Comentario Bíblico Adventista Levítico 16
Comentario Bíblico Adventista
Levítico Capítulo 16
l.
Habló Jehová a Moisés.
Aunque Aarón había sido designado como sumo sacerdote, Dios reconocía a Moisés como dirigente y le dio a Aarón las instrucciones necesarias por intermedio de su hermano.
2.
No en todo tiempo.
Esto ocurrió poco después
de la muerte de los dos hijos de Aarón, registrada en el cap. 10. Aunque aún
faltaban varios meses hasta el día de la expiación, Dios instruyó a Aarón en
cuanto a este día a fin de que tuviese suficiente tiempo para familiarizarse con
el ritual.
Velo.
En el santuario había dos velos: uno a la
entrada del primer compartimento; el otro entre los dos compartimentos. Aquí se
hace referencia al segundo velo (Heb. 9: 3), que estaba delante del
propiciatorio (Exo. 26: 31, 32). Era delante de este velo donde se paraban los
sacerdotes para ofrecer el incienso sobre el altar del incienso, delante del
propiciatorio. No podían mirar a través del velo, pero sabían que del otro lado
estaba el arca con su propiciatorio, donde Dios había prometido encontrarse con
su pueblo (Exo. 25: 22). Las figuras de los querubines bordadas en el velo
representaban para ellos a los ángeles que están delante del trono de Dios. El
velo los protegía de la gloria consumidora, pero al mismo tiempo les permitía
llegar muy cerca de Dios.
Los querubines deben haberles hecho recordar a
los querubines ubicados a la puerta del Edén (ver com. Gén. 3: 24). Después de
haber pecado, Adán y Eva no pudieron pasar más allá de esos querubines; los
sacerdotes tampoco podían ir más allá de donde estaban los querubines simbólicos
y entrar en la presencia de Dios. Esto debe haberles causado una profunda
impresión en cuanto a la santidad de Dios. Sólo el sumo sacerdote podía entrar
en el lugar santísimo para ministrar allí, y eso, sólo brevemente una vez al
año.
Durante todo el año la sangre de las víctimas era llevada al
santuario y rociada " "siete veces delante de Jehová, hacia el velo del
santuario" " (Lev. 4: 6, 17), en los casos cuando el sacerdote ungido o toda la
congregación hubiese pecado. Inmediatamente detrás del velo estaba el arca con
las tablas de la ley. Debido a la ley se rociaba la sangre, porque al pecar los
hombres habían quebrantado esa ley, y sus transgresiones exigían expiación. El
acto de rociar la sangre era el reconocimiento de la autoridad de la ley y una
forma de pago simbólico de sus demandas, ya fuese de obediencia perfecta, o de
la vida del desobediente. Obedece y vivirás, desobedece y morirás: ésa era su
sentencia.
Sin embargo, la sangre rociada nunca llegaba hasta la ley
pues se interponía el velo. Aun en el día de la expiación, cuando se apartaba el
velo y se rociaba sangre en el lugar santísimo, la sangre tampoco llegaba hasta
la ley. El propiciatorio la cubría, y allí quedaba la sangre. El propiciatorio
era símbolo de Cristo. Según Rom. 3: 25 Dios puso a Cristo "como propiciación",
literalmente, para que fuese un "propiciatorio". Cristo es nuestro
"propiciatorio". Por su muerte en la cruz y su ministerio en el santuario
celestial, Cristo nos salva, habiendo tomado nuestro lugar en la cruz y habiendo
intervenido en nuestro favor frente a la ley quebrantada. Se pone entre nosotros
y la ley y nos salva de su castigo, no ignorándola ni aboliéndola, sino
satisfaciendo sus justas exigencias. De este modo Cristo reconoce la autoridad
de la ley y la honra.
Los sacerdotes entraban en el santuario llevando
la sangre de un animal degollado, y por virtud de ella. Cristo, " "según el
poder de una vida indestructible" " (Heb. 7: 16), entró, no con " "sangre de
machos cabríos, ni de becerros, sino por su propia sangre ... una vez para
siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención" " (Heb. 9:
12). Se nos invita a entrar por fe allí con él (Heb. 4: 16). Cristo nos abrió el
camino nuevo y viviente. El mismo transitó por ese camino. Es el camino de la
cruz, el camino de la obediencia. No hay otro camino.
Muchas veces se
habla -y quizá descuidadamente- de seguir a Cristo "hasta el fin". Cristo ha
entrado en el lugar santísimo, donde está ahora ministrando por nosotros. Fue
por el camino de la cruz, del Getsemaní y del Gólgota. Nos invita también a
seguirle (Mat. 20: 22, 23). Aquellos que acepten su invitación, deben estar
dispuestos a caminar con él por el camino de la cruz. Los que así lo sigan aquí,
tendrán el privilegio de vivir en su presencia, en el mundo mejor.
La
misma lección está contenida en el partimiento del pan y la participación de la
copa. Dijo Cristo: " "Esto es mi cuerpo que por vosotros es partido... Esta copa
es el nuevo pacto en mi sangre" " (1 Cor. 11: 24, 25). Al participar de la copa,
al tomar el pan partido, entramos en un solemne pacto con Dios de que iremos
hasta el fin, aunque esto pueda significar para nosotros un cuerpo quebrantado y
el derramamiento de nuestra sangre en el martirio.
Parece sumamente
adecuado que la iglesia de Dios sea "la prosapia más noble de todas las épocas".
Sobre ella se proyecta toda la luz de las edades pasadas. Esta iglesia ha
heredado no sólo las debilidades de las generaciones ya idas sino también el
conocimiento bíblico acumulado durante los siglos. Esta iglesia ha recibido luz
sobre las Escrituras como no lo ha recibido ningún otro pueblo. Tiene la luz
sobre el santuario; tiene la palabra profética más segura; le han sido confiados
los oráculos de Dios. Comprende la obra que Cristo está realizando ahora en el
tribunal celestial. Ha recibido el inestimable privilegio de proclamar al mundo
que ha llegado la hora del juicio de Dios, y que el fin de todas las cosas se
acerca. ¡Cómo no debe andar "en santa y piadosa manera de vivir" ! (2 Ped. 3:
11).
El arca.
En el arca, debajo del propiciatorio, estaban los
Diez Mandamientos, el fundamento mismo del trono de Dios. En el arca confluían
justicia y la misericordia; aquí la "justicia y la paz se besaron" " (Sal. 85:
10); en este lugar Dios se revelaba; allí estaba el lugar secreto del Altísimo.
El arca y el propiciatorio eran el centro de todo el sistema de sacrificios.
A fin de que no muera.
Esta precaución recuerda el desastre que
había sobrevenido a los hijos de Aarón por causa de su desobediencia (Lev. 10:
1, 2).
En la nube.
Dios le había prometido a Moisés que se
encontraría con él "a la puerta del tabernáculo de reunión" " (Exo. 29: 42), en
el altar del incienso delante del velo (Exo. 30: 36; Núm. 17: 4) y, como se lo
expresa aquí, directamente delante del propiciatorio (Exo. 25: 22; 30: 6). La
presencia de la "nube" sobre el propiciatorio no implica de ninguna manera que
el lugar santísimo hubiera sido oscuro, porque en la nube estaba la gloria del
Señor (1 Rey. 8: 10, 11; 2 Crón, 5: 13, 14; Apoc. 15: 8). La Shekinah, evidencia
visible de que Dios estaba en verdad con su pueblo, reposaba sobre el
propiciatorio (Exo. 25: 22; Sal. 80: 1; Isa. 37: 16). Al hombre le puede parecer
que Dios mora en la "oscuridad" (1 Rey. 8: 12; Sal. 18: 11), pero " "Dios es
luz, y no hay ningunas tinieblas en él" (1 Juan 1: 5). Habita "en luz
inaccesible" " (1 Tim. 6: 16). Al revelarse a su pueblo, Dios siempre veló su
gloria con una nube, a fin de que los mortales se percataran de su presencia y,
sin embargo, pudieran resistirla (Exo. 16: 10; 19: 9; 24: 16; 34: 5; 40: 34,
38).
3.
El santuario.
En este
capítulo Moisés usa la expresión "santuario" para referirse al lugar santísimo,
y "tabernáculo de reunión" para indicar el lugar santo.
Un becerro para
expiación.
En el caso de ofrecerse juntos el sacrificio por el pecado y
el holocausto, se presentaba primeramente la ofrenda por el pecado. Esta ofrenda
exigía la víctima más noble. Por lo tanto, la ofrenda por el pecado era un
becerro, y el holocausto, un carnero.
4.
La
túnica santa.
Al principio había tan sólo unos pocos sacerdotes, y el
sumo sacerdote generalmente ayudaba a los sacerdotes comunes en su ministerio.
Cuando aumentó el número de sacerdotes, el sumo sacerdote cumplía menos
frecuentemente esta función. Finalmente llegó a ser la costumbre que los ayudara
sólo en los días sábados, las lunas nuevas y las tres fiestas anuales. Se
consideraba a los otros sacerdotes como representantes suyos, y cuando
oficiaban, su ministerio era acepto como si el sumo sacerdote mismo lo hubiese
realizado. Pero no podían oficiar en su lugar en el día de la expiación. El era
el sacerdote por excelencia, y cuando oficiaba llevaba las gloriosas vestimentas
áureas pertenecientes a su excelso cargo. Estas costosas vestimentas no sólo
estaban adornadas con oro y piedras preciosas (Exo. 28: 13-36), sino que también
estaban bordadas con los colores del santuario y con hebras de oro puro (Exo.
28: 4-6). Vestido de esta manera, el sumo sacerdote representaba a Cristo en su
gloria divina como el Hijo de Dios.
En el día de la expiación, el sumo
sacerdote en persona oficiaba en todas las fases del servicio, ayudado por los
otros sacerdotes. Dirigía los servicios matutinos y vespertinos ataviado con
esas vestimentas áureas. Pero al realizar el ritual especial del día de la
expiación, llevaba la "santa túnica de lino" (Lev. 16: 23), que se usaba
exclusivamente en esa ocasión. Esta "túnica santa" se parecía a las túnicas de
los sacerdotes comunes con excepción de los bordados jaspeados de aquélla.
Probablemente era de una textura más fina que las túnicas de los otros
sacerdotes.
El sumo sacerdote se cambiaba de vestimenta varias veces
durante el día, lavándose todo el cuerpo cada vez que se mudaba. A la primera
luz del día, según lo afirma el Talmud, se quitaba sus ropas personales y vestía
las vestimentas áureas; así ataviado dirigía los servicios regulares de la
mañana. Terminado este servicio, se quitaba las vestiduras áureas para colocarse
la "túnica santa" a fin de oficiar en los servicios especiales del día (vers.
4). Luego se la quitaba para volver a ponerse las vestimentas áureas para el
servicio vespertino (vers. 23, 24). Al concluir éste, se ponía sus vestidos
personales para retirarse del recinto sagrado del santuario. Vestido con sus
vestimentas áureas, el sumo sacerdote representaba a Cristo ante el pueblo,
mientras que vestido de la "túnica santa" simbolizaba a Cristo como mediador y
representante del pueblo ante Dios (CS 474).
El blanco inmaculado de las
vestimentas que llevaba el sumo sacerdote en el día de la expiación simbolizaba
la perfección de carácter que él y su pueblo buscaban mediante los ritos de ese
día. " "Como el sumo sacerdote, después de realizar su servicio en el lugar
santísimo, salía vestido con sus ropas pontificias, " a la congregación que
esperaba, así Cristo vendrá la segunda vez, cubierto de vestidos ... blancos" "
(HAp 27). Y así como el pueblo estaba "limpio" de todos sus pecados al concluir
ese servicio (vers. 30), así también cuando Cristo aparezca ante su pueblo, éste
estará "sin mancha delante del trono de Dios" (Apoc. 14: 5; Efe. 5: 27; Col. 1:
22; Jud. 24; Apoc. 19: 8).
5.
Para
expiación.
Aarón debía tomar dos cabritos de la congregación para hacer
"expiación". Esto no era común, pues en el servicio diario se exigía un becerro
como ofrenda por el pueblo, y no una cabra (cap. 4: 14). Pero el día de la
expiación era diferente de todos los otros días.
Holocausto.
Debía ofrecerse un carnero en holocausto, así como se hizo para la
consagración de Aarón (cap. 9: 2).
6.
Hará
traer Aarón.
Aarón no debía degollar el becerro en ese momento sino que
debía presentárselo al Señor en la puerta del tabernáculo para que Dios lo
aceptase (vers. 11). Dejaba el becerro junto al altar del holocausto listo para
ser ofrecido cuando llegase el momento.
Por su casa.
El becerro
debía ser ofrecido por Aarón y su familia. Sólo él debía oficiar en esta ocasión
solemne, y debía estar libre de toda mancha de pecado a fin de simbolizar
debidamente a Cristo en su papel de mediador (ver Juan 17: 19). Los otros
sacerdotes ayudaban, pero no ofrecían ningún sacrificio.
7.
Los dos machos cabríos.
Aarón debía tomar los dos
machos cabríos y presentárselos al Señor en la puerta del tabernáculo, donde
permanecían mientras se echaban suertes sobre ellos.
8.
Echará suertes.
Esto se hacía poniendo dos objetos con
inscripciones en una urna u otro receptáculo, y luego se los sacaba. De esa
manera la selección quedaba en manos de Dios. En tiempos remotos, se usaban
pedazos de madera con inscripciones que marcaban uno para el Señor, y otro para
Azazel. Posteriormente, se hicieron de materiales más nobles, aun de oro. Según
el Talmud, los machos cabríos debían ser tan parecidos entre sí como fuese
posible conseguirlos. Para evitar la confusión luego de haberse echado suertes,
se colocaba un cordón escarlata en los cuernos del macho cabrío para Azazel y un
cordón en el cuello del macho cabrío para el Señor. Así era posible distinguir
claramente entre los dos.
Por Azazel.
Algunos teólogos piensan
que ambos machos cabríos representan a Cristo en dos fases diferentes de su obra
expiatoria. Sin embargo, no pocos piensan que representan dos fuerzas opuestas;
y como uno es para el Señor, el otro debe ser para Satanás. La gran mayoría de
las versiones dejan sin traducir la palabra hebrea ' azazel , porque no hay
unanimidad de opinión en cuanto al significado de esta palabra. Muchos eruditos
modernos sostienen, juntamente con los judíos, que Azazel es un espíritu
suprahumano, personal y maligno. Casi todos están de acuerdo en que el
significado de la raíz de esa palabra es "el que quita", más específicamente el
que quita algo "por una serie de actos". Otros sugieren que la palabra es una
combinación de 'ez , "cabra", y 'azal, "irse", "partir".
Así como un
macho cabrío era para el Señor, un Ser personal, el otro animal debía ser
también para un ser personal, y puesto que evidentemente existe aquí una
antítesis, la posición más lógica sería la de pensar que Azazel está en
oposición al Señor, y por lo tanto no puede ser sino Satanás.
9.
La suerte por Jehová.
Aarón
debía ofrecer el macho cabrío sobre el cual cayera la "suerte por Jehová" como
ofrenda por el pecado del pueblo (vers. 15).
10.
Mas el macho cabrío.
El contraste entre los dos
animales es completo. El macho cabrío de Jehová era degollado; el de Azazel no
lo era. La sangre del macho cabrío del Señor era llevada al santuario y rociada;
no así la sangre del macho cabrío de Azazel, puesto que no era muerto. Siempre
se quemaba sobre el altar la grosura de la ofrenda por el pecado. Así se hacía
con el macho cabrío del Señor (vers. 25), pero evidentemente no se hacía así con
el macho cabrío de Azazel. La sangre del macho cabrío del Señor era capaz de
limpiar (vers. 15, 16); el macho cabrío de Azazel contaminaba (vers. 26). El
contraste entre los dos animales era absoluto (ver com. vers. 20, 21).
La reconciliación.
Ver com. vers. 21.
11.
Hará traer Aarón el becerro.
Este becerro ya había sido
presentado al Señor (vers. 6); ahora se lo acercaba para que fuese sacrificado.
Antes de que Aarón pudiese estar preparado para hacer expiación por otros, debía
hacer expiación por sí mismo.
12.
Brasas de
fuego.
Se había degollado el becerro y su sangre había sido guardada por
uno de los sacerdotes en una vasija. Antes de entrar en el santuario con esa
sangre, Aarón tomaba brasas del altar del holocausto y llenaba su incensario.
Tomaba también dos puñados de incienso para colocarlos sobre las brasas una vez
que entrara en el lugar santísimo.
Detrás del velo.
Esta era la
primera vez que Aarón oficiaba en el lugar santísimo. Era también la primera vez
en que oficiaba vistiendo la "túnica santa". Hasta ese momento había vestido las
gloriosas vestiduras áureas y había hecho la expiación por otros. Ahora debía
vestir las vestiduras de humildad, implorando misericordia por sí mismo y por el
pueblo. Su papel había cambiado totalmente.
Según el Talmud, el sumo
sacerdote pasaba la semana anterior al día de la expiación en una habitación
reservada para él en el lugar donde se alojaban los sacerdotes, a fin de
dedicarse a la oración y a la meditación y para repasar cuidadosamente todos los
detalles del ritual de ese día. No podría menos que preguntarse cuál sería el
significado de ese servicio que iba a realizar. ¿Comenzaba a comprender el
significado del cambio de vestimentas, y el cambio de posición de Cristo en su
encarnación? (Ver com. vers. 4.) ¿Comprendía el significado de despojarse de las
vestiduras reales y pasar hasta detrás del velo a la presencia de Dios? Parece
poco probable que el sumo sacerdote pudiese oficiar en el servicio más
importante del año sin tener al menos alguna comprensión de su verdadero
significado. Sacrificar becerros, carneros y machos cabríos, rociar su sangre
sobre el altar o el lugar santísimo, sin conocer el significado de estos actos
sería reducir esta solemnísima ceremonia del santuario a una farsa piadosa. No
podemos concebir que así fuera. " "Abraham ... se gozó de que había de ver mi
día -dijo Cristo -; y lo vio, y se gozó" " (Juan 8: 56). Si Abrahán comprendió,
seguramente también Aarón habrá comprendido lo que representaba todo ese ritual.
Podemos llegar acertadamente a la conclusión de que Aarón entendía esta
verdad espiritual, al menos en parte, sin quizá captar todos los detalles del
plan de redención. Algunos de los hombres de antaño sabían más acerca de Dios y
de la salvación que muchos sabios de hoy. De Moisés, Cristo dijo: "De mí
escribió" (Juan 5: 46). Lo que Moisés escribió era tan claro que por lo escrito
Felipe y Natanael pudieron reconocer al Mesías cuando lo vieron (Juan 1: 45).
Pablo afirmó que no predicaba " "nada fuera de las cosas que los profetas y
Moisés dijeron que habían de suceder: Que el Cristo había de padecer, y ser el
primero de la resurrección de los muertos" " (Hech. 26: 22, 23).
13.
El perfume.
Una vez apartado el
velo, sólo el incienso separaba a Aarón de la sagrada presencia de Dios. Fuera
del tabernáculo, las oraciones de los israelitas ascendían con el perfume del
incienso, y por fe, ellos también entraban con Aarón en el lugar santísimo.
14.
La sangre del becerro.
Dejando
el incensario en el lugar santísimo, Aarón volvía al atrio a buscar la sangre
del becerro. Con el asperjamiento de su sangre, primero sobre el propiciatorio,
luego siete veces delante del mismo, concluía su ministración en el lugar
santísimo. Así había hecho expiación "por sí y por su casa" (vers. 17). Libre de
pecado, entonces llegaba a ser un representante idóneo de Cristo, Aquel que no
tiene pecado, y así podía mediar en favor de otros.
15.
El macho cabrío.
Luego de haber concluido el servicio
del becerro, Aarón traía el macho cabrío de Jehová, que era para la "expiación
por el pecado del pueblo", y lo degollaba. Entonces llevaba su sangre dentro del
lugar santísimo y la rociaba así como había rociado la sangre del becerro, una
vez sobre el propiciatorio, y siete veces delante del mismo. Rociaba la sangre
del macho cabrío en los mismos lugares donde había rociado la sangre del
becerro.
16.
Así purificará.
Mejor,
"así hará una expiación" o "de esta manera y con esta sangre hará un expiación
por el lugar santo". De principio a fin, los servicios del santuario eran
esencialmente una obra de expiación. En cada paso de los servicios del santuario
se hacía una expiación por el pecado.
1. En cualquier momento del año,
cuando un pecador presentaba su ofrenda y confesaba sobre ella sus pecados, se
hacía una "expiación" por él. Era perdonado (caps. 4: 20, 26, 31, 35; 5: 6, 10,
13, 16, 18; 6: 7). Por la ministración de la sangre de la ofrenda, y por el acto
de quemar parte de ella sobre el altar, y también algunas veces por el hecho de
que el sacerdote comiese parte de la ofrenda, el pecado era transferido
simbólicamente al santuario. Sin embargo, no se había logrado así la expiación
total. Aunque sus pecados habían sido perdonados, la persona debía continuar en
el camino de la obediencia. Si no lo hacía así, y si en el día de la expiación
no afligía su alma (cap. 23: 27-29), todos esos pecados que habían sido
perdonados volvían sobre él, y debía morir (Eze. 18: 24; 33: 13). Su única
seguridad estaba en perseverar "hasta el fin". Entonces y sólo entonces podía
esperar ser salvo (Mat. 24: 13).
2. En el día de la expiación -el día de
la expiación final y completa de todos los pecados confesados y perdonados
durante el año (Lev. 16: 16, 19; Heb. 10: 1-3)- la sangre del macho cabrío de
Jehová simbólicamente quitaba esos pecados del santuario, haciendo asimismo
expiación por el recinto. También el santuario quedaba libre de pecado (Lev. 16:
17, 20).
En el primer día del séptimo mes se tocaban las trompetas para
llamar la atención del pueblo al día de la expiación, que se celebraría diez
días más tarde (Núm. 29: 1). Los nueve días que transcurrían entre las dos
fechas eran días de escudriñamiento del corazón, de preparación para el día de
la expiación, el día del juicio que sellaría el destino de cada uno. Los judíos
creían que en ese día "se sella quien ha de vivir y quien ha de morir" ( Jewish
Encyclopedia, tomo 2, pág. 286, art. "Atonement, Day of " [Día de la
expiación]).
17.
Ningún hombre.
Durante la ministración de
la sangre del becerro y del macho cabrío en el lugar santísimo, el velo que lo
separaba del lugar santo estaba corrido. De esta manera cualquier persona que
estuviese en el lugar santo podría ver lo que ocurría en el lugar santísimo,
pero esta era prerrogativa exclusiva del sumo sacerdote, porque era el único que
podía comparecer ante la misma presencia de Dios. La prohibición aquí presentada
se aplica a los vers. 12-16, que tratan de la ministración del sumo sacerdote en
el lugar santísimo.
El pueblo esperaba ansiosamente oír las campanillas
del manto del sumo sacerdote en el día de la expiación. Había entrado en el
lugar santísimo vestido de blanco para rociar la sangre y, en forma simbólica,
para quitar así para siempre el registro de los pecados cometidos. ¿Lo aceptaría
Dios, y con él los aceptaría a ellos? Cuando se retiraba del lugar santísimo, y
volvía a vestir sus vestimentas áureas, el pueblo oía el sonido de las
campanillas con profundo regocijo y gratitud.
18.
Saldrá al altar.
Luego de haber purificado el lugar
santísimo y de haber concluido su ministerio allí, entonces Aarón también debía
purificar el "tabernáculo de reunión" , es decir, el lugar santo (vers. 16).
Entonces debía salir al altar del holocausto. Allí debía tomar de la sangre del
becerro y del macho cabrío, y con ella debía purificar el altar de todas las
"inmundicias de los hijos de Israel" " (vers. 19). Según la tradición judía, se
mezclaba la sangre del becerro con la del macho cabrío en una misma vasija. La
estructura gramatical del versículo parecería corroborar esta tradición.
Además de colocar la sangre sobre los cuernos del altar -donde ya había
sido puesta la sangre de las ofrendas por el pecado - el sumo sacerdote debía
rociar la sangre sobre el altar mismo, donde había sido rociada la sangre de los
sacrificios por las transgresiones, y de los holocaustos, como también la sangre
de los corderos del sacrificio matutino y del sacrificio vespertino. Al hacerlo,
el sumo sacerdote purificaba y santificaba el altar "de las inmundicias de los
hijos de Israel".
Podemos comprender fácilmente la razón por la cual era
necesario purificar los dos altares del santuario terrenal, puesto que la sangre
de los holocaustos y de las ofrendas por el pecado había sido rociada sobre
ellos (caps. 1: 5, 11; 4: 7, 18, 25, 30, 34). En el caso de los holocaustos y de
las ofrendas por la transgresión, la sangre había sido rociada sobre el altar
mismo (caps. 1: 5, 11; 5: 9); en el caso de las ofrendas por el pecado, había
sido colocada sobre los cuernos (cap. 4: 7, 18, 25, 30, 34). Del altar del
incienso se dice que Aarón debía hacer " "expiación una vez en el año con la
sangre del sacrificio por el pecado para expiación" " (Exo. 30: 10). En cuanto
al altar de los holocaustos se dice lo siguiente " : "Saldrá al altar que está
delante de Jehová ... y tomará de la sangre del becerro y de la sangre del macho
cabrío, y la pondrá sobre los cuernos del altar alrededor. Y esparcirá sobre él
de la sangre con su dedo siete veces, y lo limpiará, y lo santificará de las
inmundicias de los hijos de Israel" " (Lev. 16: 18, 19; cf. vers. 20).
El templo terrenal es imitación del templo celestial. La purificación en
la tierra no es sino un símbolo de la purificación en el cielo. De esto habla
Daniel al decir que, al fin de los 2.300 días, el santuario sería "purificado"
(ver com. Dan. 8: 14). Pero, ¿necesita ser purificado el santuario celestial?
¿Ha ocurrido en el cielo alguna contaminación que haga necesaria tal
purificación? Pablo responde: " "Fue, pues necesario que las figuras de las
cosas celestiales fuesen purificadas así [con los sacrificios de animales]; pero
las cosas celestiales mismas, con mejores sacrificios que estos" " (Heb. 9: 23).
20.
Cuando hubiere acabado.
La
sangre del macho cabrío de Jehová que era ofrecido en el día de la expiación
purificaba el lugar santísimo, el lugar santo y el altar de los holocaustos de
"las inmundicias de los hijos de Israel" " y " "de sus rebeliones y de todos sus
pecados" (vers. 16, 19). El pueblo ya había recibido el perdón por estos mismos
pecados al haber presentado, en el servicio diario, sus ofrendas personales por
sus pecados. En esos casos, la sangre era puesta sobre los cuernos del altar de
los holocaustos, y el penitente se iba perdonado. Se afirma varias veces que el
sacerdote debía hacer " "por él la expiación de su pecado, y tendrá perdón" "
(cap. 4: 26, 31, 35). Sin embargo, aunque el pecado era perdonado, el registro
del pecado permanecía hasta el día de la expiación, cuando era borrado. Al
realizarse esto, la expiación del santuario estaba concluida (ver com. vers.
16).
21.
Macho cabrío vivo.
Mientras el sumo sacerdote había estado ocupado en hacer la expiación
con el macho cabrío de Jehová y mientras limpiaba el santuario con la sangre del
animal, el macho cabrío de Azazel estaba atado junto al altar, sin tener parte
alguna en el ritual. Le llegaba su turno sólo después de haberse completado la
expiación con el macho cabrío de Jehová (vers. 20), luego de haberse "acabado"
la expiación del "santuario y el tabernáculo de reunión y el altar" (vers. 20).
El sumo sacerdote, después de haber limpiado el santuario de pecado,
salía con esos pecados a la puerta del tabernáculo donde estaba esperando el
macho cabrío de Azazel (PP 369; CS 474). Ponía las manos sobre la cabeza del
macho cabrío, confesaba sobre el animal los pecados, y los transfería así del
santuario al macho cabrío, quien debía transportarlos al desierto (PP 369, 371).
En la realidad simbolizada, Cristo finalmente habrá de purificar el
santuario celestial, quitando de allí todos los pecados confesados y perdonados,
y pondrá estos pecados sobre Satanás. Este será declarado culpable de todo el
mal que ha hecho cometer, y deberá sufrir el castigo final (CS 474, 538, 614).
"Los pecados de los redimidos con su sangre caerán al fin sobre el causante del
pecado, quien habrá de sufrir el castigo de aquellos pecados" (PE 178).
Cuán apropiado es que el acto final del drama de la forma en que Dios
trata el pecado, sea hacer caer sobre la cabeza de Satanás todo el pecado y toda
la culpa que, emanando originalmente de él, trajeron una vez tal tragedia a las
vidas de los que ahora se hallan liberados del pecado por la sangre expiatoria
de Cristo. De este modo se completa el ciclo, termina el drama. Solamente
después de que Satanás -el instigador de todo el pecado - haya sido finalmente
quitado, se podrá afirmar con certeza que el pecado ha sido eliminado para
siempre del universo de Dios. Sólo colocando los factores en este orden podemos
entender que el "macho cabrío de Azazel" tuviera una parte en la expiación
(vers. 10). Cuando los justos hayan sido salvos, los malvados "cortados" y
Satanás ya no exista, entonces, y sólo entonces, se podrá decir que todo el
universo está en perfecta armonía y unidad, como estuvo originalmente, antes de
que entrara el pecado.
Lo enviará.
Literalmente, "lo expulsará".
Este mismo vocablo se usa en los casos de divorcio (Deut. 21: 14; 22: 19, 22;
Jer. 3: 8). Es una palabra fuerte. Así como se espanta una bestia peligrosa o
repulsiva, así también se envía el macho cabrío al desierto (Heb. midbar ). Una
vez en el desierto, el macho cabrío podía morir o no, porque los hebreos
pastoreaban sus rebaños en el midbar , término que puede significar un lugar
deshabitado donde vivían las fieras. El Talmud menciona la costumbre de despeñar
al macho cabrío, pero aun en este caso su muerte no desempeña parte alguna en la
ceremonia de los sacrificios. En contraste con el macho cabrío de Jehová, el de
Azazel era enviado vivo fuera del campamento israelita; su muerte eventual no
era en manera alguna de sacrificio o vicaria.
22.
Todas las iniquidades.
Los israelitas sabían que habían
pecado y que no alcanzaban la norma de lo que Dios esperaba de ellos. Sin
embargo, durante el día de la expiación habían tenido una demostración visual
del completo alejamiento de los pecados que habían confesado y que les habían
sido perdonados durante el año que había terminado, y podían ver también la
bondad de Dios al haberles preservado la vida. Sabían que no merecían la gracia
que les había sido extendida. Sin embargo, por la sangre derramada del
sacrificio del día de la expiación, el mismo registro de sus pecados perdonados
había sido raído del santuario. Al contemplar la partida del macho cabrío de
Azazel, eran testigos del último acto del drama: Satanás, con todos los pecados
que había instigado, ahora vueltos " "sobre su cabeza" " (Sal. 7: 16),
alejándose hacia su condenación.
23.
Se
quitará las vestiduras de lino.
Estas vestiduras, llamadas también "la
túnica santa de lino" (vers. 4), sólo se usaban en el día de la expiación. Aarón
se las ponía al entrar en el lugar santísimo con el incienso en la mañana de ese
día. Luego de haber concluido la obra especial de mediación, se quitaba las
vestiduras de lino y se ponía las áureas.
24.
Lavará luego su cuerpo.
Aarón se había relacionado con
el pecado. No había quedado contaminado hasta el punto de necesitar ofrecer un
sacrificio por el pecado. Sin embargo, debía bañarse, después de lo cual debía
ponerse sus vestimentas áureas. Luego ofrecía el holocausto vespertino habitual,
tanto para su persona, como para el pueblo. Con esto comenzaba el ciclo de las
ceremonias religiosas de un nuevo año.
25.
La grosura.
No se quemaba hasta este momento la grasa
de los sacrificios ofrecidos por el pecado durante el día (vers. 11, 15).
26.
El que hubiere llevado el macho cabrío.
Esta persona no necesitaba ser sacerdote. El "hombre destinado para
esto" podía ser cualquier israelita que estuviese en condiciones de hacerlo
(vers. 21). Se le había atado una cuerda al cuello del animal, y el hombre lo
guiaba con ella, o lo aguijoneaba valiéndose de la vara que llevaba.
27.
El becerro.
La ley requería que
fuesen quemados fuera del campamento los cuerpos de aquellos animales cuya
sangre era introducida en el santuario por el sumo sacerdote para la remisión de
los pecados. Pablo vio en esta práctica un simbolismo de Cristo, quien "padeció
fuera de la puerta", y nos amonesta a salir " "a él, fuera del campamento,
llevando su vituperio" " (Heb. 13: 11-13).
29.
Estatuto perpetuo.
El día de la expiación era el único
día de ayuno en todo el año. Por esto se lo llamaba "el ayuno" " (Hech. 27: 9).
Los otros ayunos que fueron añadidos posteriormente no eran exigidos por Dios ni
recibían su aprobación (Isa. 58: 3-7; Zac. 7: 3- 10). En los días de Cristo
había 29 ayunos en el año, además de dos días de ayuno por semana.
Afligiréis vuestras almas.
Esto es más que ayunar. Comprendía un
autoexamen, repaso del progreso logrado en la vida santa, buscar a Dios,
confesar los pecados, hacer reparación por los deberes descuidados, ajustar las
cuentas con Dios y con los hombres, redimiendo así el tiempo.
30.
Seréis limpios.
Por ser éste el
día de la expiación, era necesario que cada alma cooperase en la obra de
purificación. El sacerdote podía hacer expiación sólo en la medida en que Israel
confesaba sus pecados e imploraba la ayuda de Dios. Sólo los pecados confesados,
los pecados por los cuales los penitentes habían presentado sacrificios durante
el año, eran los que podían ser expiados por el sumo sacerdote. Este día
proporcionaba simbólicamente la oportunidad anual de lograr que los pecados
fuesen borrados para siempre. Era el tiempo aceptable.
31.
Día de reposo.
"Día de descanso completo" (BJ).
Literalmente, "un sábado de sábados", un gran día de fiesta espiritual.
32.
Que fuere ungido.
El sacerdocio
y su servicio habían de continuar luego de la muerte de Aarón. Otro sacerdote
debía entonces ser ungido y consagrado al oficio sacerdotal, para ponerse la
túnica santa de lino, y para desempeñar el cargo.
Levitico 16 es uno de
los grandes capítulos de la Biblia. En él se revela en forma impresionante y
hermosa el plan de salvación. En sus 34 versículos están escondidas algunas de
las cosas recónditas de Dios. La profundidad de significado que se revela en las
ceremonias descritas revela un autor divino. La mente debe esforzarse a lo sumo
para llegar a comprender sus enseñanzas.
NOTA ADICIONAL AL
CAPÍTULO 16
A fin de comprender claramente los servicios del
día de la expiación, es necesario tener algún conocimiento respecto al edificio
donde se desarrollaba el ritual del santuario, como también ciertas nociones en
cuanto a sus alrededores. En el comentario de Exo. 26: 1 se encontrará una
descripción general. La descripción detallada se encuentra en los comentarios de
Exo. caps. 25 al 40.
El tabernáculo original, construido por Moisés, era
una tienda, cuyas paredes eran de madera (ver com. Exo. 26: 15-26). El techo
estaba hecho de cuatro capas, y la interior era de lino fino, y las otras eran
de diversos tipos de pieles (ver com. Exo. 26: 1-14). La tienda misma medía
aproximadamente 13, 34 m por 4,5 m; estaba ubicada dentro de un atrio que medía
unos 50 m por 25 m (ver com. Exo. 27: 9-18).
El edificio estaba dividido
en dos compartimentos; el primero y más grande era el lugar santo y el segundo,
el lugar santísimo. Una cortina, o velo de ricos colores, separaba los dos
ambientes. Como no había ventanas en el edificio, en el primer compartimento un
candelero de siete lámparas proporcionaba suficiente luz artificial como para
que los sacerdotes desempeñasen sus tareas.
En el primer compartimento
había tres muebles: la mesa de los panes de la proposición, el candelero y el
altar del incienso. Al entrar en el tabernáculo por la puerta que daba al este,
se veía el altar del incienso hacia el final de la habitación. A la derecha
estaba la mesa del pan de la proposición, y a la izquierda el candelero. Sobre
la mesa estaban los panes de la proposición, dispuestos en dos pilas de seis
panes cada una, como también el incienso para el pan, y las vasijas para las
libaciones. También había vasos, cucharas y otros implementos usados en el
ritual. El candelero era de oro puro; sus lámparas tenían forma de almendras.
El mueble más importante en este compartimento era el altar del
incienso. Medía aproximadamente 88,9 cm de alto, y su cubierta cuadrada tenía
unos 44,45 cm de lado. Estaba recubierto de oro, y alrededor de su cubierta
tenía como una corona de oro. Sobre este altar el sacerdote ponía la vasija que
contenía las brasas tomadas del altar de los holocaustos, como también el
incienso. Cuando ponía el incienso sobre las brasas, ascendía el humo, y puesto
que el velo no llegaba hasta el techo, el incienso no sólo llenaba el primer
compartimento, sino que penetraba también en el segundo. De este modo, el altar
del incienso, aunque estaba en el lugar santo, servía también al lugar
santísimo.
En el segundo compartimento sólo estaba el arca, un cofre
aproximadamente de 1, 12 m de largo por 0,66 m de ancho y 0,66 m de alto. La
cubierta del arca era llamada el propiciatorio, lugar donde se hacía la
expiación en el día de la expiación. En torno de la parte alta del propiciatorio
había una corona de oro, similar a la que se encontraba en el altar del
incienso. Dentro del arca estaban las tablas de la ley escritas con el dedo de
Dios.
Encima del propiciatorio había dos querubines de oro. En este
lugar Dios se ponía en comunión con su pueblo (Exo. 25: 22).
En el atrio
fuera de la tienda se hallaba la gran fuente de bronce que contenía agua para
lavarse. En esta fuente los sacerdotes debían lavarse las manos y los pies antes
de entrar en el santuario o antes de comenzar su servicio (Exo, 30: 17-21; 38:
8).
También en el atrio, al este de la fuente, estaba el altar de los
holocaustos, que desempeñaba un papel importantísimo en todas las ofrendas de
sacrificios. El altar tenía aproximadamente 1,34 m de alto, lo que exigía que
hubiese una especie de plataforma para que el sacerdote pudiera oficiar
cómodamente ante el altar. Esto también permitía que el pueblo viera cómo
oficiaba el sacerdote ante el altar. Este era cuadrado y medía unos 2,23 m de
lado. Estaba hecho de madera recubierta de bronce. Posteriormente este altar fue
muy agrandado para dar cabida a un mayor número de practicantes del culto. Sobre
este altar se quemaban los sacrificios. Por eso tenía el nombre de altar de los
holocaustos. Aquí también se quemaba la grasa de las víctimas sacrificadas como
asimismo ciertas partes de otras ofrendas. En los cuatro ángulos del altar había
proyecciones a modo de cuernos, conocidas con el nombre de "los cuernos del
altar". En ciertos sacrificios, los sacerdotes tocaban estos cuernos con sangre.
En otros casos, la sangre era rociada alrededor del altar. La sangre sobrante,
no usada en el servicio, era derramada en el suelo al pie del altar.
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
2 MC 344
7, 8 PP 368
8, 10 CS 471
13, 14 4T 124
14 CS 472
15 PP 368
16 CS 471; PP 368
17 CS 481; MC 344
19
CS 471; PP 368
21 CS 472; PP 369
21, 22 CS 472; PE 177; PP 369
22 CS 539
29-34 CS 451
CBA Levítico
COMENTARIO BÍBLICO ADVENTISTA LEVÍTICO
1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7 | 8 | 9 | 10 |
11 | 12 | 13 | 14 | 15 | 16 | 17 | 18 | 19 | 20 |
21 | 22 | 23 | 24 | 25 | 26 | 27 |
COMMENTARIOS