Comentario Bíblico Adventista Levítico 17
Comentario Bíblico Adventista
Levítico Capítulo 17
3.
Cualquier varón.
Cuando los israelitas salieron de Egipto, salió con ellos un gran grupo, principalmente compuesto de egipcios. Era una "multitud de toda clase de gentes" " (Exo. 12: 38) o "la gente extranjera que se mezcló con ellos" (Núm. 11: 4). Una palabra aún mejor es "chusma", que se emplea en la BJ. Esas personas fueron causa de constantes problemas, Y siempre encabezaron las rebeliones. Instigaron a los israelitas a exigir carne, lo que dio por resultado la muerte de miles (Núm. 11: 4-6, 18-20, 31-33). Aunque diariamente eran testigos del milagro divino del maná celestial, no eran agradecidos ni piadosos. Como ocurre en el caso de los que viven de la caridad de otros, sus exigencias iban en constante aumento.
Es razonable suponer que esta multitud de extranjeros procuraría continuar sus fiestas religiosas paganas. En Egipto se encontraban algunas de las formas más envilecidas del paganismo. Entre éstas, el culto a los demonios era probablemente el peor (Lev. 17: 7); en él se sacrificaban machos cabríos o "sátiros" " (BJ). Estos abusos habían comenzado a extenderse entre los israelitas, y se necesitaba una reforma.
Antes de que se estableciese el santuario, el padre de familia era el sacerdote
de la misma, y como tal, ofrecía sacrificios. Cuando se erigió el tabernáculo y
los sacerdotes se hicieron cargo de los sacrificios, ocurrió un gran cambio en
la vida de Israel. El padre de familia debió entregar algunas de sus anteriores
prerrogativas a los levitas, y esto puede haber causado cierto malestar.
Lo que ocasionó más problemas fue la regla de que todos los animales, de
ahí en adelante, debían ser sacrificados en el santuario, y que las fiestas que
normalmente acompañaban tales sacrificios debían también realizarse allí. Esto
en sí no debía causar dificultad a Israel, pues el santuario estaba ubicado en
el centro del campamento y era igualmente accesible para todos. Pero esta orden
haría que terminaran automáticamente todas las fiestas de camaradería de los
extranjeros, que -así lo suponemos - habían sido entusiastamente adoptadas por
muchos israelitas. El vers. 7 indica hasta qué punto habían caído en la
idolatría los hijos de Israel.
De todos los sacrificios, los que más
fácilmente se prestaban para el abuso eran los sacrificios de paz. En general,
los otros sacrificios en que se derramaba sangre eran entregados al sacerdote o
quemados después de haberse rociado la sangre y quitado la grasa. Pero en el
caso de las ofrendas de paz, el Señor recibía la sangre y la grosura; el
sacerdote, el pecho y la espaldilla derecha (cap. 7: 34); y el resto del animal
era para el oferente y para sus invitados (Deut. 27: 7; ver com. Lev. 7: 15).
Desde el punto de vista humano, las ofrendas de paz tenían otra ventaja.
Para ser aceptados todos los demás sacrificios, debían ser de animales perfectos
(cap. 22: 21; 3:1); pero una ofrenda de paz, presentada espontáneamente, no
necesitaba ser perfecta. Podía usarse un animal que tuviera "de más o de menos"
(cap. 22: 23). Si alguien deseaba hacer una Fiesta, podía escoger un animal
deforme pero no enfermo. A partir de la proclama aquí mencionada debía llevarlo
al santuario para presentárselo al Señor, y debía darle al sacerdote lo que Dios
requería. Algunos no habían hecho esto en Israel. De ese momento en adelante,
ningún israelita debía participar de una Fiesta a menos que fuese celebrada
dentro del campamento. Era de esperarse que esas fiestas se llevarían a cabo en
armonía con las normas religiosas y sociales implícitas en la ley de Dios.
Esta centralización del ofrecimiento de sacrificios y de las fiestas que
lo acompañaban tendría otros beneficios. El texto parece implicar que toda
matanza de animales debía hacerse bajo la supervisión inmediata de los
sacerdotes. De este modo el sacrificio de un animal pasaba a ser un acto
semirreligioso. Así entendida esta orden, resaltaba el hecho de que debe
reconocerse a Dios en todas las cosas, que él demanda como suya una porción de
todo lo que poseemos: en este caso, la sangre y la grosura. Este reglamento
debía enseñarle a Israel a honrar a Dios con sus bienes y a compartir con los
sacerdotes la parte que les correspondía. Sobre todo, el derramamiento de la
sangre y la sangre en sí, cobraban un nuevo significado porque la gente debía
tratarla con el mayor respeto, no pudiendo consumirla en ningún caso.
Estos principios tienen tanta validez ahora como la tenían entonces.
Dios tiene derecho sobre todo lo que poseemos. Aun en la comida y en la bebida,
Dios debe ser honrado. Además Dios quiere que su pueblo se separe de la multitud
de extranjeros. Tanto jóvenes como ancianos corren peligro al asociarse con el
mundo. Las amistades se forman con facilidad, y los resultados son a menudo
fatales para la fe del creyente. La asistencia a institutos de enseñanza
mundanos está cargada de peligro. No sólo hay problemas de clases y exámenes en
día sábado, sino que las actividades sociales constituyen una trampa para los
jóvenes. Todo aquel que salga "fuera del campamento" necesita protección
especial, y en primer lugar debiera estar seguro de que Dios lo llama para que
salga afuera.
9.
Será igualmente cortado.
En los vers. 1-7 se presenta una legislación que tenía por objeto
separar a los israelitas de la influencia contaminadora de los egipcios (ver
cap. 18: 3). Por el castigo que debía seguir a la transgresión se hace evidente
que Dios consideraba este asunto como de gran importancia. En el caso de ciertas
infracciones de las leyes concernientes a las impurezas físicas, Dios ordenó los
ritos de purificación. En otros casos se requería un sacrificio, Y en otros
restitución. Pero en este caso prescribe la misma severa pena de excomunión que
pesaba sobre el pecador que no se humillara en el día de la expiación. Los
"extranjeros" estaban incluidos en esta legislación (vers. 8). Por lo menos en
el caso del extranjero, el "ser cortado" probablemente significaba la exclusión
de los privilegios de la comunión con el pueblo de Dios (ver com. Gén. 17: 14;
Exo. 12: 15).
Israel tenía muchas cosas que aprender, y Dios se proponía
que aprendiese esas lecciones en el desierto. En esta situación, formaba un
grupo compacto; ni sembraba ni segaba, y podía dedicar su atención indivisa a la
instrucción que era impartida. Por ejemplo, recibía el pan directamente del
cielo, lo que siempre le recordaba su dependencia de Dios.
La orden de
degollar todos los animales a la puerta del santuario fue rescindida después de
que Israel hubo entrado en Canaán (ver Deut. 12: 15, 20, 2l). Entonces todos los
animales para el sacrificio religioso eran llevados al tabernáculo; los que se
sacrificaban para alimento, podían ser muertos en casa, Es posible que para ese
tiempo Israel había aprendido ya lo que Dios se había propuesto enseñarle.
Además, la multitud de extranjeros ya no constituía un motivo de tropiezo para
los israelitas.
Para hacerlo a Jehová.
Antes de llegar al Sinaí,
Israel no había tenido sacerdotes designados. El padre había sido el sacerdote
de su familia; ahora Dios ordenaba un cambio y pedía que todos cumpliesen con lo
ordenado. Los hombres no solamente debían adorar a Dios sino que debían adorarlo
en la manera que él mismo había designado. Los israelitas debían reconocer a los
dirigentes señalados. Debían abstenerse de lo prohibido, debían honrar a Dios
con sus bienes y evitar las reuniones impías. Dios no prohibió las reuniones
sociales pero las que se celebraban habían de estar en armonía con el ambiente
propio del santuario. No debía haber más fiestas convivales.
10.
Comiere alguna sangre.
Dios le prohibió
estrictamente que comiera sangre tanto al israelita como al extranjero (vers.
12). Por dos hechos se ve claramente que esto no es meramente una ordenanza
judía: (1) La orden fue dada por primera vez a Noé, progenitor de toda la raza
humana luego del diluvio (Gén. 9: 4). (2) La primerísima legislación adoptada
por la iglesia del NT incluía esta prohibición: "Que os abstengáis ... de
sangre, de ahogado" (Hech. 15: 29).
11.
La
vida de la carne.
La prohibición de comer sangre se repite siete veces
en los libros de Moisés (Gén. 9: 4; Lev. 3: 17; 7: 26, 27; 17: 10; Deut. 12: 16,
23, 24; 15: 23). La razón para esto es que la sangre representa la vida. En
realidad la sangre es la vida. Esto es cierto en un sentido muy literal. La
sangre lleva alimento, fuerza y calor a todas las partes del cuerpo, y se lleva
todo lo que daña y destruye. Es el factor indispensable sin el cual la vida
sería imposible. El organismo entero es alimentado por ella. Si se produce una
herida en cualquier parte, la sangre lleva hasta allí los elementos necesarios
para su curación. La ciencia está aprendiendo continuamente nuevos hechos acerca
de la sangre; con cada hallazgo nos maravillamos de sus cualidades
sorprendentes.
La sangre ocupa una posición destacada en el plan de
salvación. Muchas veces se dice que la sangre de Cristo es el elemento vital de
la redención. De ahí que existan expresiones como las siguientes: " "Ganó por su
propia sangre" (Hech. 20: 28); "redención por su sangre" (Efe. 1: 7); " "paz
mediante la sangre" " (Col. 1: 20); "santificar al pueblo mediante su propia
sangre" (Heb, 13: 12); "la sangre del pacto eterno" (Heb. 13: 20); " "rociados
con la sangre de Jesucristo" " (1 Ped. 1: 2); "el Espíritu, el agua y la sangre"
(1 Juan 5: 8); " "no mediante agua solamente, sino mediante agua y sangre" " (1
Juan 5: 6); " "nos lavó de nuestros pecados con su sangre" (Apoc. 1: 5). Si se
elimina la doctrina de la sangre y de la expiación por medio de la sangre,
quedamos sin un Salvador. El "como cordero fue llevado al matadero" y "por su
llaga fuimos nosotros curados" (Isa. 53: 7, 5).
Indudablemente fue
difícil que los discípulos aceptaran el anuncio de Jesús: "Si no coméis la carne
del Hijo del hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come
mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna" (Juan 6: 53, 54, 60). Para el
cristiano sincero, estas palabras tienen hondo significado. Recuerdan las
palabras del nuevo pacto, del pacto de sangre, del cual es símbolo la Cena del
Señor (1 Cor. 11: 25).
Expiación de la persona.
Literalmente,
"una cobertura para la persona". Es la sangre la que hace expiación por la vida
que en ella está. La sangre de Cristo hace expiación porque representa su vida.
La muerte de Cristo cumplió un propósito, su vida realizó otro; juntas las dos
nos aseguran la salvación. Por su muerte Cristo pagó la pena y satisfizo las
demandas de la ley; por su vida nos asegura la vida (ver Rom. 5: 10).
12.
Comerá sangre.
Las reglas en
cuanto a ingerir sangre no tenían solamente el propósito de que los israelitas
se abstuvieran de comer la sangre literal. Era todo eso y mucho más. Tenían el
propósito de inculcarles una elevada estima por lo que la sangre representa, la
vida. Toda vida procede de Dios y le pertenece. No debe ser maltratada ni
destruida.
13.
Derramará su sangre.
Esta debe haber sido una lección impresionante para el cazador. Después
de haber cazado un ave, recuerda la orden de Dios de tratar la sangre con
respeto. La vierte en la tierra y reverentemente la cubre. Por supuesto, esto no
se hacía a causa del ave. Tenía el objeto de enseñarle al hombre el valor y la
importancia de la vida (Mat. 10: 29).
14.
La vida de toda carne es su sangre.
Este versículo es
una repetición, pero a esa repetición se le ha añadido algo. En las
declaraciones anteriores se afirmaba que la vida estaba en la sangre. Este
versículo afirma que la vida es la sangre.
Cristo sentía compasión por
los seres humanos, y enseñó esa compasión. La entrada en el reino de los cielos
se relaciona con el interés por los hambrientos, los sedientos, los desnudos y
los encarcelados, y el cuidado que se les haya brindado (Mat. 25: 34-40). La
vida de esos necesitados proviene de Cristo, el autor de la vida, y al ayudar a
otros, ayudamos a Cristo.
15.
Mortecino.
Aunque no se prohibía comer la carne de animal mortecino o despedazado,
la persona que la comiese quedaría contaminada, Se entiende que la razón de esto
estaba en que la sangre no había sido debidamente drenada.
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
11 CS 471
CBA Levítico
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