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Génesis 11 | Comentario Bíblico Adventista

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Comentario Bíblico Adventista Génesis 11

Comentario Bíblico Adventista Génesis 11

Comentario Bíblico Adventista

Génesis Capítulo 11

Génesis 11 RVR60


1.

Una sola lengua.

Literalmente "un labio y una clase de palabras", lo que indica no sólo un idioma que entendían todos sino también la ausencia de diferencias dialectales. Todos los hombres tenían la misma pronunciación y el mismo vocabulario. La unidad de idioma va junto con la unidad de origen; además, un idioma común es un poderoso estímulo que promueve la unidad de pensamiento y acción. Las investigaciones modernas en el campo de la gramática comparativa han demostrado concluyentemente que todos los idiomas conocidos se relacionan y que proceden de un idioma original común. Pero ningún científico podría decir si alguno de los idiomas conocidos se parece a aquel idioma original. Es posible, y aun probable, que alguno de los idiomas semíticos, como el hebreo o el arameo, sea similar al idioma que hablaron los hombres antes de la confusión de lenguas. Los nombres personales del período precedente a la confusión de lenguas, hasta donde puedan ser interpretados, tan sólo tienen sentido si se los considera originalmente semíticos. El libro del Génesis, que es el registro que contiene esos nombres, está escrito en hebreo que es un idioma semítico, por un autor semita y para lectores semitas. Por lo tanto, también es posible, aunque es improbable, que Moisés tradujera al hebreo esos nombres de un idioma original desconocido, para que sus lectores pudieran comprenderlos.

2.

Cuando salieron.

Tal como lo indica la forma verbal "salieron" -literalmente: "tirar para afuera", como las estacas de una tienda- los hombres vivieron una vida nómada durante un tiempo después del diluvio. La región montañosa del Ararat no se adaptaba bien a propósitos agrícolas. Además, los que renegaron de Dios se molestaban por el testimonio silencioso de las vidas santas de los que permanecieron leales a la Divinidad. Por eso los malos se separaron de los buenos. Los que desafiaban a Dios se alejaron de la comarca montañosa (PP 112).

De oriente.

La traducción de la VVR "de oriente" , por miqédem , provoca confusión. La misma expresión hebrea se traduce "al oriente" en el pasaje del cap. 2: 8 y "hacia el oriente" " en el pasaje del cap. 13: 11. Para llegar a la tierra de Sinar, Babilonia, saliendo de las montañas del Ararat, necesariamente la dirección del viaje tiene que ser hacia el sudeste y no "de oriente" yendo en dirección occidental. En cambio en la Versión Moderna se lee "hacia el oriente".

Hallaron una llanura.

Es decir, una amplia pampa o extensión de tierra sin montañas. En la antigüedad, la llanura de la Mesopotamia meridional, con frecuencia llamada "Sinar" en la Biblia (ver com. de cap. 10: 10), era una región bien regada y fértil. Allí prosperaba la civilización más antigua que se conozca, la de los sumerios. La pala de los arqueólogos revela que esa tierra estuvo densamente poblada en los tiempos históricos más remotos. Este hecho concuerda con el Génesis en cuanto a la localidad en la cual primero se procuró hallar un lugar de radicación permanente. Las excavaciones también han demostrado que la población más antigua de la baja Mesopotamia poseía una cultura elevada. Los sumerios inventaron el arte de escribir en tablillas de arcilla, construían casas bien edificadas y eran peritos en la producción de alhajas, herramientas y utensilios caseros.


3.

Hagamos ladrillo.

La llanura de Babilonia, de formación aluvial, carecía de piedras de cualquier clase pero tenía abundante arcilla para hacer ladrillos. Como resultado, la baja Mesopotamia siempre ha sido una tierra de construcciones de ladrillos, en contraste con Asiria donde abundan las piedras. La mayoría de los ladrillos de los tiempos antiguos, al igual que en la actualidad, eran secados al sol, pero los ladrillos para edificios públicos eran cocidos al fuego para hacerlos más duraderos. Este proceso fue ampliado por los colonizadores más remotos de la Mesopotamia, como lo testifican tanto la Biblia como las excavaciones arqueológicas.

Ladrillo en lugar de piedra.

Escribiendo para los hebreos de Egipto, país de majestuosos monumentos y edificios públicos de piedra, Moisés explica que en Babilonia se usó ladrillo debido a la falta de piedras. Este detalle, como muchos otros, comprueba la exactitud histórica y geográfica de la narración del Génesis.

Asfalto en lugar de mezcla.

Este es otro detalle exacto acerca de los métodos babilonios de construcción. La palabra hebrea traducida aquí "asfalto" tiene exactamente ese significado, o el de betún. En la Mesopotamia abundan el petróleo y sus productos afines, y existían pozos de asfalto en la proximidad de Babilonia tanto como en otras partes del país. Habiendo descubierto que el asfalto es durable, los primitivos constructores babilonios lo usaron muchísimo en la erección de edificios. El asfalto pega tan bien los ladrillos, que es difícil separarlos cuando se demuele un edificio. En realidad, es casi imposible desprender ladrillos de las ruinas antiguas en cuya construcción se usó asfalto.


4.

Edifiquémonos una ciudad.

Caín había edificado la primera ciudad (cap. 4: 17), quizá para eludir la vida nómada que Dios le había impuesto. El plan original de Dios era que los hombres se esparcieran por la superficie de la tierra y la cultivaran (cap. 1: 28). La edificación de ciudades representaba una oposición a ese plan. La concentración de los seres humanos siempre ha fomentado la ociosidad, la inmoralidad y otros vicios. Las ciudades siempre han sido focos de delincuencia, pues en tales ambientes Satanás encuentra menos resistencia a sus ataques que en las comunidades más pequeñas donde la gente vive en estrecho contacto con la naturaleza. Dios le había dicho a Noé que repoblara, o llenara la tierra (cap. 9: 1). Sin embargo, temiendo peligros desconocidos e imaginarios, los hombres quisieron edificar una ciudad con la esperanza de encontrar en ella seguridad mediante la obra de sus propias manos. Eligieron olvidarse que la verdadera seguridad proviene tan sólo de confiar en Dios y obedecerle. Los descendientes de Noé, que se multiplicaban rápidamente, deben haberse apartado muy pronto del culto del verdadero Dios. Buscaron protección debido al temor de que sus malos caminos atrajeran de nuevo una catástrofe.

Una torre.

Esta daría a los habitantes de la ciudad la deseada sensación de seguridad. Una ciudadela tal los protegería contra ataques y los capacitaría -así lo creían- para escapar de otro diluvio, a pesar de que Dios había prometido que nunca sucedería. El diluvio había cubierto las más altas montañas del mundo antediluviano, pero no había llegado "al cielo". Por lo tanto, si podían erigir una estructura más alta que las montañas -razonaban los hombres- quedarían a salvo, sin importar lo que Dios hiciera. Las excavaciones arqueológicas revelan que los habitantes más antiguos de la baja Mesopotamia levantaron muchos templos en forma de torres, dedicados al culto de diversas deidades idolátricas.

Hagámonos un nombre.

La torre de Babel tenía el propósito de llegar a ser un monumento a la sabiduría superior y a la habilidad de sus edificadores. Los hombres han estado dispuestos a soportar penalidades, peligros y privaciones a fin de hacerse de "un nombre" o reputación. El deseo de buscar renombre indudablemente fue uno de los motivos impelentes para construir la torre. Además, el orgullo puesto en una estructura tal tendería a mantener la unidad para la realización de otros proyectos impíos. De acuerdo con el propósito divino, los hombres deberían haber preservado la unidad por medio del vínculo de la religión verdadera. Cuando la idolatría y el politeísmo rompieron ese vínculo espiritual interno, no sólo perdieron la unidad de la religión sino también el espíritu de hermandad. Un proyecto como el de la torre, que buscaba preservar por un medio externo la unidad interior que se había perdido, estaba condenado al fracaso. Es obvio que únicamente los que habían renegado de Dios tomaron parte en esas actividades.


5.

Descendió Jehová.

Este descenso no es igual al del Sinaí, donde el Señor reveló su presencia en forma visible (ver Exo. 19: 20; 34: 5; Núm. 11: 25; etc.). Sencillamente es una descripción en lenguaje humano de que los hechos de los hombres y mujeres nunca están ocultos de Dios. Cuando los hombres edificaron hacia el cielo y se exaltaron a sí mismos, descendió Dios para investigar sus planes impíos y para derrotarlos.

Edificaban.

La forma del perfecto del verbo hebreo traducida aquí "edificaban" implica que la construcción iba progresando rápidamente hacia su terminación. La expresión "hijos de los hombres" -literalmente "hijos del hombre"- es tan general en sus alcances como para sugerir que todos, o por lo menos una mayoría, de los que no servían más a Dios participaron en el proyecto.


6.

Han comenzado la obra.

La torre de Babel era un expresión de la duda en la promesa de Dios y de oposición obstinada a su voluntad. Era un monumento a la apostasía y un baluarte de la rebelión contra la Divinidad. No era sino el primer paso de un plan maligno, magistral, para regir el mundo. Esto exigía una acción pronta y decisiva para advertir a los hombres del desagrado de Dios y para frustrar sus proyectos impíos. Para que los seres humanos sepan que Dios no es arbitrario en su proceder y que no actúa por impulsos súbitos, aquí se lo representa como consultándose consigo mismo. Se declara abiertamente cuál es la razón de su intervención.

A no ser por el poder refrenador de Dios, ejercido de cuando en cuando en el curso de la historia, los malos propósitos de los hombres habrían tenido éxito y la sociedad se habría corrompido completamente. El relativo orden que hay en la sociedad de hoy se debe al poder moderador de Dios. El poder de Satanás está ciertamente limitado (ver Job 1: 12; 2: 6; Apoc. 7: 1).


7.

Descendamos.

El uso del plural "descendamos" indica la participación de por lo menos dos personas de la Deidad (ver Gén. 1: 26).

Confundamos allí su lengua.

Dios no quería destruir otra vez la humanidad. La maldad no había llegado todavía a los límites que alcanzó antes del diluvio, y Dios decidió reprimirla antes que alcanzara otra vez ese punto. Al confundir su idioma y obligarlos así a separarse, Dios tenía el propósito de impedir una acción futura unida. Cada uno de los grupos podría todavía seguir una conducta impía, pero la división de la sociedad en muchos grupos impediría una oposición concertada contra Dios. En repetidas ocasiones, desde la dispersión de las razas en Babel, algunos ambiciosos han procurado sin éxito contravenir el decreto divino de la separación. A veces, hábiles dirigentes han tenido éxito en forzar las naciones para lograr una unidad artificial. Pero con el establecimiento del glorioso reino de Dios las naciones de los salvados estarán realmente unidas y hablarán un solo idioma.

Ninguno entienda el habla de su compañero.

No se trataba de que ningún hombre pudiera entender a ninguno de sus prójimos, pues una situación tal habría hecho imposible la existencia de la sociedad. Habría diversos grupos de tribus, cada una de las cuales tendría su propio idioma. Tal es el origen de la gran variedad de idiomas y dialectos del mundo, cuyo número se aproxima ahora a los tres mil.

La multiplicidad de idiomas, aunque constituiría un obstáculo para los proyectos humanos de cooperación política y económica, no lo sería para el triunfo de la causa de Dios. El don de lenguas en Pentecostés había de ser un medio para superar esta dificultad (Hech. 2: 5-12). Las diferencias nacionales no impiden ni la unidad de la fe ni de la acción de parte de los hijos de Dios, ni tampoco el progreso de los propósitos eternos del Altísimo. La Palabra de Dios está al alcance de los hombres en su propio idioma y los hermanos en la fe; aunque separados por diferencias raciales y lingüísticas, sin embargo están unidos en su amor a Jesús y en su consagración a la verdad. La hermandad de la fe los une más firmemente de lo que podría unirlos la posesión de un idioma común. El mundo ha de ver en la unidad de la iglesia una evidencia convincente de la pureza y del poder de su mensaje (ver Juan 17: 21).


8.

Los esparció.

Lo que los hombres no habían estado dispuestos a hacer voluntariamente y en condiciones favorables, se vieron ahora obligados a hacer debido a la necesidad. La incapacidad de entender el uno el idioma del otro los llevó a incomprensiones, desconfianzas y divisiones. Los que podían entenderse entre sí formaron pequeñas comunidades. Este versículo indica que los edificadores de Babel fueron esparcidos ampliamente, con el resultado de que poco después podían encontrarse representantes de la familia humana por casi todo el mundo. Evidencias procedentes de muchos países testifican de la presencia en ellos de seres humanos, dentro de un tiempo comparativamente corto después del diluvio. Los descubrimientos arqueológicos señalan el valle de la Mesopotamia como la primera región que desarrolló una civilización diferente. Civilizaciones similares pronto surgieron en Egipto, Palestina, Siria, Anatolia, la India, la China y en el resto del mundo. Todas las evidencias disponibles confirman las escuetas palabras de las Sagradas Escrituras: "Los esparció Jehová desde allí sobre la faz de toda la tierra".

Dejaron de edificar.

Nunca se completó la torre que había de llegar hasta el cielo. Sin embargo, es evidente por la Biblia y por la historia que la población local que hubo después completó la obra de edificar la ciudad.


9.

Babel.

Mediante un juego de palabras, los hebreos vincularon el nombre de la ciudad, Babel, con el verbo hebreo balal, "confundir". Sin embargo, habría sido extraño que los babilonios hubieran derivado el nombre de su ciudad de una palabra hebrea. Los antiguos textos babilonios interpretan Bab-ilu o Bab-ilanu con el significado de "puerta de dios" o "portón de los dioses". Sin embargo, es posible que este significado fuera secundario y que el nombre procediera originalmente del verbo babilonio babalu , que significa "esparcir" o "desaparecer". Quizá los babilonios no estuvieron particularmente orgullosos de un nombre que les recordaba la culminación afrentosa de los planes anteriores para la ciudad, y por eso inventaron una explicación que hizo que apareciera el nombre como un compuesto bab, " "puerta" e ilu , "dios" (ver com. de cap. 10: 10).

La mayor parte de los comentadores modernos explican el relato de la construcción de la torre y la confusión de lenguas como pura leyenda, o como una gran exageración de alguna tragedia que ocurrió durante la construcción de la histórica torre de Babilonia, en forma de templo, que era un zigurat. En contraposición con lo que han afirmado muchas obras populares acerca de arqueología bíblica, los arqueólogos no han encontrado ninguna evidencia de que jamás hubiera existido la torre de Babel. La tablilla K3657 -muy fragmentaria - del Museo Británico, que con frecuencia se ha citado como una referencia al relato de la construcción de la torre de Babel y a la confusión de lenguas, en realidad no hace referencia ninguna a este acontecimiento, como lo han demostrado estudios posteriores y una mejor comprensión de este texto. El que únicamente cree en los relatos bíblicos que son corroborados por una evidencia externa, rehusará creer en el relato de Gén. 11. Sin embargo, el que cree que la Biblia es la Palabra inspirada de Dios, aceptará como auténtica esta narración junto con todos los otros relatos de la Biblia.

La pasión de los habitantes de la Mesopotamia por construir elevadas torres no cesó con la primera tentativa frustrada de erigir una que llegara hasta el "cielo". Continuaron edificando torres en forma de templos o zigurats durante toda la antigüedad. Todavía existen varias de tales ruinas. La que está mejor conservada se halla en Ur, el hogar original de Abrahán. Se desconoce la ubicación exacta de la torre original. Fue reemplazada probablemente por una torre-templo erigida posteriormente en Babilonia. Una antigua tradición judía, probablemente basada erróneamente en las ruinas del siglo VII, ubica la torre de Babel en Borsippa, una ciudad ubicada a unos 15 km. al sudoeste de Babilonia. Una ruina imponente de unos 48 m de altura es todo lo que resta de una antigua torre erigida en Borsippa, que una vez consistió en siete plataformas coronadas por un templo. Algunas inscripciones de Nabucodonosor halladas debajo de los fundamentos de la construcción declaran que él completó la edificación de esa torre, cuya erección había comenzado un rey anterior. El historiador judío Josefo atribuye la torre a Nimrod, tradición que ha sido perpetuada por la población local debido al nombre que tiene, Birs-Nimrud. Al igual que todos los edificios babilonios, esta torre fue construida de ladrillos y betún y las ruinas muestran las marcas de numerosos rayos que la hirieron en siglos pasados. La acción de ese intenso calor ha soldado los ladrillos superiores y el asfalto convirtiéndolos en una sólida masa. Durante siglos, los viajeros han descrito los efectos del fuego celeste sobre la torre, generalmente con referencia a los sucesos narrados en Gén. 11.

Sin embargo, no debiera olvidarse que la torre de Borsippa fue construida no antes del siglo VII AC por Asurbanipal y Nabucodonosor. Cualquiera que haya sido la ubicación de la primera torre de Babel, han desaparecido todos los rastros de la estructura original.

Es más probable que la antigua torre de Babel hubiera estado en el lugar del templo en forma de torre de la ciudad de Babilonia, que una vez estuvo en la zona del templo de Marduk, en la orilla oriental del Eufrates. Algunas tradiciones babilónicas pretendían que su fundamento había sido colocado en tiempos muy remotos. Varios reyes restauraron la torre durante el curso de su historia. Nabucodonosor fue el último que lo hizo. Esta torre es descrita con detalles por el historiador griego Herodoto y también por un texto cuneiforme babilonio. Tenía siete plataformas y una altura total de unos 76 m. El rey persa Jerjes la destruyó completamente junto con la ciudad de Babilonia en 478 AC. Con el propósito de reedificar la torre, Alejandro Magno hizo despejar los escombros, pero murió antes de que se pudiera realizar su plan. No queda nada en absoluto del más alto y más famoso templo en forma de torre de la antigua Mesopotamia, con excepción de las piedras del fundamento y los peldaños más bajos de sus antiguos escalones. El hecho de que desde los tiempos de Jerjes no se pudiera ver nada de esta torre, al paso que otra en la vecina Borsippa permaneciera en pie, quizá sea la razón para que judíos y cristianos relacionaran el relato de Gén. 11 con las ruinas de Borsippa.


10.

Las generaciones de Sem.

Este es el encabezamiento acostumbrado para una genealogía (ver caps. 5: 1; 6: 9; 10: 1; etc.). Moisés ahora se ocupa del linaje de Sem, cuya presentación fue interrumpida por el relato de la confusión de las lenguas. Pero los vers. 10-26 no constituyen una continuación del cuadro de las naciones del cap. 10; presentan la genealogía del linaje patriarcal desde Sem hasta Abrahán. El cap. 10 presenta la relación racial de las diversas tribus y naciones y su origen común desde Noé, al paso que el pasaje del cap. 11: 10-26 presenta el origen exacto del pueblo elegido de Dios a través de las muchas generaciones que transcurrieron. Esta es una continuación de la lista de las generaciones desde Adán hasta Noé tal como se presenta en el cap. 5. Los primeros cuatro descendientes de Sem, ya enumerados en la parte semítica del cuadro de las naciones, son repetidos aquí para mostrar el origen directo de los hijos de Taré a través de Peleg.

Sem, de edad de cien años.

Esta declaración muestra que Sem era dos años menor que Jafet (ver com. de cap. 5: 32)

Fuera de duda, los nombres presentados son personales y no denominan tribus, tal como lo indica la edad exacta dada para cada hombre cuando nació su primogénito, a través del que continúa la línea genealógica, y la duración posterior de su vida. La observación de que algunos de los nombres, tales como los de Arfaxad o Heber, aparecen también como nombres de tribus en el cap. 10: 21, 22 no es un argumento válido para poner en duda la existencia real de los hombres aquí nombrados.


11.

Vivió Sem, después que engendró a Arfaxad.

Puesto que la fórmula usada por Moisés en los vers. 10 y 11 es un modelo de los breves esquemas biográficos que siguen, no es necesario comentar en detalles los vers. 12-26. Una notable diferencia entre la fórmula usada aquí y la del cap. 5 es la omisión de la edad total de cada persona que está en la lista del cap. 11. Sin embargo, nada se pierde porque en cada caso la edad total de cada hombre puede computarse fácilmente sumando los años que tenía cuando nació su primogénito con los años restantes de su vida. Es desconocida la razón que tuvo Moisés para hacer esta diferencia en el estilo de las dos listas.


12.

Arfaxad.

Ver com. de cap. 10: 22. Antes del diluvio, la edad promedio de los padres cuando nació su primogénito había sido de 117 años (la menor 65, la mayor 187 años); pero después del diluvio disminuyó a 30-35 años, aunque Taré y Abrahán engendraron hijos a una edad excepcionalmente avanzada.

La misma disminución se advierte en la edad total de los seres humanos después del diluvio. Aunque Noé mismo alcanzó la edad antediluviano de 950 años, la edad de Sem fue sólo de 600 y la de su hijo Arfaxad nada más que 438 años. En las generaciones sucesivas continuó el proceso, de modo que Nacor, el abuelo de Abrahán, vivió sólo 148 años. La gran disminución de la vida después del diluvio pudo haberse debido parcialmente a cambios climáticos. Más importante todavía fue el cambio en el régimen alimentario, del vegetarianismo a un régimen que incluía la carne de animales (PP 98; CRA 467). Con cada generación sucesiva, la raza humana fue perdiendo más y más la herencia de vigor físico de Adán y, posiblemente el efecto vigorizante del fruto del árbol de la vida.


13.

Sala.

"El que fue enviado". Este es un nombre semítico, también usado entre los colonizadores fenicios de Cartago en el norte del África.


14.

Heber.

"El que cruza". Puesto que los descendientes de Heber habían de cruzar el Eufrates y emigrar hacia Siria y Palestina, este nombre quizá indique discernimiento profético de parte de sus padres (ver com. de cap. 10: 21).


16.

Peleg.

Significa "división" " (ver com. de cap. 10: 25).


18.

Reu.

Significa "amigo" o "amistad". Posiblemente es una abreviatura de Reuel, "amigo de Dios", el nombre de varios personajes bíblicos (Gén. 36: 4; Exo. 2: 18; Núm. 2: 14).


20.

Serug.

Quizá signifique "el entrelazado", "el enredado" o "rama de la vid". No es seguro cuál fue el significado que se tuvo en cuenta.


22

Nacor.

"El que resopla". Quizá tuviera algún impedimento en su habla.


24.

Taré.

No tiene significado en hebreo, pero en el idioma ugarítico, relacionado con el hebreo, significa "novio".


26.

Taré vivió setenta años.

Este texto parece implicar que Abram, Nacor y Harán eran trillizos, nacidos cuando su padre Taré tenía 70 años. Que eso no fue así, es evidente por las siguientes consideraciones. Taré murió en Harán a la edad de 205 años (cap. 11: 32). Abram fue a Canaán a la edad de 75 años (cap. 12: 4). Abram fue invitado a dejar Harán después de la muerte de su padre, como se declara explícitamente en Hech, 7: 4. De modo que Abram no puede haber tenido más de 75 años cuando murió su padre, y Taré tenía por lo menos 130 años cuando

nació Abram. Por lo tanto, el pasaje del cap. 11: 26 significa que Taré comenzó a engendrar hijos cuando tenía 70 años. Abram, el menor de los tres hijos, es mencionado primero debido a su importancia como progenitor de los hebreos. Aunque no es seguro cuál de los otros dos hijos de Taré -Nacor o Harán- era el mayor, el hecho de que Nacor se casara con la hija de Harán (cap. 11: 29) puede indicar que Harán era mayor que Nacor (ver com. de cap. 5: 32).

Abram.

"Padre de elevación" o "padre exaltado", para destacar su puesto de honor como progenitor del pueblo escogido de Dios. Su nombre fue más tarde cambiado por Dios a Abrahán (cap. 17: 5). Este mismo nombre aparece en los registros egipcios como el de un gobernante amorreo de una ciudad palestina en el mismo tiempo cuando vivió Abram. Aparece también en documentos cuneiformes contemporáneos de Babilonia, lo que muestra que el nombre no era desconocido.

Nacor.

Este hijo de Taré tuvo el mismo nombre que su abuelo.

Harán.

Este nombre no tiene significado en hebreo. Similar a Harán es Jarán, la ciudad donde se estableció Taré. El nombre de la ciudad, relacionado con la raíz de una palabra asiria que significa "camino real", quizá indique su ubicación sobre una de las principales rutas comerciales entre Mesopotamia y el Mediterráneo.

Así como fue el caso en lo que atañe a la cronología antediluviana, el Pentateuco Samaritano y la LXX dan a los patriarcas del período comprendido entre el diluvio y el nacimiento de Abram, vidas considerablemente más largas que el texto hebreo y las traducciones modernas basadas en él (ver comentario del cap. 5: 32). Al paso que la VVR computa 352 años entre el diluvio y el nacimiento de Abram, la versión Samaritana presenta 942, y la LXX 1.132, o bien 1.232 (según variaciones del texto; véase la pág. 189).

Sin embargo, la inserción que hace la LXX de Cainán entre Arfaxad y Sala quizá sea justificada. En esto la LXX está confirmada por Lucas, que también ubica a Cainán en ese lugar (Luc. 3: 35, 36). A pesar de la aparente discrepancia entre Moisés (y 1 Crón. 1: 24) por un lado, y Lucas y la LXX por el otro, no existe una dificultad verdadera. Las Escrituras contienen numerosos ejemplos llamativos de la omisión de nombres de las listas genealógicas. Por ejemplo, Esdras al remontar su propio linaje hasta Aarón omite por lo menos seis nombres (Esd. 7: 1-5; cf. 1 Crón. 6: 3-15).

En la genealogía de Jesús presentada varios siglos más tarde por Mateo se han omitido cuatro reyes de Judá y posiblemente otros antepasados de nuestro Señor (ver com. de Mat. 1: 8, 17). Por lo tanto, la posible omisión que hace Moisés al eliminar a Cainán de la lista de Gén. 11: 10-26, no debiera considerarse una inexactitud sino más bien un ejemplo de una práctica común entre los escritores hebreos.

Cualquiera sea el caso, la lista dada por Moisés debe considerarse bastante completa. Elena G. de White se refiere (PP 117) a una "línea ininterrumpida" de hombres justos -desde Adán hasta Sem- que transmitieron el conocimiento de Dios que heredó Abram. Algunos han interpretado esta declaración en el sentido de que Abram probablemente fue instruido personalmente por Sem. Si es así, entonces Abram nació algunos años antes de la muerte de Sem, la que ha sido ubicada 500 años después del diluvio.

Los que llegan a esta conclusión basándose en el pasaje ya mencionado, infieren que el mismo apoya el texto hebreo en oposición a las cronologías de la época, tanto de la Samaritana como de la LXX, y hace imposible que haya un número considerable de omisiones en la lista genealógica de Moisés. Hasta que se disponga de más información cronológica definida, la cronología de los acontecimientos anteriores al nacimiento de Abram debe considerarse tan sólo aproximada. Con el advenimiento del patriarca Abram llegamos a un fundamento para estructurar una cronología más sólida.


27

Taré.

Hasta aquí Moisés ha narrado la historia de toda la humanidad. En adelante, el registro inspirado se refiere casi exclusivamente a la historia de sólo una familia: el pueblo elegido de Dios. En el resto del AT, por lo general se presta atención a otras naciones sólo cuando se relacionan con el pueblo de Dios.

Harán engendró a Lot.

Lot, "el oculto". Se presenta a Lot debido al papel que iba a jugar como compañero de Abram en la tierra de Canaán y como progenitor de los moabitas y amonitas.


28.

Murió Harán antes que su padre.

Literalmente, "en el rostro de su padre", con el significado de "mientras su padre todavía estaba vivo", o, "en la presencia de su padre". Esta es la primera mención (aunque no sea necesariamente el primer caso) de un hijo muerto antes que su padre.

Ur de los caldeos.

Tal como lo demuestran documentos escritos y excavaciones recientes, la ciudad natal de Harán tuvo una historia larga y gloriosa. Las ruinas de Ur han sido conocidas por mucho tiempo con el nombre moderno de Tel el-Muqayyar , y se encuentran más o menos a mitad de camino entre Bagdad y el golfo Pérsico. Entre los años 1922 y 1934 una expedición conjunta británico-norteamericana llevó a cabo lo que ha resultado ser una de las más fructíferas excavaciones de toda la Mesopotamia. Algunas tumbas reales de una dinastía remota entregaron su fabuloso depósito de tesoros. Las bien preservadas ruinas de casas, templos y un templo en forma de torre, han proporcionado una riqueza de material con la cual podemos reconstruir la fluctuante historia de esta ciudad que jugó un papel tan importante desde los albores de la historia hasta el tiempo del imperio persa. Cuando Abram vivió en ella, en los comienzos del segundo milenio AC, la ciudad poseía una cultura excepcionalmente elevada. Las casas estaban bien construidas y por lo general tenían dos pisos. Las habitaciones de la planta baja se agrupaban en torno de un patio central y una gradería llevaba a la planta alta. La ciudad tenía un sistema de desagüe eficaz, mejor que el de algunas ciudades actuales de ese país. Se enseñaba lectura, escritura, aritmética y geografía en las escuelas de Ur, lo que resulta evidente por los muchos ejercicios escolares que han sido descubiertos. En el AT esta ciudad generalmente es llamada "Ur de los caldeos", expresión que todavía no ha sido encontrada en los textos cuneiformes de Mesopotamia. Allí simplemente se la llama "Ur". Sin embargo, se sabe que la región de Ur fue posteriormente habitada por tribus caldeo-arameas, que pueden haber llegado un poco antes (ver com. de cap. 10: 22). Esas tribus estuvieron íntimamente relacionadas con la familia de Taré, y ambas fueron descendientes de Arfaxad. El recuerdo de ese vínculo familiar se mantuvo vivo porque los descendientes siempre se refirieron al hogar familiar original como Ur en Caldea, o "Ur de los caldeos".

El elevado nivel cultural de Ur en el tiempo de Abram acalla las burlas de los que tildan a Abram de nómada e ignorante. El pasó su juventud en una ciudad de refinada cultura, siendo hijo de uno de sus ciudadanos acaudalados y sin duda era un hombre bien educado.

También Abram debe haber estado familiarizado con la vida religiosa de Ur, que era politeísta como lo demuestran las excavaciones. Josué declara que Taré, padre de Abram, había servido a otros dioses en Ur (Jos. 24: 2). Se puede suponer que los demás hijos de Taré hicieron lo mismo, pues Raquel, esposa de Jacob, robó los ídolos de su padre Labán que era nieto de Nacor, hermano de Abram (Gén. 31: 19). Es un milagro que la fe monoteísta de Abram permaneciera intacta frente a las influencias paganas que lo rodeaban.


29.

Tomaron Abram y Nacor para sí mujeres.

Milca, esposa de Nacor, era hija de su hermano Harán y por lo tanto su propia sobrina. Sara, la esposa de Abram, era su medio hermana, hija de Taré con otra esposa que no era madre de Abram (cap. 20: 12). El casamiento con una medio hermana y con otros parientes cercanos posteriormente fue prohibido por el código civil mosaico, aunque evidentemente todavía era permitido en el tiempo de Abram (ver Lev. 18: 6, 9, 14).

Isca.

No es claro por qué se menciona aquí a Isca, otra hija de Harán. Siguiendo una antigua tradición judía, algunos comentadores han visto este nombre como otro nombre de Sara, la esposa de Abram. Otros piensan que era la esposa de Lot. No hay una base fundada en hechos para ninguna de tales suposiciones.


30.

Sara era estéril.

Esta declaración parece implicar un contraste con Milca, la cuñada de Sarai (cap. 24: 24) y anticipa la gran importancia de la esterilidad de Sarai en la prueba de fe de Abram.


31.

Salió.

Las Escrituras presentan claramente que Abram fue aquel a quien Dios se le reveló en Ur de los caldeos, y no a Taré como podría inferirse por este pasaje (PP 119). Esteban dijo a sus oyentes que Abram había salido de la "Mesopotamia, antes que morase en Harán", en respuesta a una orden explícita que le dirigió Dios personalmente (Hech. 7: 2, 3). Posteriormente Dios le recordó a Abram que él lo había sacado de Ur de los caldeos (Gén. 15: 7), no de Harán (ver también Neh. 9: 7). Llegamos a la conclusión de que Abram fue llamado en dos etapas. La primera mientras vivía en Ur, fue para que dejara a su tribu ancestral, pero la segunda en Harán, fue para que abandonara a sus parientes inmediatos, aun la casa de su padre (Gén. 12: 1). Cuando Abram recibió el primer llamamiento, obedeció inmediatamente y dejó el antiguo ambiente para encontrar un nuevo hogar en el país que Dios le prometía proporcionarle. Debe haber tenido una influencia considerable sobre su padre Taré, sobre su hermano Nacor y su sobrino Lot, porque todos ellos eligieron acompañarle. Nacor no es mencionado como uno de los que salieron de Ur con Taré y Abram, pero si no salió en esta ocasión, debe haber proseguido un poco después (ver cap. 24: 10). Aunque Abram recibió el llamamiento en Ur, todavía vivía bajo el techo de su padre, de modo que esperó que su padre tomara la iniciativa del viaje, si es que estaba dispuesto a hacerlo. Evidentemente Taré consintió y, como cabeza del hogar, se puso al frente de las operaciones de traslado. La educación oriental requería que se mencionara a Taré actuando como cabeza de su hogar. Hubiera parecido como algo completamente fuera de lugar decir que Abram llevó a su padre Taré.

Para ir a la tierra de Canaán.

Esto indica que Canaán fue su destino desde el mismo principio. Había dos posibles rutas para viajar desde Ur, en la Mesopotamia meridional, hasta Canaán. Una llevaba directamente a través del gran desierto de Arabia, pero una gran caravana formada por manadas, rebaños y muchos siervos posiblemente no podía atravesar un territorio tal. La otra ruta iba por la parte superior del Eufrates, a través del estrecho desierto de la Siria septentrional y luego por el valle del Orontes hacia el sur hasta Canaán. Evidentemente ésta fue la ruta por la cual debían viajar ellos.

Vinieron hasta Harán.

Harán está sobre el río Balik, en el norte de la Mesopotamia, a medio camino entre Ur y Canaán. No se da la razón para esta interrupción del viaje, pero puede haber sido ocasionada por lo atrayente de la región, o más probablemente por la edad avanzada y la debilidad de Taré. Harán se convirtió, para la mayor parte de la familia, en un lugar permanente de residencia, lo que quizá implique que los atractivos de la región pueden haberlos inducido a la decisión original de detenerse allí. Los valles del Balik y del Quebar contienen fértiles campos de pastoreo. Es posible que toda la región estuviera muy poco poblada y pareciera ofrecer excelentes posibilidades de aumentar la riqueza de la familia antes de que prosiguieran hacia Canaán. Cualquiera que haya sido la razón, Taré y su familia acamparon en un lugar que llamaron Harán, quizá como homenaje a su hijo y hermano que había muerto en Ur. Debido a una leve diferencia entre la forma hebrea de escribir el nombre de Harán , hijo de Taré, y el de la ciudad Jarán , resulta incierta la relación de los dos.

La evidencia de cuán firmemente se establecieron los tareítas en su nuevo hogar se ve claramente, porque varios de sus nombres familiares se arraigaron en las ciudades de la región durante siglos, y en algunos casos durante milenios. Harán, ciudad importante durante el segundo y el primer milenio AC, quizá haya recibido ese nombre en homenaje de Harán, como ya fue sugerido. El recuerdo de Peleg persistió en el nombre de la ciudad Paliga , en la desembocadura del río Jabur. Nacor dio su nombre a la ciudad de Nacor (cap. 24: 10), posteriormente llamada Til-Nahiri , cerca de Harán. El nombre de Serug se refleja en la localidad vecina de Sarugi y el lugar Til-sha-turahi sobre el río Balik quizá perpetúe el nombre de Taré. Los nombres de estos lugares son una evidencia clara de que la familia de Taré ocupó esta región en tiempos antiguos.


32.

Murió Taré en Harán.

No se dice cuánto tiempo vivió Taré en Harán. En vista de la proverbial prontitud de Abram para obedecer a Dios, parece muy poco probable que él hubiera permanecido en Harán durante muchos años, sabiendo que el Señor quería que fuera a Canaán, a no ser debido a la edad o enfermedad de su padre. Es más probable que Taré se detuviera durante un tiempo cerca del río Balik para restablecerse, y no que la atracción de la zona lo hubiera inducido a olvidar su propósito. En tales circunstancias, la piedad filial habría mantenido a Abram cuidando solícitamente de su padre. Todos habrían pues permanecido en Harán con el propósito de reanudar su marcha cuando se sanara Taré. Cuando él murió, Abram y Lot siguieron adelante con su plan original, pero otros miembros de la familia fueron cautivados por la fertilidad de la región y no estuvieron dispuestos a dejarla.

Al igual que Moisés algunos siglos después, Taré no entró en la tierra prometida. Estamos obligados a recordar nuestra condición de peregrinos porque muchos de los fieles hijos de Dios mueren en su camino a la Canaán celestial. Sin embargo, lo grave de la muerte de Taré no fue nada en comparación con la decisión de Nacor de permanecer en Harán. El y su familia, voluntariamente, se apartaron de las promesas de Dios rehusando acompañar a Abram hasta la tierra prometida. Como resultado, finalmente ellos y sus descendientes desaparecieron del escenario de la historia, al paso que Abram y su posteridad permanecieron por siglos como el receptáculo del favor especial de Dios y el canal de la bendición celestial para el mundo.


COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE

1-9 PP 110-116; SR 72-75

2, 4 CV 43; PP 112

5 CV 43; PP 115

5-7 PP 113

8 PP 113

9 8T 215

28 EC 16

31 PP 119

Génesis 11 RVR60


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