Comentario Bíblico Adventista Éxodo 5
Comentario Bíblico Adventista
Éxodo Capítulo 5
1.
Entraron a la presencia de Faraón.
Después de que Moisés y Aarón habían sido aceptados por los ancianos de Israel para que fueran sus dirigentes señalados por Dios, los dos hombres fueron a Faraón y consiguieron una audiencia con el rey. Los registros antiguos destacan que no era fácil que un plebeyo obtuviera una audiencia con el rey. La experiencia anterior de Moisés en la corte, ahora le fue de provecho, pues sabía cómo llegar hasta el rey.
Fiesta.
Era razonable el pedido presentado delante de Faraón. Los israelitas no podían ofrecer sus sacrificios de animales en presencia de los egipcios sin provocar un estallido de rencor religioso, puesto que entre los animales que habrían de ser muertos había algunos que los egipcios consideraban sagrados y, por lo tanto, no debían ser muertos por ningún motivo. Para evitar este peligro, la fiesta de los israelitas debía celebrarse más allá de los límites de Egipto, en el desierto.
2
¿Quién es Jehová?
O Faraón ignoraba el nombre
del Dios de los israelitas, o bien simuló ignorarlo. No importa cuál fuera el
caso, se sentía superior a cualquier Dios extranjero. ¿Acaso su padre y su
abuelo no habían oprimido a los israelitas sin la interferencia de su Dios? ¿Por
qué debía molestarse en tomar en cuenta a un Dios tan obviamente desinteresado
en los asuntos de su propio pueblo y, aparentemente, incapaz de ayudarlo?
3.
Para que no venga sobre nosotros.
La negativa de Faraón no amedrentó a Moisés y a Aarón como para hacerlos
retirarse, pues su confianza radicaba en el poder de Aquel que, a su debido
tiempo, cumpliría su benigno propósito. Con todo, el conocimiento de que estaban
aliados con el poder divino no los enalteció. Permanecieron siendo corteses y
considerados y emplearon sus mejores esfuerzos para persuadir al rey a fin de
que cambiara de parecer. Hicieron resaltar cuán necesario era que el pueblo
cumpliera con los requerimientos de su Dios y celebraran la fiesta que había
ordenado. En vez de amenazar al rey con castigos si persistía en rehusar que
saliera Israel, declararon ante Faraón que vendrían castigos sobre los
israelitas si no obedecían una orden tan explícita de su Dios.
4.
Volved a vuestras tareas.
Faraón
no quiso prestar oídos a la petición, y no les dio una respuesta directa.
Sospechando que Moisés y Aarón secretamente estaban tramando una revuelta para
eludir el servicio al rey, les ordenó que volvieran a sus tareas como esclavos.
Esto muestra claramente que no fue reconocida la identidad de Moisés. El rey no
sabía que Moisés había vivido antes en la corte, o que su reciente morada no era
Egipto sino la tierra de Madián.
5.
El
pueblo de la tierra.
Fue como si el rey hubiera dicho: "La chusma común
ya no sirve para nada, ¿y haréis vosotros que dejen de trabajar por completo?"
Moisés y Aarón habían introducido una reforma en la observancia del sábado, y
este hecho había llegado hasta el conocimiento del rey (PP 263). La gente,
razonó Faraón, está ociosa y necesita más trabajo para absorber sus energías.
6.
Los cuadrilleros del pueblo.
La
palabra traducida aquí "cuadrilleros" no es la misma que la del cap. 1: 11, y
probablemente designa otra clase de funcionarios. Los "comisarios" del pasaje
anterior eran los superintendentes del trabajo, probablemente pocos en número y
de elevada categoría, al paso que los "cuadrilleros" eran egipcios de una
categoría inferior y más numerosos. Los "capataces", literalmente "escribas",
eran sin duda hebreos, como es evidente por la expresión "los capataces de los
hijos de Israel" usada en el pasaje del cap. 5: 14, y por el áspero trato que
recibieron. Probablemente se los empleaba como capataces, y tenían que dar
cuenta de la obra hecha.
7.
Paja al pueblo
para hacer ladrillo.
No teniendo la intención de ser intimidado por el
Dios de los hebreos, y orgulloso en la seguridad de su propio poder, Faraón
estaba determinado a imponer su voluntad. Sospechando que el deseo de ellos de
ir al desierto no era sino una excusa inventada por holgazanes y promovida por
una sed de libertad que podría poner en peligro el reino, ideó un plan para
hacer la opresión más cruel de lo que ya era.
Tal como hoy día, en el
antiguo Egipto se hacían los ladrillos a veces con paja y otras sin ella. Lo más
común era que los ladrillos contuvieran un tipo de planta que los solidificaba
con la arcilla. Generalmente era paja, llamada tében en el hebreo bíblico y tibn
en el egipcio arábigo de hoy día. El proceso de hacer ladrillos en el antiguo
Egipto es representado por varios modelos hallados en tumbas egipcias, y también
en una pintura mural de la tumba del visir Rejmire, que vivió en tiempo de
Tutmosis III, a mediados del siglo XV AC. Muestra a hombres que sacan agua de un
charco mezclando lodo con una azada, llevando la mezcla en cántaros hasta los
que hacían ladrillos y éstos haciendo los ladrillos en moldes de madera. Un
capataz con un palo en la mano vigila al grupo de obreros. Los hombres que
llevan ladrillos son descritos como "cautivos que su majestad trajo para los
trabajos del templo de Amón". Algunos de los cautivos así representados son
semitas y hacen recordar a los hebreos.
Moisés no presenta a los hebreos
como haciendo "ladrillos sin paja", como se ha afirmado a veces erróneamente.
Más bien, el decreto de Faraón específicamente les requería que usaran paja pero
que la consiguieran ellos mismos. Si los hebreos hubieran hecho ladrillos sin
paja, habrían violado el decreto y difícilmente hubieran permitido esto los
capataces. Tales ladrillos habrían sido manifiestamente de una calidad inferior,
puesto que la paja cortada aumenta varias veces la resistencia de los ladrillos
de barro. Esto se debe en parte a la presencia de los tallos de paja mismos y
parcialmente al efecto químico de la materia vegetal en descomposición sobre la
mezcla del ladrillo. Cuando la mezcla es dejada así por unos pocos días, los
ladrillos son más fuertes y también más fáciles de hacer. Algunos han
interpretado erróneamente la presencia de ladrillos sin paja en los muros de
ciertos edificios antiguos egipcios como una prueba que confirma el relato del
pasaje del cap. 5: 7, 8. Sin embargo, esos informes se basan en una mala
interpretación del registro bíblico y en la ignorancia del arte de fabricar
ladrillos tal como se practicaba en el valle del Nilo (véase The Biblical
Archaeologist , t. 13, No. 2 [mayo de 1950], págs. 22-28).
8.
La misma tarea de ladrillo.
La palabra aquí
traducida "tarea" significa "el número requerido diariamente", e indica que se
exigía de los hebreos que produjeran una cantidad fija de ladrillos cada día.
Aunque ahora tenían que procurarse la paja, juntándola de los campos, el número
exigido de ladrillos debía ser el mismo de antes.
14.
Los capataces.
Los supervisores egipcios
["cuadrilleros", en este pasaje de la VVR] son generalmente presentados con
garrotes en las manos. Una pintura mural de un templo de Tebas, del tiempo de
Tutmosis III, muestra a un capataz con un garrote levantado en su mano mientras
dice a los obreros: "El garrote está en mi mano; no seáis haraganes". Cuando se
puso en vigor la nueva disposición del rey, pronto fue imposible que los
israelitas produjeran el número exigido de ladrillos. Por lo tanto, los
capataces hebreos, cuya ocupación era la de informar diariamente el trabajo
hecho, fueron castigados por sus supervisores egipcios.
15.
Se quejaron.
Es evidente que los capataces hebreos
tenían acceso al rey. Cuando esos hombres fueron injustamente azotados por su
incapacidad de forzar a los suyos para que produjeran la "tarea" requerida de
ladrillos, se quejaron al rey pensando que los supervisores egipcios eran los
que tenían la culpa.
17.
Estáis ociosos.
Faraón parece haberse complacido en interpretar como ociosidad el deseo
de los israelitas de adorar a su Dios. Indudablemente consideraba como perspicaz
de su parte el acusar a gente recargada de trabajo de estar ociosa y de emplear
la religión como una excusa.
21.
Abominables.
Fueron injustas las palabras que los
capataces hebreos dirigieron a los mensajeros de Dios. Generalmente son
irrazonables las palabras producidas por la ira. Pero ellos fueron aún más
lejos: acusaron indirectamente a Moisés y a Aarón de colocar una espada en las
manos de los egipcios para matarlos. Conjeturaron que Moisés y Aarón habían
inducido al rey y a sus consejeros para que los tuvieran por ociosos. No cabe
duda de que los capataces habían sufrido un duro castigo corporal (vers. 14),
probablemente una paliza, la forma habitual de ese tipo de castigo en Egipto,
Esa paliza, dada en las plantas de los pies desnudos, es extremadamente dolorosa
y no es raro que produzca la muerte si se la emplea repetidas veces.
22.
Moisés se volvió a Jehová.
Los
dos hermanos no contestaron las palabras de los capataces. Quizá su corazón
estaba demasiado abrumado para permitirles hablar y probablemente no sabían qué
decir. En cambio se volvieron a Dios, su única fuente de consuelo y dirección.
Señor, ¿por qué?
Las palabras de Moisés no reflejaban un
espíritu de descontento o insubordinación, sino de perplejidad e incertidumbre.
La pregunta y la queja procedían de una fe que no podía entender los caminos de
Dios. El pidió, a la vez, ayuda en esa hora de necesidad y que se quitara lo que
parecía contrario a la naturaleza y a la voluntad de Dios.
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
1-23 PP
262-264; SR 112-115
1, 2 PP 344
1-5 PP 262
2 CS 312; DTG
35; Ev 408; PP 285; SR 117
10-17, 21 PP 263
22, 23 PP 264
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