Comentario Bíblico Adventista Éxodo 4
Comentario Bíblico Adventista
Éxodo Capítulo 4
1.
Ellos no me creerán.
La pregunta previa de Moisés, después de la promesa de Dios de dirección y protección (cap. 3: 13), había implicado disposición para ir y un deseo de mayor información. Ahora parece que Moisés todavía se oponía mucho a la idea de aceptar la comisión. Se ha procurado defenderlo explicando lo que él quiso decir: "¿Qué sucedería si el pueblo no me creyera ... ?" Pero su declaración es enfática y no puede ser traducida ni explicada en esa forma. Es concebible que, desde que Jacob entró en Egipto más de dos siglos antes, ninguna revelación divina había sido impartida a Israel y, por lo tanto, fácilmente pudo haber surgido la duda en cuanto a la validez de la pretensión de Moisés de haber recibido una comisión divina.
3.
Se hizo una culebra.
Puesto que la fe de
Moisés no era todavía lo suficientemente fuerte como para depender de la señal
futura prometida (cap. 3: 12), Dios le proporcionó inmediatamente señales por
las cuales pudiera demostrar la legitimidad de su misión. Estas tres señales
tenían el propósito de convencer a los israelitas de que Dios se había aparecido
a Moisés, pero servían al mismo tiempo para fortalecer la fe de Moisés y disipar
su temor del fracaso. Esta habría de ser la evidencia de que Dios había llamado
a Moisés para ser el dirigente de Israel y lo había dotado con el poder para
desempeñar esa responsabilidad.
4.
Por la
cola.
Un encantador de serpientes generalmente las toma por el cuello
para que no puedan morderlo. Moisés fue instruido a fin de que mostrara su
confianza en Dios tomando la culebra por la cola.
6.
Su mano estaba leprosa.
La lepra estaba considerada
como absolutamente incurable. Su aparición instantánea y su desaparición eran
contrarias a toda experiencia y se aceptarían como una evidencia de poder
sobrenatural. Esta señal también puede haber servido como una admonición de que
aquel que resistiera o desobedeciera a Moisés sufriría penosos resultados. Al
paso que el propósito del primer milagro fue probar que Moisés era el hombre a
quien el Señor había llamado para ser el dirigente de su pueblo, el del segundo
fue dejar en claro que, como mensajero de Dios, se le concedía el poder
necesario para ejecutar la tarea.
8.
La voz
de la primera señal.
Dios personificó estas señales como que tuvieran
una "voz", pues habían de dar testimonio de él en la persona de su instrumento
escogido. De acuerdo con la Escritura, todo tiene una "voz", si tan sólo
escuchamos con nuestro corazón: el día, la noche, los cielos, las bestias, las
aves del aire, los peces y aun las mismas piedras. Ellos claman en voz alta y
levantan su voz proclamando la voluntad de su Hacedor, sea que el hombre escuche
o no escuche (Sal. 19: 1-3; Job 12: 7, 8; Hab. 2: 11; Luc. 19: 40).
9.
Las aguas.
Los egipcios adoraban
el Nilo como la fuente de la prosperidad nacional. El poder para convertir en
sangre el agua vivificadora del Nilo implicaría poder sobre los dioses de Egipto
y para desolar la tierra de Egipto. Por esta señal Israel había de aprender a
confiar en Dios, al mismo tiempo que, también por ella, Faraón y los egipcios
serían después inducidos a temerlo (cap. 7: 15-19). Así Moisés no sólo llegó a
ser depositario de la palabra de Dios sino que también fue dotado con su poder.
Fue el primer profeta y hacedor de milagros enviado por Dios a su pueblo y así
llegó a constituirse en un símbolo de Cristo(Deut. 18: 15; Juan 1:45; Hech. 3:
22).
10.
Nunca he sido hombre de fácil
palabra.
En vista de las promesas de Dios para facilitar su misión,
parece injustificable que aquel que había sido "poderoso en sus palabras y
obras" (Hech. 7: 22) pretendiera tener dificultad para hablar. Su larga ausencia
de Egipto y el hecho de que no había hablado el egipcio durante su permanencia
en Madián sin duda lo hicieron sentirse descalificado para ir delante de Faraón;
pero debiera haber estado listo para confiar en Dios. Se ha sugerido que Moisés
temía hablar en hebreo porque había estado viviendo entre los medianitas. Pero
ésta no puede haber sido la razón ya que las inscripciones madianitas difieren
muy poco del antiguo hebreo. La tradición judía de que Moisés tenía dificultad
para pronunciar ciertas letras hebreas tampoco tiene base.
12.
Yo estaré con tu boca.
Dios
pacientemente razonó con Moisés como con un amigo. El que había hecho la boca
del hombre ciertamente podía impartir la habilidad de hablar con fluidez.
13.
Envía, te ruego.
Cuando fueron
refutadas todas las excusas que pudo presentar Moisés, resultaron evidentes sus
motivos ocultos. Lo que al principio había parecido ser duda en cuanto a su
propia habilidad se reveló ahora como desconfianza en Dios (vers. 19). Rehusó ir
por propósitos prácticos. Su corta y casi ruda respuesta ante la comisión divina
es aún más enfática en hebreo que en castellano.
14.
Jehová se enojó.
La expresión usada es vigorosa pero
probablemente sólo significa que Dios estaba disgustado. Tan sólo castigó a
Moisés dividiendo entre los dos hombres la responsabilidad que Moisés iba a
llevar solo.
Aarón, levita.
No es claro por qué Dios aquí habló
de Aarón como "levita". Algunos han sugerido que había otros del mismo nombre
entre los israelitas y que esa designación era necesaria para distinguirlo. Pero
no es claro por qué las palabras "tu hermano" no habrían sido suficientes en
este caso. Otros han pensado que la designación anticipa la futura consagración
de su tribu para el servicio especial de Dios.
El saldrá.
Se ha
sugerido que Aarón había hecho planes para visitar a Moisés en Madián a fin de
informarle de la muerte del rey de quien había huido (cap. 2: 15, 23).
Cualesquiera hubieran sido las circunstancias, Aarón no comenzó su viaje hasta
que Dios le ordenó que fuera (cap. 4: 27).
16.
El hablará por ti.
Dios prometió estar con ambos: con
Moisés para que pudiera expresar con exactitud lo que Dios le reveló, y con
Aarón para que pudiera hablar clara y persuasivamente. Era más honorable la
posición de Moisés, aunque la de Aarón le hubiera parecido superior al pueblo.
En lugar de Dios.
En el pasaje del cap. 7: 1 Dios prometió a
Moisés que su hermano sería su profeta o portavoz. La inspiración divina habría
de descansar sobre Moisés. Aarón aceptaría las palabras de Moisés como palabras
de Dios y haría todo lo que Moisés le ordenara.
17.
Tomarás en tu mano esta vara.
A Moisés se le ordenó que
no tomara cualquier vara sino la que ya se había transformado en serpiente. El
plural "señales" indica las plagas que habrían de caer sobre Egipto, puesto que
tan sólo una de las tres señales que hasta entonces se le habían dado habría de
ser realizada con la vara.
18.
Iré ahora.
Moisés no mencionó a Jetro el verdadero objeto de su viaje por temor de
que Jetro rehusara dar permiso a su esposa e hijos para que lo acompañaran, y
posiblemente también porque un informe de su regreso a Egipto podría llegar
hasta la corte antes de que estuviera listo para presentarse allí, haciendo así
más difícil su misión.
19.
Vuélvete.
Mientras Moisés hacía los preparativos para volver a Egipto, el Señor se
le apareció por segunda vez para confirmarle que no necesitaba temer por su
seguridad personal, siendo que habían muerto Faraón y todos los que procuraban
matarlo.
20.
Sus hijos.
Moisés
tenía dos hijos (cap. 18:3, 4), Gersón, cuyo nacimiento se menciona en el cap.
2: 22, y Eliezer, que probablemente apenas era un niño. Este último parece haber
nacido después del regreso de Moisés al hogar de Jetro, puesto que en el cap.
2:22 se habla sólo de un hijo nacido antes de la manifestación divina en el
monte Horeb.
Los puso sobre un asno.
Los antiguos egipcios nunca
viajaban montados en animales, aunque con frecuencia describían a los
extranjeros -especialmente a los niños y a los nobles- viajando en burros. Estas
palabras sugieren que Moisés había renunciado a sus antiguos hábitos egipcios y
había adoptado las formas semíticas de vida.
La vara de Dios.
La
vara de Moisés (cap. 4: 2) se había convertido en la "vara de Dios" como
resultado de los milagros registrados en los vers. 3 y 4.
21.
Todas las maravillas.
Una vez más Dios se
le apareció a Moisés, ya fuera antes de que saliese de Madián o en el camino a
Egipto. En esta ocasión Dios le impartió a Moisés informaciones concernientes a
lo que debía esperar en Egipto. La expresión "todas las maravillas" no se
refiere únicamente a las tres señales mencionadas en los vers. 2-9, sino a todos
los milagros que habría de realizar en la presencia de Faraón.
Endureceré su corazón.
En la parábola de Cristo del sembrador y
la semilla no había diferencia entre la semilla esparcida en una clase de tierra
y en las otras, ni tampoco en la forma como fue sembrada. Todo dependía de la
recepción dada a la semilla por cada tipo de tierra. De la misma manera, el
endurecimiento del corazón de Faraón en ninguna manera fue un acto de Dios, sino
más bien una elección deliberada de parte del rey (ver PP 272). Mediante
repetidas amonestaciones y despliegue del poder divino, Dios envió luz que tenía
el propósito de señalarle a Faraón los errores de su conducta, para suavizar y
subyugar su corazón e inducirlo a cooperar con la voluntad divina (DTG 289).
Pero cada manifestación sucesiva del poder divino lo dejó más determinado a
hacer su propia voluntad. Al rehusar ser corregido, despreció y rechazó la luz
hasta que quedó insensible a ella, y la luz finalmente le fue retirada. Fue pues
su propia resistencia a la luz lo que endureció su corazón. Aun los paganos
reconocieron que fueron Faraón y los mismos egipcios quienes endurecieron su
corazón, y no Dios (1 Sam. 6: 6).
Los comentadores han diferido mucho en
su comprensión del endurecimiento del corazón de Faraón, aquí atribuido a Dios,
Hay en conjunto diez declaraciones tales, En ocho de ellas (Exo. 4: 21; 9:
12;10: 20; 27; 11:10; 14: 4, 8, 17) se usa la palabra jazaq , que significa que
Dios haría "firme" el corazón de Faraón de modo que no se conmoviera y cambiaran
sus sentimientos hacia Israel. En el pasaje del cap. 7: 3 se usa otra palabra
hebrea, qasháh , que implica que el Señor haría "duro" o "insensible" el corazón
de Faraón. En el pasaje del cap. 10: 1 se usa una tercera palabra, kabed , la
cual significa que Dios había hecho "pesado" el corazón de Faraón, o insensible
a la influencia divina, Que las diferentes palabras se usan más o menos
indistintamente resulta evidente por el estudio del contexto.
Hay
también diez declaraciones que indican que Faraón endureció su propio corazón.
En cuatro de ellas (caps. 7: 13, 22; 8: 19; 9: 35) se usa la palabra jazaq ,
"hacer firme", en cinco (caps. 7: 14; 8: 15, 32; 9: 7, 34) la palabra kabed ,
"hacer pesado", y en una (cap. 13: 15) la palabra qasháh , "hacer duro". El
endurecimiento del corazón de Faraón fue evidente, en primer lugar, porque no
prestó atención a la demanda del Señor de que dejara ir a Israel. Su negativa no
sólo se expresó durante las plagas que pudieron imitar los magos de Egipto, sino
también durante aquéllas que los magos mismos reconocieron que eran "dedo de
Dios" (cap. 8: 19). Continuó también después de que cayeron sobre los egipcios y
no sobre el pueblo de Israel, la cuarta y la quinta plagas, un hecho del que fue
informado el rey (cap. 9: 7). El endurecimiento de su corazón se demostró aún
más claramente cuando quebrantó su promesa de dejar salir a Israel bajo la
condición de que Moisés y Aarón eliminarían la plaga, y cuando se vio forzado a
confesar que había pecado (cap. 9: 27). De modo que cuando se le dijo a Moisés,
antes de llegar a Egipto, que el Señor endurecería el corazón de Faraón (cap. 4:
21), Dios se refirió a la continua negativa del rey de obedecerle y dejar salir
a los israelitas.
Dios no se complace con el sufrimiento y muerte de los
impíos, sino que desea que todos se arrepientan y se salven (Eze. 33: 11; 1 Tim.
2: 4; 2 Ped. 3: 9) y hace que su sol brille sobre los malos y los buenos (Mat.
5: 45). Pero así como el sol afecta los diversos materiales de una manera
diferente, de acuerdo con la naturaleza de ellos (derrite la cera y endurece la
arcilla, por ejemplo), así también la influencia del Espíritu de Dios sobre los
corazones de los hombres produce diferentes efectos de acuerdo con las
condiciones del corazón. El pecador arrepentido permite que el Espíritu de Dios
lo conduzca a la conversión y a la salvación, pero el impenitente endurece más y
más su corazón. La mismísima manifestación de la misericordia de Dios, en el
caso de uno, conduce a la salvación y la vida, y en el caso del otro, al juicio
y a la muerte; a cada uno de acuerdo con su propia elección.
22.
Israel es mi hijo.
Al declarar
que Israel es el primogénito de Dios, Moisés había de usar un lenguaje familiar
al rey de Egipto. Cada faraón se consideraba a sí mismo el hijo del dios-sol
Amón Ra.
23.
Yo voy a matar a tu hijo.
Para el cumplimiento de esta predicción véase el pasaje del cap. 12: 29.
Moisés no pronunció esta amenaza hasta que se habían agotado todos los otros
medios de persuasión, cuando supo que se entrevistaba por última vez con el rey
(caps. 10: 29; 11: 4, 5; PP 278). Al proceder así, indudablemente llevó a cabo
una de las muchas indicaciones especiales recibidas después de su regreso a
Egipto (caps. 6: 11; 7: 9, 15, 19, etc.).
24.
En una posada.
Es engañosa la traducción "posada". No
había posadas, ni aun caravaneras, en el camino entre Madián y Egipto. La
palabra hebrea usada aquí más bien significa " "un lugar donde pasar la noche"
(cf. Jos. 4: 3, 8; Isa. 10: 29). Se lee en la BJ: "el lugar donde pasaba la
noche". El incidente se realizó probablemente cerca de un pozo o abrevadero
donde se había detenido la familia por la noche.
Quiso matarlo.
Algunos han pensado que Moisés pasó por una experiencia similar a la de
Jacob en Peniel (Gén. 32: 24-32). Otros han sugerido que le sobrevino una súbita
y grave enfermedad, que él y Séfora reconocieron como un castigo de Dios por no
haber cumplido con sus órdenes. En realidad, un ángel se le apareció a Moisés de
una manera amenazadora, como si hubiera intentado matarlo (PP 261).
25.
Séfora tomó un pedernal afilado.
Los cirujanos de Egipto comúnmente usaban cuchillos de piedra. De
acuerdo con Jos. 5: 2 también había los instrumentos usuales para realizar el
rito de la circuncisión.
Cortó el prepucio.
Moisés volvió a
Egipto con sus dos hijos (Exo. 4: 20). Evidentemente Gersón, el mayor, había
sido circundado de acuerdo con las instrucciones de Dios a Abrahán (Gén. 17:
10-14). Este rito había sido descuidado en el caso de Eliezer, el menor (PP
261). No creyendo en la necesidad de la circuncisión, Séfora había resistido la
intención de su esposo de circuncidar a Eliezer en el tiempo señalado. La
aparición del ángel puso de manifiesto que su oposición no excusaba a Moisés de
la administración del rito. Ahora, cuando la vida de su esposo estaba en
peligro, ella sintió la necesidad de llevar a cabo la operación por sí misma.
Esposo de sangre.
Estas palabras son claramente una expresión de
reproche. Muestran que Séfora llevó a cabo el rito a regañadientes, no por un
deseo de obedecer a Dios sino por necesidad, para salvar la vida de su esposo.
Parece que quiso decir que Moisés era un esposo de tan baja ralea, que se
necesitaba derramar la sangre de su hijo para cumplir con una costumbre nacional
que ella consideraba como bárbara.
26.
Le
dejó luego ir.
Dios aceptó el tardío proceder de Séfora y restauró a
Moisés.
A causa de la circuncisión.
Cuando el ángel liberó a
Moisés, Séfora repitió sus palabras de reproche, añadiendo como explicación
literalmente: "A causa de la circuncisión". Puede haber pensado en aquella a la
que fue sometido Gersón en Madián y en la de Eliezer.
27.
Ve a recibir a Moisés al desierto.
Esta instrucción
para Aarón debe haberle sido dada algún tiempo antes de que Moisés saliera de
Madián, pues se encontraron en Horeb, en el corazón de la península del Sinaí
(ver com. de cap. 3:1), poco después de que Moisés dejara la casa de su suegro.
También es cierto que las instrucciones dadas a Aarón fueron más completas de lo
que indica el breve registro del Exodo. Siendo que el desierto se extendía desde
el límite de Egipto, a través de la península del Sinaí, y penetraba en Arabia,
Dios debe haberle indicado precisamente el camino que debía seguir a fin de
encontrarse con su hermano.
29.
Todos los
ancianos.
En cuanto a los ancianos, ver com. de cap. 3: 16. Aunque
Moisés y Aarón no tenían autoridad para convocar a los que eran cabezas de
tribus y familias, esos hombres respondieron a su invitación.
30.
Habló Aarón.
Aarón actuó
inmediatamente de acuerdo con los deberes de su oficio como portavoz (vers. 16),
declarando a los ancianos que Dios había llamado a su hermano para llevar a cabo
su liberación. También Aarón -y no Moisés como lo hubiéramos esperado (vers.
17)- realizó las señales (PP 267). Indudablemente Dios ordenó o aprobó esta
delegación de autoridad. En ocasiones posteriores, hallamos que más de una vez
Dios le pidió a Aarón que obrara los milagros (caps. 7: 19; 8. 5, 16).
31.
El pueblo creyó.
Esta fue otra
evidencia del favor divino. Resalta en marcado contraste con la actitud de
indiferencia usual en los israelitas, que con tanta frecuencia " "no habían
creído a Dios, no habían confiado en su salvación" " (Sal. 78: 22). Su anhelo de
liberación y esas manifestaciones de poder milagroso lograron una respuesta
favorable de los ancianos.
Se inclinaron.
La fe del pueblo y la
forma de culto en que se expresó demostraron que la promesa de Dios hecha a los
padres todavía vivía en su corazón. Aunque su fe no soportó la prueba siguiente,
con todo, como primera expresión de sus sentimientos, dio testimonio de que
Israel estaba dispuesto a obedecer el llamamiento de Dios.
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
1-31 PP
258-262
1, 3, 4 PP 259
6-8 PP 259
10 4T 314
10-14 PP 259
14 PP 332
15-17 PP 260
16 CV 102
18 PP 260
19 SR 111
21 PP 273
22, 23 DTG 35; PP
279
24 PP 261
25, 26 PP 261
27-31 PP 262
CBA Éxodo
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