Comentario Bíblico Adventista Levítico 4
Comentario Bíblico Adventista
Levítico Capítulo 4
2.
Pecare.
Las ofrendas por el pecado se mencionan por primera vez en relación con la consagración de Aarón y sus hijos (Exo. 29: 14), pero en esa ocasión no fueron prescritas para todo el pueblo. Tanto la palabra "pecado" como la expresión "ofrenda por el pecado" se derivan de la palabra hebrea jatta'th , hecho que permite inferir la estrecha relación existente entre ambos. El "pecado" implicaba la necesidad de presentar una ofrenda por el pecado. La presentación de una ofrenda tal indicaba que se había cometido pecado. Al traer una "ofrenda por el pecado" al santuario, la persona literalmente presentaba el pecado que esa ofrenda representaba, y por el cual debía hacer expiación. Las ofrendas por el pecado aparecen por primera vez en relación con la erección del santuario y el comienzo del sacerdocio. Hasta ese momento solamente se ofrecían holocaustos. Las diversas palabras usadas en la Biblia para definir y describir el pecado presentan los siguientes conceptos:
1.El pecado es una desviación de una norma definida, una violación de la ley de
Dios (1 Juan 3: 4). Si concebimos la ley como una línea recta que debe ser
seguida, cualquier desviación de esa línea sería pecado. Tal desviación puede
ser accidental o intencional, pero siempre es pecado.
2.El pecado es
quedarse corto; no alcanzar la meta de la perfección. El pecado es como una
flecha que no alcanza el blanco. El arquero puede haber hecho todo lo que estaba
de su parte, pero no tuvo fuerza para que el arco despidiera la flecha con
suficiente fuerza como para alcanzar el blanco. No llega al blanco.
3.El
pecado es desobediencia. La desobediencia no es posible sino cuando hay
conocimiento de la ley y transgresión de la misma. Hay diferentes grados de
culpa en la desobediencia, y Dios tiene recursos para esto, pero toda
transgresión es grave. El que persiste en su impenitencia, finalmente cometerá
el pecado imperdonable.
4.El pecado es ofensa contra Dios. El hombre
puede pecar contra otros hombres, pero su primera y principal ofensa es contra
Dios. Por lo tanto, la confesión debe hacerse siempre en primer lugar a Dios.
Aunque el hijo pródigo había pecado gravemente contra su padre, cuando regresó,
sus primeras palabras fueron: "He pecado contra el cielo y contra ti" (Luc. 15:
21). Hizo una declaración acertada. Aunque sus transgresiones contra los hombres
habían sido grandes, su primera ofensa era contra Dios. Así es con todo pecado.
Por yerro.
"Por inadvertencia" (BJ), sin malas intenciones,
inadvertidamente, descuidadamente, sin pensar.
En alguno de los
mandamientos de Jehová.
Esto se refiere especialmente a los Diez
Mandamientos, pero también incluye las otras órdenes divinas.
Todo el
santuario, incluyendo sus enseres, su sacerdocio y su ritual, tenía que ver con
el pecado. Los servicios giraban en torno de la desobediencia del hombre y de la
necesidad de salvación. Si no hubiese sido por el pecado, no se hubiera
necesitado tener un altar sobre el cual colocar las víctimas. Hubiera sido
innecesario matar animales, derramar la sangre y realizar el ministerio de la
expiación. Sin duda habría existido un lugar donde el hombre pudiera encontrarse
con Dios, pero el servicio hubiera sido de una naturaleza enteramente diferente.
La pecaminosidad del pecado no depende necesaria ni exclusivamente de lo
que se hace. No siempre son igualmente culpables dos personas que cometen el
mismo pecado. La luz siempre trae consigo la responsabilidad. El mismo pecado,
cometido por un salvaje ignorante y por un hombre civilizado, debe ser
considerado y juzgado en cada caso desde un punto de vista diferente. Dios toma
todo esto en consideración y, en el capítulo que ahora estudiamos, toma medidas
para ello. Según esto, hay cierta gradación en los castigos impuestos por
pecados cometidos por quienes están en niveles diferentes. De aquel que ha
recibido más luz, se espera más que de aquel que vive en la ignorancia. En este
capítulo se consideran cuatro clases de transgresores; cada uno recibe el
castigo según su posición. El pecado de una persona prominente afecta a más
personas que el de una persona menos distinguida; por lo tanto, debe recibir un
castigo más severo.
3.
El sacerdote ungido.
Todos los sacerdotes eran ungidos, pero sólo el sumo sacerdote era
ungido en la cabeza; por lo tanto, por su preeminencia se lo llama "el sacerdote
ungido" (Exo. 29: 7-9; Lev. 8: 12, 13). Se lo designa como " "el sumo sacerdote
entre sus hermanos, sobre cuya cabeza fue derramado el aceite de la unción" "
(Lev. 21: 10). Generalmente se lo llama simplemente "el sacerdote". Sólo cuatro
veces aparece como "sumo sacerdote" en los libros de Moisés y en cada caso la
traducción literal del hebreo sería "gran sacerdote" o "principal sacerdote" "
(ver Lev. 21: 10; Núm. 35: 25, 28).
Según el pecado del pueblo.
Mejor, "haciendo culpable al pueblo" (BJ). El sumo sacerdote
representaba al pueblo (Lev. 16: 15, 16; Zac. 3: 1-4). En armonía con este
principio, los profetas siempre se identificaban con los pecados del pueblo.
Aunque, como mensajeros de Dios, reprendían al pueblo por sus transgresiones,
cuando oraban a Dios se acercaban a él como si fuesen uno con el pueblo en los
pecados que habían merecido el reproche. Es por esto por lo que repetidas veces
encontramos la expresión "hemos" pecado y no "han" pecado; "pecamos" , "nuestros
pecados" , "pecamos contra Jehová nuestro Dios" , "contra ti hemos pecado" (Neh.
1: 6; Isa. 64: 5, 7; Jer. 3: 25; 8: 14; 14: 7; Dan. 9: 5, 8, 11, 15).
Debe resaltar el carácter vicario del sumo sacerdote. Era el
representante del hombre, el que actuaba por el pueblo en todo lo que tenía que
ver con el santuario. Todo el sacerdocio se resumía en la persona del sumo
sacerdote.
Cuando Adán pecó, "la muerte pasó a todos los hombres" (Rom.
5: 12), porque por " "la desobediencia de un hombre los muchos fueron
constituidos pecadores" " (Rom. 5: 19). Adán representaba al hombre. Cristo
también representaba al hombre. Adán, el "primer hombre" , era la cabeza de la
humanidad; Cristo, el "segundo hombre" , el "Postrer Adán" , el "Señor ... del
cielo" , es la cabeza de la nueva humanidad (1 Cor. 15: 45-47). " "Como por la
transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera
por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida" " y "
"por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos" " (Rom. 5: 18,
19). " "Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán
vivificados" " (1 Cor. 15: 22).
El sumo sacerdote, que en un sentido
especial era un símbolo de Cristo, representaba al hombre. Representaba a todo
Israel. Llevaba las cargas y pecados del pueblo. Llevaba la iniquidad de las
cosas sagradas. Llevaba sobre sí el juicio de Israel. Cuando él pecaba, Israel
pecaba. Cuando el sumo sacerdote entraba en el santuario, lo hacía en nombre del
pueblo. Cuando él comparecía ante Dios, ellos comparecían. Representaba al
pueblo; era el pueblo. Cuando él pecaba, el pueblo pecaba, y se le exigía
presentar por su pecado el mismo sacrificio requerido cuando toda la nación
pecaba.
Un becerro sin defecto.
Machos o hembras podían usarse
para la ofrenda del pecado, pero los animales debían ser "sin defecto". El sumo
sacerdote debía ofrecer un becerro por su pecado, tanto como por el pecado del
pueblo (Lev. 4: 14).
4.
Pondrá su mano.
Esta era la misma ceremonia como en todos los otros sacrificios, salvo
el de las aves. La imposición de manos no sólo indicaba la dedicación del animal
a Dios sino que, al apoyarse en su cabeza, quien ofrecía el sacrificio se
identificaba con el animal, y éste se transformaba en su sustituto (ver com.
cap. 1: 4).
La imposición de la mano iba acompañada de la confesión del
pecado que había ocasionado la presentación del sacrificio (cap. 5: 5). Este
principio se aplicaba a todos los sacrificios por el pecado. La acción de
imponer la mano era pues significativa porque el pecador, al confesar su pecado
y apoyarse sobre la víctima, declaraba su fe en Dios, quien proporcionaría un
sustituto para que llevara la culpa de su pecado. El castigo no era traer un
sacrificio. El castigo era la muerte, y era el animal el que la sufría.
6.
Rociará de aquella sangre.
Puesto que no había ningún sacerdote de más jerarquía que el sumo
sacerdote, que pudiese oficiar por él, él mismo debía ministrar la sangre. En
los sacrificios ya considerados, la sangre era rociada en el altar del
holocausto en el atrio o puesta sobre sus cuernos. Cuando el sacerdote ungido
pecaba, la sangre era llevada dentro del tabernáculo. Sin duda esto se debía a
que su pecado era considerado como más grave que el de cualquier otra persona, o
de mayor importancia ante Dios. El sacerdote mojaba su dedo en la sangre y la
rociaba siete veces delante del velo, "delante de Jehová". También ponía parte
de la sangre sobre los cuernos del altar del incienso, y asimismo "delante de
Jehová" (vers. 7).
Debiera notarse que el sacerdote no rociaba la sangre
sobre el velo, sino delante de él. También es de interés que no usaba más que un
dedo para rociar esa sangre. Además esta aspersión se hacía sólo cuando el
sacerdote ungido o la congregación entera pecaba. No tenemos registro de cuán a
menudo pecaba el sumo sacerdote y debía presentar un becerro como ofrenda, pero
suponemos que esto no acontecía con frecuencia. Tampoco sabemos cuán a menudo
pecaba todo el pueblo y tenía que presentar un becerro, pero suponemos que esto
no era frecuente. Es evidente que el pueblo pecaba a menudo en forma individual,
pero tenemos pocos incidentes registrados de pecados nacionales, como los que se
consideran aquí. El único registro concreto de un incidente tal, es el caso del
becerro de oro. Es cierto que hubo otras apostasías nacionales, pero siendo que
se debía presentar el sacrificio sólo cuando se hubiesen arrepentido de sus
pecados, no puede haber habido muchos casos.
La aspersión de la sangre
tenía relación con la ley que estaba directamente detrás del velo. Sin embargo,
la sangre no llegaba hasta la ley; el velo se interponía. En el servicio diario
no había llegado el momento cuando el pecador debía enfrentarse con la ley. Eso
quedaba para el día de la expiación, que figuradamente era el día de juicio de
Israel (ver com. Heb. 10: 19, 20).
7.
Sobre
los cuernos del altar.
Además de asperjar la sangre delante del velo, el
sacerdote ponía parte de la sangre sobre los cuernos del altar del incienso. Al
hacerlo, tocaba cada cuerno y dejaba la huella de la sangre con su dedo,
registrando así el hecho de que se había cometido un pecado y que se había
ofrecido el sacrificio. La sangre que colocaba sobre los cuernos era de un
animal que llevaba la culpa del pecado y por lo tanto era sangre cargada de
pecado. Esto exigía que se hiciese "sobre sus cuernos ... expiación una vez al
año" (Exo. 30: 10). La parte de la sangre que no se usaba era vertida en la base
del altar del holocausto,
8.
Toda su
grosura.
Ver com. cap. 3: 31 5. No se hace mención de que fuera "olor
grato para Jehová". Sin embargo, el hecho de que se la pusiese sobre el altar,
indica que era agradable a Dios.
12.
Fuera del campamento.
Todo el becerro era
llevado fuera del campamento y quemado en un lugar limpio, no simplemente para
deshacerse de él, ni porque se lo considerase inmundo, porque claramente se lo
designa " "cosa santísima" (cap. 6: 25). El libro de Hebreos le da un sentido
simbólico al hecho de que la víctima fuese quemada fuera del campamento. Dice
Pablo: " "También Jesús ... padeció fuera de la puerta. Salgamos, pues, a él,
fuera del campamento, llevando su vituperio" " (Heb. 13: 12, 13). El hecho de
que el cuerpo fuese quemado fuera del campamento era pues un símbolo de Cristo,
crucificado fuera de la ciudad de Jerusalén, " "para santificar al pueblo
mediante su propia sangre" " (Heb. 13: 12). Algunos han opinado que esto indica
también que murió no sólo por los judíos, sino también por el mundo. Aunque el
cuerpo era considerado santísimo, no se le daba ningún uso ceremonial. Puesto
que no era quemado sobre el altar, no había en ese cuerpo ningún valor redentor
inherente. Por lo tanto, no era el cuerpo el que hacía la expiación, sino que
"la misma sangre hará expiación de la persona" " (Lev. 17: 11).
Sin
embargo, no era la sangre como tal la que hacía la expiación, sino la sangre
derramada y aplicada . No podía efectuarse expiación matándose al animal y
derramando su sangre en el suelo. La sangre debía ser recogida en una vasija ,
tras lo cual el sacerdote la ministraba, rociándola y de otras formas. Era la
sangre rociada la que efectuaba la expiación, no la parte sobrante que era
vertida en el suelo (ver com. cap. 4: 7). Se hacía expiación con la sangre
aplicada a los cuernos del altar, no con la que era vertida en el suelo (Exo.
29: 12; 30: 10; Lev. 4: 7, 18, 25, 30, 34).
Lamentablemente hay
cristianos que hablan de la "sangre derramada", expresión que no aparece en la
Biblia, y se olvidan de la sangre "rociada", que era la única que podía efectuar
la expiación. La sangre derramada era la sangre no utilizada, que se vertía al
pie del altar luego de haberse completado la expiación. Pablo habla de la
"sangre rociada" (Heb. 12: 24), es decir, la sangre usada para ministrar .
Cuando fue instituida la pascua, se le ordenó a Israel que matara un cordero y
pusiera su sangre en las jambas y el dintel de la puerta (Exo. 12: 7, 22, 23).
Dios no prometió que los primogénitos se salvarían por haberse dado muerte al
cordero. La salvación ocurría porque se había aplicado esa sangre.
En
todas las ofrendas rige el mismo principio. No basta traer la víctima y
degollarla; la sangre debe ser aplicada . Luego de su ascensión, Cristo " "por
su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo
obtenido eterna redención" " (Heb. 9: 12), y allí como " "sumo sacerdote ...
ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo" " (Heb. 8: 1-3),
ministra en nuestro favor. Esta fase del ministerio de Cristo es tan necesaria
para nuestra salvación como lo fuera el ministerio de la sangre del cordero en
ocasión de la primera pascua, como sucedía también con todas las ofrendas en las
cuales se derramaba sangre.
El ministerio de la sangre en el gran día de
la expiación era el punto culminante del servicio anual. Era muy importante
degollar la víctima -sin ello no habría sangre para ministrar- pero se alcanzaba
la culminación de la ceremonia cuando el sumo sacerdote entraba en el lugar
santísimo con la sangre del macho cabrío del Señor (ver Heb. 9: 25). En forma
similar, Cristo " "por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar
Santísimo" " (Heb.9: 12). Su muerte en el Calvario fue esencial -sin ella no
hubiera tenido nada "que ofrecer" (Heb. 8: 3)- pero sin el continuo ministerio
de la sangre en el santuario celestial, el sacrificio del Calvario no hubiera
valido de nada.
La mayoría de los cristianos no entienden el ministerio
de Cristo como nuestro gran Sumo Sacerdote, ni le dan a ese ministerio todo su
valor. Ciertamente, creen en la sangre derramada; pero no comprenden que debe
haber un ministerio o una aplicación de la sangre para que sea efectiva. Es hora
de que se llame la atención del mundo, y de los profesos cristianos en especial,
a la obra que Cristo está realizando ahora. Muchos preguntan por qué Cristo
demora tanto en volver. Saben que se fue, pero no saben nada de su obra
mediadora. Como no han seguido al Cordero, no saben dónde está ni qué está
haciendo. Es nuestro deber y privilegio, nuestra tarea como pueblo, restaurar
las antiguas calzadas (ver Isa. 58: 12) y presentar a Cristo al mundo como
nuestro mediador y Sumo Sacerdote. Su obra está casi terminada, y cuando
concluya, Cristo vendrá con poder y gloria.
13.
Toda la congregación.
Las personas podrían pecar a
menudo y presentar las ofrendas necesarias. Rara vez la nación entera podría
pecar "por yerro" (ver com. vers. 2,6).
Cosas que no se han de hacer.
Aquí se incluyen todos los pecados, grandes y pequeños, pero se refiere
sobre todo a los así llamados pecados pequeños. No se refiere esto a la
violación abierta, sino al pecado relativamente leve, "contra alguno de los
mandamientos ... en cosas que no se han de hacer". Cuando se hacía esto, se
incurría en culpa, y debía presentarse una ofrenda por el pecado a la puerta del
santuario.
14.
Luego que llegue a ser
conocido el pecado.
Eso implica que se ignoraba que lo hecho era pecado
(ver com. vers. 2). En tales circunstancias, "toda la congregación" debía
presentar la misma ofrenda exigida del sumo sacerdote cuando pecaba. El becerro
lo proporcionaba la congregación, por cuanto todos eran considerados culpables.
Los ancianos, elegidos de entre las diferentes tribus, llevaban el becerro al
lugar del sacrificio, ponían sus manos sobre él y lo degollaban. Nada se dice
aquí de la confesión, pero ésta está implícita en la imposición de manos. Sin
confesión, la presentación de una ofrenda no valdría de nada, porque no habría
transferencia de pecado, del pecador al sacrificio. Además, no es la forma en
que se hace la confesión, sino el hecho de confesar, lo que es aceptable ante
Dios,
17.
La misma sangre.
La
ministración de la sangre era la misma que en el caso del sacerdote que pecaba
(vers. 7). Puesto que el sacerdote usaba sólo un dedo para realizar el
ministerio de la sangre, se usaba solamente una pequeña porción de la sangre del
becerro.
19.
La grosura.
Acabado el
ritual de la sangre, el sacerdote quitaba toda la grasa del becerro, siguiendo
el mismo procedimiento como en el caso de que hubiese pecado el sumo sacerdote
(vers. 6-8).
20.
Así hará el sacerdote
expiación por ellos.
En el caso del sumo sacerdote ungido no se dice
nada de expiación ni de perdón. Indudablemente, recibía el perdón, como los
otros, cuando confesaba sus pecados. Parecería que por ministrar el sumo
sacerdote su propio sacrificio, un hombre podía hacer expiación por sí mismo; de
ahí que se omita esta declaración. Pero, en el caso del pueblo, el sacerdote
debía hacer expiación por ellos, y obtenían "perdón". El ritual de llevar al
becerro fuera del campamento para quemarlo en un lugar limpio era el mismo que
se efectuaba en el caso cuando el sumo sacerdote pecaba.
22.
Cuando pecare un jefe.
El 'jefe" se refiere al
principal de la tribu, o el principal de una división de una tribu. Se incluyen
tanto dirigentes civiles como religiosos: príncipes (Gén. 17: 20; 2 Crón. 1:
2),jefes (Núm. 2: 3; 3: 24, 32). Posiblemente el jefe no se había dado cuenta de
su transgresión. No se esperaba que un jefe conociera tanto de la ley como el
sumo sacerdote ungido; por lo tanto la ofrenda que de él se exigía era de menos
valor que la que se pedía del sumo sacerdote.
24.
Pondrá su mano.
Se sigue el mismo modelo de las otras
ofrendas y el significado es el mismo. Al poner sus manos sobre la víctima, el
pecador se identifica con ella, le transfiere sus pecados por confesión y la
presenta como su sustituto.
25.
La sangre.
La ministración de la sangre del macho cabrío es diferente de la del
becerro. En este caso el sacerdote no lleva la sangre al santuario, sino que la
recoge en una vasija y la lleva al altar del holocausto. Allí aplica con el dedo
la sangre a los cuernos del altar.
26.
Quemará toda su grosura.
En todos los casos, ya fuera
holocausto (cap. l: 8), ofrenda de paz (cap. 3: 3), u ofrenda por el pecado
(cap. 4: 8), toda la grasa que se podía sacar era quemada sobre el altar. Con
esto, el sacerdote terminaba su tarea en favor del jefe que había pecado, el
cual se iba perdonado. No aparece ninguna instrucción en cuanto a lo que debía
hacerse con el cuerpo de la víctima. Según el cap. 6: 26, el sacerdote recibía
la carne, y debía comerla en el lugar santo, en el atrio del tabernáculo de
reunión.
27.
Alguna persona del pueblo.
El procedimiento era igual que en el caso del jefe, con la excepción de
que la persona debía presentar una hembra y no un macho. Se consideraba de menor
valor a la hembra que al macho, por lo tanto era más fácil conseguirla. El
ritual de la sangre y de la eliminación de la grasa era igual al prescrito para
los jefes que habían pecado (vers. 23-26).
31.
En olor grato.
Puesto que siempre se quemaba la grosura
sobre el altar, debe haber sido aceptable a Dios porque nunca se permitía cosa
inmunda sobre el altar.
32.
Si ... trajere
cordero.
Un cordero costaba menos aún que una cabra, y por esta razón se
esperaba que un hombre pobre presentase un cordero. El cordero era la ofrenda
del pobre. Es significativo que repetidas veces se llama a Cristo el Cordero de
Dios. Es el sacrificio del pobre. En todos los otros aspectos, el ritual era el
mismo que se seguía con la cabra.
Todos los requisitos para la
presentación de ofrendas de diferentes valores reflejan tanto la justicia como
la misericordia de Dios. En primer lugar, el valor del sacrificio que debía
presentarse estaba determinado por el grado de culpa del pecador y, en segundo
lugar, por sus recursos para comprar una ofrenda.
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
27-30 PP
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CBA Levítico
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