se
suponía - era capaz de detectar cualquier sustancia venenosa colocada en ella.
Tales copas también se usaban para la práctica de la magia. La palabra traducida
"adivina" significa "cuchichear", "musitar", "profetizar". Los escritores
clásicos hablan de la práctica oriental de echar agua dentro de una copa y mirar
allí las representaciones de acontecimientos futuros (Jámblico De misteriis iii.
14). Otra costumbre descrita por los antiguos consistía en verter agua dentro de
una copa y echar dentro de ella pedazos de oro y plata o piedras preciosas, y
luego observar e interpretar lo que aparecía en el agua (Plinio Historia Natural
xxxvii. 73; Estrabón Geografía xvi. 2. 39). El hecho de que el mayordomo
recibiera la orden de mencionar la práctica de la magia a los hermanos no
implica que José en realidad se había entregado a esa práctica supersticiosa.
Como lo hizo previamente (cap. 43: 33), estaba dispuesto a que creyeran que él
podía leer sus pensamientos. Esto tendería a desalentarlos e inducirles a
abandonar todo fingimiento.
Debido a su gran sabiduría, posiblemente los
egipcios atribuyeron a José la práctica de la magia. ¿Acaso no había predicho
exactamente los años de abundancia y de hambre, y no había tomado las medidas
para que Egipto estuviera preparado para la emergencia? Ciertamente sobrepujaba
a los mejores "magos" egipcios (cap. 41: 8), y por lo tanto debía poseer una
magia superior (Exo. 8: 19). Quizá su fama de sabio se había esparcido por
doquiera, aun en los países extranjeros, de modo que podía preguntarse con toda
propiedad a los supuestos ladrones de la copa si no tenían en cuenta ese hecho
(Gén. 44: 15).
9.
Que muera.
Conscientes de su completa inocencia, los hermanos no vacilaron en
pronunciar sobre si mismos la pena máxima si se les encontraba el objeto que
faltaba. Sus apresuradas palabras parecen un poco temerarias, especialmente
después de la experiencia de encontrar su dinero misteriosamente colocado en sus
bolsas. Podrían haber esperado que se sospechara de ellos y, por lo tanto,
deberían haber sido un poco más cuidadosos. Sin embargo, la amistad franca con
que habían sido recibidos y hospedados durante su segunda visita a Egipto, tanto
de parte del virrey mismo como de sus subordinados, había disipado toda duda
acerca de la sinceridad de las intenciones de José.
10.
Sea conforme.
Profesando un exaltado sentido de equidad
y justicia, el mayordomo no aceptó pensar en castigar al inocente por el
culpable, ni aun al culpable tan rigurosamente como ellos proponían. Cuando
otros hablan apresuradamente, no debemos aprovecharnos de su apresuramiento.
Nosotros mismos a veces podemos cometer faltas no deliberadas que podrían
traernos daño, a no ser por la tenuidad de otros.
12.
Buscó.
La búsqueda sistemática del mayordomo debe
haberles recordado su sorpresa del día anterior al encontrarse sentados de
acuerdo con su edad. También debe haberlos mantenido tensos, pues el objeto
perdido no fue encontrado hasta el último momento de la búsqueda. Uno tras otro
los hombres fueron hallados inocentes. Mediante gestos y quizá aun con palabras,
deben haber expresado triunfo ante la creciente evidencia de la inocencia que
pretendían. Sin embargo, el objeto perdido fue encontrado en el saco de
Benjamín. Con angustia y alarma ante esta nueva calamidad, rasgaron sus vestidos
(ver com. de cap. 37: 34), volvieron a cargar sus asnos y regresaron a la
ciudad.
13.
Volvieron a la ciudad.
Ahora podría saberse cuáles eran sus más íntimos sentimientos hacia el
favorito de su padre, que había sido tan honrado por el gran hombre de Egipto.
¿Lo entregarían como lo habían hecho con José, y llevarían a la tumba con dolor
a su anciano padre, o estarían dispuestos a entregar su propia libertad y vidas
para que él pudiera volver con seguridad a su padre?
14.
Se postraron delante de él.
Precedidos por Judá, los
hombres fueron a la casa de José, donde todos cayeron delante de él pidiendo
misericordia. Se han preservado varios altorrelieves antiguos egipcios que
describen situaciones similares. Uno muestra a algunos suplicantes cananeos
delante del general Haremheb, del siglo XIV AC. Algunos de ellos están tirados
sobre el terreno, con los brazos extendidos y la cabeza levantada suplicantes
ante el alto dignatario. Otros arrodillados o inclinados delante de él, todos
ellos con los brazos levantados para impresionar al general con la urgencia de
su pedido. En el caso de aquellos que cayeron delante de Haremheb, el pedido era
que se les permitiera radicarse en Egipto puesto que habían sido expulsados de
su tierra natal.
15.
¿No sabéis?
José habló ásperamente, lo que debe haberles hecho recordar la recepción
que les dispensó en su primera visita a Egipto. En lo que respecta al hecho de
que José no practicaba magia, ver com. del vers. 5.
16.
Dijo Judá.
Judá, el caudillo de esta
segunda misión a Egipto (cap. 43: 8), se adelantó como portavoz. No trató de
justificarse ni de justificar a sus hermanos, o de librarse, y librarlos de
sospechas, sino que reconoció plenamente su culpabilidad. Sin duda se refirió al
crimen cometido contra su hermano José, crimen que había atormentado su
conciencia desde que lo perpetraron (cap. 42: 21, 22). Para los egipcios
presentes, especialmente para el mayordomo, las palabras de Judá significaban el
reconocimiento de la culpa de ellos, y esto sin duda asombró a los egipcios
puesto que sabían que esos hombres eran en realidad inocentes. José debe haber
sentido la angustia de sus almas al comprender que creían que era merecido el
castigo que pronto recibirían. En respuesta al ofrecimiento de Judá de que todos
quedaran como esclavos en Egipto, a donde una vez vendieron a su hermano como
esclavo, José declaró que su sentencia sería suave y justa. Sólo el culpable
sería su esclavo; los otros podrían regresar a su padre sin daño y sin
molestias.
18.
Judá se acercó.
Los
17 versículos restantes del capítulo repiten el discurso de Judá a favor de su
hermano Benjamín. Con justicia este discurso ha sido llamado una de las obras
maestras de la composición literaria hebrea, uno de los mejores ejemplos de
elocuencia natural en todo el mundo.
Tú eres como Faraón.
El
discurso de Judá comenzó con un pedido de que se lo escuchara con benevolencia.
Estaba dirigiéndose a uno que era igual a Faraón, con autoridad para condenar o
perdonar. Puesto que el monarca de Egipto era considerado como un dios, un
dechado de perfección, el honor más excelso que podía conferirse a una persona
era compararla con el monarca.
19.
Mi señor
preguntó a sus siervos.
En primer lugar, Judá relató cómo Benjamín llegó
a quedar envuelto en la dificultad. José les había preguntado por sus asuntos
familiares, y ellos le habían informado verazmente en cuanto a su hermano menor,
que todavía estaba en casa. José había insistido en que no se atrevieran a
volver a Egipto sin su hermano, para probar la existencia de él y de ese modo la
exactitud de sus afirmaciones. Aunque algunas fases de este informe son más
amplias que la información más breve de la conversación registrada en el cap.
42, Judá debe haber expuesto con exactitud la conversación original, a fin de
evitar caer en declaraciones falsas o exageradas.
25.
Dijo nuestro padre.
Después de haberle hecho recordar a
José, con términos corteses pero definidos, que sus demandas eran la causa de la
presencia de Benjamín en Egipto, procedió a describir con palabras apasionadas e
impresionantes el amor de su anciano padre por el hijo de su vejez, y su pesar
cuando le informaron que no podrían volver a Egipto sin Benjamín. Relató la
intensa ansiedad con la cual, después de una dura lucha, finalmente su padre le
había permitido ir. Hizo resaltar el sombrío hecho de que harían descender con
dolor las canas de su padre a la sepultura (cap. 37: 35), si no volvían con el
joven.
27.
Mi mujer.
Esta
observación, hecha aquí por primera vez, implica que Jacob consideraba a Raquel
como a su verdadera esposa más que a Lea, Bilha o Zilpa (ver cap. 46: 19). Ella
siempre fue su amada esposa.
28.
De cierto
que fue despedazado.
Aquí quiso decir Jacob que José, si hubiera estado
vivo, ciertamente habría podido regresar o enviar noticias. No habiéndole visto
nunca desde el día fatídico de su partida de Hebrón, Jacob tan sólo podía llegar
a la conclusión de que sus temores eran plenamente justificados.
33.
En lugar del joven.
El
sacrificio desinteresado de Judá ciertamente es digno de alabanza. No se puede
estimar demasiado la voluntaria sumisión a la esclavitud en lugar de un hermano
que disfrutaba de un grado más elevado del afecto paternal, a fin de salvar a su
anciano padre de un nuevo dolor y angustia. La magnanimidad desinteresada de
Judá nunca ha sido sobrepujada y rara vez igualada. Judá emerge aquí como un
hombre verdaderamente convertido, un digno antepasado de la simiente prometida y
digno de dar su nombre al pueblo elegido de Dios.
José ya no pudo dudar
más de que se había efectuado un cambio completo en sus hermanos, y
particularmente en Judá, desde el día en que éste tan elocuentemente los instó a
que vendieran a José como esclavo. Las tácticas de José habían resultado muy
efectivas. Ahora estaba convencido en cuanto a la conducta de sus hermanos y
satisfecho porque su conversión era genuina. No había necesidad de continuar
sometiéndolos a prueba, y por lo tanto estaba listo para revelar su identidad.
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
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