Comentario Bíblico Adventista Éxodo 7
Comentario Bíblico Adventista
Éxodo Capítulo 7
1.
Dios para Faraón.
La última objeción de Moisés (cap. 6: 12, repetida en el vers. 30) fue eliminada por Dios. Moisés estaba maldispuesto para presentarse por segunda vez delante de Faraón, que era tan superior a él desde un punto de vista mundano, pero Dios le recordó que, como representante del Dios del cielo y de la tierra, él era superior a Faraón. El poder de Faraón no era sino humano; el suyo era divino. El iba a ser para Faraón como "dios", con autoridad y poder para ordenar obediencia.
Tu profeta.
Así como un profeta es un portavoz de Dios, así Aarón había de hablar para Moisés, había de interpretar sus órdenes para Faraón y para los israelitas (cap. 4: 16).
3.
Yo endureceré.
Ver com. cap, 4: 21.
Multiplicaré ... mis señales.
El propósito de Dios de revelar su
poder tanto a Israel como a los egipcios, mediante una larga serie de milagros,
se presenta aquí claramente por primera vez. Previamente se habían dado tres
señales (cap. 4: 3-9) y se había mencionado una de las plagas (cap. 4: 23).
Ahora iban a multiplicarse las señales y maravillas, excediendo grandemente
cualquier cosa que Moisés mismo pudiera haber esperado (caps. 3: 20; 6: 6).
4.
Pondré mi mano sobre Egipto.
Dios previó la obstinación de Faraón, quien estaba en libertad para
oponer su voluntad a la de Dios, si elegía hacerlo. Habría, pues, un gran
despliegue de poder divino, de tal manera que llamaría la atención de todo
Egipto y también de las naciones circunvecinas. Como resultado, se respetarían
el poder y la majestad del verdadero Dios y las naciones tendrían miedo de
molestar a su pueblo (Exo. 15: 14-16; Deut. 2: 25; 11: 25; etc.).
Mis
ejércitos.
Literalmente, "mis huestes". Al salir de Egipto, los
israelitas "carecían de armas y no estaban habituados a la guerra" (PP 287; ver
también com. cap. 13: 18). Su organización para el viaje sólo se había
completado en parte cuando salieron de Gosén, y no se perfeccionó hasta que
llegaron al Sinaí.
5.
Sabrán los egipcios.
Faraón había pretendido no conocer al Dios de los hebreos (cap. 5: 2),
pero se le aseguró a Moisés que los egipcios llegarían a conocerlo bien.
Tendrían que reconocer que él es el único Dios verdadero y que los otros
pretendidos dioses no son sino madera y piedra.
6.
Hizo Moisés y Aarón.
La obediencia de Moisés y Aarón a
Dios de aquí en adelante fue constante e incondicional, hasta que Aarón presidió
en la adoración del becerro de oro (cap. 32: 21-24) y Moisés hirió la roca,
cuando se le había ordenado que le hablara (Núm. 20: 8-11).
7.
De edad de ochenta años.
La edad
de Moisés es confirmada por la declaración de que tenía 120 años cuando murió
(Deut. 31: 2; 34: 7), lo que ocurrió 40 años después del éxodo (Deut. 29: 5). Se
nos dice que Aarón tenía 123 años cuando murió (Núm. 33: 38, 39).
9.
Mostrad milagro.
Era obvio que
si Faraón les concedía otra audiencia, requeriría de ellos una presentación de
credenciales que probara su pretensión de ser mensajeros del Dios altísimo.
Mientras no se les hiciera tal pedido, no había necesidad de realizar milagros
delante de él. Por esa razón no habían efectuado ningún milagro en su entrevista
anterior. Sin embargo, ahora había llegado el tiempo cuando se les demandarían
sus credenciales, y les fue dada la orden expresa de exhibir la primera señal
(ver cap. 4: 3, 4).
Toma tu vara.
Era el cayado de pastor de
Moisés, llamado también " "la vara de Dios" (cap. 4: 20). De acuerdo con el
pasaje del cap. 7: 15-18, se le ordenó a Moisés que se presentara ante Faraón
para pedirle que dejara salir a Israel de Egipto, y para anunciarle que heriría
las aguas del Nilo con el cayado en su mano. Por los vers. 19 y 20 es evidente
que ese milagro fue realizado por Aarón, quien tomó el cayado de Moisés y
extendió su mano sobre las aguas de Egipto. De ahí que el cayado que Aarón
sostuvo sobre el Nilo no puede haber sido otro sino el cayado de Moisés que se
había vuelto serpiente. No había sino una vara, con la que tanto Moisés como
Aarón realizaron los milagros (PP 268).
10.
Se hizo culebra.
La palabra hebrea aquí usada para
"culebra", tannín , no es la misma usada previamente, najásh (cap. 4: 3), pero
es improbable que se refiera a una especie diferente. Sin duda las dos palabras
se usan como sinónimos.
11.
Sabios.
Los "sabios" eran educados en la ciencia y el arte de escribir. Los
"hechiceros" eran encantadores que pretendían poder producir hechizos mágicos.
La palabra traducida "magos" es el equivalente egipcio de la palabra hebrea
traducida "hechiceros". La magia era objeto de mucha atención y mucho estudio en
Egipto, como lo demuestran los textos que existen sobre magia. Consistía en gran
medida en encantamientos que, se pensaba, tenían poder sobre hombres y bestias,
especialmente sobre reptiles. Que esos hombres deben haber logrado resultados
reales en su práctica de la magia es obvio, ya que se los ha tenido en alta
estima a través de los siglos. Por lo tanto, debe suponerse que realizaban por
lo menos algunas de esas maravillas por el poder de malos espíritus, aunque
muchas fueran sin duda meras tretas (PP 268).
Hicieron también.
Las varas de los magos no se volvieron realmente serpientes como la vara
de Aarón. Ni los magos, ni Satanás mismo, podían crear vida. Mediante el poder
de la magia maligna tomaron sus varas la apariencia de serpientes (PP 268). Así
como en el cap. 8: 18, llevaron a cabo las señales, pero no lograron los mismos
resultados.
12.
Devoró las varas.
La serpiente de Aarón se volvió sobre sus rivales y las devoró, con lo
que mostraba una notable superioridad sobre ellas. Así se manifestó la
supremacía del Dios de los hebreos en la mismísima primera señal milagrosa
realizada en la presencia de Faraón.
13.
El
corazón de Faraón se endureció.
Literalmente, "el corazón de Faraón fue
duro". El milagro no impresionó su obstinado corazón. Hasta donde él pudiera
ver, Moisés y Aarón habían hecho poco más de lo que sus propios magos podían
hacer (ver también com, cap. 4: 21).
Como Jehová lo había dicho.
Dios había advertido previamente a Moisés del resultado de su entrevista
con Faraón para que Moisés no se desanimara por la actitud del rey. Mientras que
Moisés sabía de antemano exactamente lo que podía esperar, Faraón no sabía nada
sino lo que Moisés le decía. Esa situación le daba a Moisés una clara ventaja
sobre Faraón.
14.
Ver com. cap. 4: 21.
15.
Ve por la mañana a Faraón.
Aquí Dios le
imparte a Moisés las instrucciones finales para que anunciara a Faraón el
primero de una serie de castigos divinos que caerían sobre la tierra de Egipto.
Tebas era la capital del país durante el período de los faraones de la
decimoctava dinastía, pero es difícilmente concebible que Moisés realizara esos
milagros allí, a centenares de kilómetros al sur del delta, donde estaba situada
la tierra de Gosén. El pasaje del Sal. 78: 43 se refiere a las plagas como que
se efectuaron "en el campo de Zoán". Puesto que la Zoán bíblica es la antigua
Tanis, en la parte oriental del delta -una ciudad construida siete años después
que Hebrón en Palestina (Núm. 13: 22)-, debe ser que el rey estaba residiendo
por un tiempo en Tanis, o cerca de ella, durante el tiempo de las plagas. Se
sabe que había palacios reales en varias partes del país.
El sale.
Esta observación y la del cap. 8: 20 implican que el rey iba al río cada
mañana. Dado que el alimento y la prosperidad de Egipto dependían del Nilo (ver
com. Gén.41: 34), uno de los deberes del rey era rendir culto en sus orillas
cada mañana (PP 269).
La vara.
Ver com. vers. 9.
17.
En esto conocerás.
En una
visita previa, Faraón había declarado: " "No conozco a Jehová" (cap. 5: 2).
Moisés ahora advierte al imprudente monarca que pronto le será dada una
oportunidad de saber algo del poder de Dios (cap. 9: 14). El dios Nilo, la
fuente de fertilidad y bendiciones, habría de convertirse en un instrumento de
muerte.
Las plagas que caerían sobre los egipcios no sólo tenían el
propósito de hacer que Faraón y su pueblo reconocieran al verdadero Dios sino
también de destruir la confianza en el poder y en la protección de sus falsos
dioses (cap. 12: 12). Cada una de las diez plagas fue dolorosamente literal, y
sin embargo al mismo tiempo estaba dirigida contra alguna fase de la religión
falsa. En la misericordiosa providencia de Dios, los sufrimientos físicos
ocasionados por cada plaga debían inducir al rey y a sus consejeros a
reconsiderar sus caminos para que pudieran entender la necedad de servir a
ídolos y la sabiduría de cooperar con el Dios del cielo. En el antiguo Egipto,
los intereses del rey y del sacerdote estaban íntimamente relacionados: el rey
mismo siempre era iniciado en la casta sacerdotal. Faraón y los sacerdotes
acertadamente supusieron que estaba en juego tanto la estabilidad del sistema
religioso egipcio como del Estado. El pueblo y los consejeros del rey, por
consideraciones más prácticas, estuvieron listos para someterse mucho antes que
el rey y los sacerdotes (cap. 10: 7). Fue tan sólo después de la décima plaga
-como resultado de la cual murió la siguiente generación de la realeza y del
sacerdocio - cuando estos últimos por el momento estuvieron listos para
someterse (PP 277, 288). En las plagas que cayeron sobre Egipto contemplamos un
anticipo de los juicios de Dios, más terribles y extensos, que pronto caerán
sobre la tierra (CS 312, 685).
Se convertirá en sangre.
Estas
palabras no implican que las aguas del Nilo meramente tomarían el color de la
sangre, como han interpretado este pasaje algunos comentadores, sino que más
bien en todo sentido y propósito se convertirían realmente en sangre. Está fuera
de lugar preguntar si esto se hubiera podido comprobar por las diversas pruebas
modernas, microscópicas y de otra naturaleza, por las cuales se analiza la
sangre. El agua se veía como sangre y la gente pensaba que era sangre. No se
trataba de agua teñida por la tierra roja de Abisinia. Algunos han sugerido como
causa probable una concentración elevada de "plantas e infusorios criptógamos",
algo similar a la "marea roja" de microorganismos, que mata a millones de peces
y que hace apestar las playas y las torna inhabitables a causa de un gas
irritante que despide. Sería muy dudoso el hecho de que el agua alterada de este
modo pudiera satisfacer todas las especificaciones de esta plaga bíblica. Por
cierto que el momento de su aparición no podía ser controlado por los seres
humanos.
19.
Sobre las aguas de Egipto.
El cambio en el agua se extendió a "sus ríos", o diferentes brazos del
Nilo, "sus arroyos", o canales del Nilo, "sus estanques", o grandes lagos
permanentes formados por el Nilo, y a todos los "depósitos", o receptáculos
artificiales donde se almacenaba agua para usarla después de la inundación
anual. Esos cuatro términos muestran un exacto conocimiento de Egipto. Aunque
Aarón debía extender su brazo sobre el Nilo tan sólo en un lugar, el cambio
afectaría a todo Egipto.
En los vasos de madera.
No se dice si
el agua contenida en vasijas y otros recipientes había sido sacada antes o
después del milagro.
22.
Los hechiceros de
Egipto hicieron lo mismo.
Así como sucedió durante la visita previa de
Moisés, también fueron consultados los magos. Una vez más falsificaron un
milagro genuino dando la impresión de que transformaban en sangre cierta
cantidad de agua. La pregunta en cuanto a la procedencia del agua que usaron los
magos se responde en el vers. 24, el cual indica que pozos recién cavados
proporcionaban agua que se podía beber. Que los magos realmente convirtieron
agua en sangre no está implicado necesariamente en la vaga expresión "hicieron
lo mismo". Tan sólo necesitaban convencer a Faraón de que eran capaces de hacer
lo que habían hecho Moisés y Aarón. No se hizo ningún examen de su pretendido
milagro, el que, a pesar de ser una treta, pasó por algo genuino. Si esos
hombres hubieran tenido el poder que pretendían tener, habrían podido convertir
en agua normal las sangrientas aguas del Nilo. Que el rey se satisficiera con la
imitación de un milagro, muestra estupidez, en este caso probablemente como
resultado de su corazón endurecido. Creyó lo que quiso creer.
23.
Faraón se volvió.
Convencido de
que Moisés y Aarón eran meros magos que poseían poderes ligeramente superiores a
los de sus propios magos, Faraón despidió a los mensajeros de Dios y se volvió a
su palacio. Los sufrimientos de su país, privado de la provisión vivificadora
del agua, apenas impresionaron su endurecido corazón.
24.
Hicieron pozos.
Sufriendo grandemente, los egipcios
cavaron pozos para satisfacer sus necesidades durante la emergencia. Debido a
que el terreno de Egipto es salitroso, el agua de pozo tiene un gusto amargo y
salobre. Sin embargo, fue suficiente para beber y cocinar durante la plaga
(vers. 25). La provisión de agua de los hebreos puede no haber sido afectada
pues sólo se menciona que los egipcios cavaron en procura de agua. Aquí no se
presenta tal diferencia, pero parece estar implicada. En plagas posteriores,
Moisés específicamente advierte esa diferencia (caps. 8: 22; 9: 4; etc.).
25.
Siete días.
La mención de este
lapso ha sido considerada como que señala el intervalo entre la primera y la
segunda plaga, pero es más natural considerar que indica la duración de la
primera plaga (PP 269). No se dan los intervalos entre una plaga y la siguiente.
Es evidente que las plagas continuaron durante un período de varios meses. La
naturaleza de las diversas plagas y los intervalos indicados por Moisés señalan
un período que duró posiblemente desde la última parte del verano [del
hemisferio norte] hasta los comienzos de la primavera.
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
1-25 PP
266-270, 346
2-4 PP 267
5 PR 273
10 SR 116; 1T 264
10-12 PP 267
12 1T 292; 5T 696
13 1T 265
14 5T
274
15-17 PP 269
16 2JT 364
19, 20 SR 116
20-25
PP 269
CBA Éxodo
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