Comentario Bíblico Adventista Éxodo 19
Comentario Bíblico Adventista
Éxodo Capítulo 19
1.
En el mes tercero.
Es decir Siván, comparable con la parte final de nuestro mayo o principios de junio. Los versícu- los 1 y 2 tratan de la última parte del viaje de los israelitas al monte Sinaí. En el Sinaí ocurrió uno de los acontecimientos más grandes de la historia judía: la incorporación de Israel -como iglesia y como nación- bajo la teocracia (PP 310). Esa forma de gobierno continuó hasta que los judíos se apartaron de ella con las palabras "No tenemos más rey que César" (Juan 19: 15; DTG 687). El proceso de organización en el Sinaí incluyó la proclamación de los Diez Mandamientos, la ratificación del pacto, la construcción del tabernáculo, la promulgación de las leyes ceremonial y civil y la enunciación de varios procedimientos civiles y militares. Se efectuó una relación única entre el Señor y los descendientes de Abrahán, en la que nunca entraría ninguna otra nación. Tenía el propósito de preparar el camino para la venida de Cristo como Salvador del hombre.
En el mismo día.
Literalmente, "en este preciso día", quizá el primer
día de Siván, tal vez el decimoquinto. La tradición judía colocó este
acontecimiento en el primer día del tercer mes del año judío. Si esto es así, el
viaje de Ramesés al Sinaí probablemente duró 45 días.
Al desierto de
Sinaí.
Generalmente se considera que es la llanura de er-Raha , una
planicie casi llana, tachonada de arbustos o desierta, de algo más de 3 km de
largo y unos 800 m de ancho (ver com. cap. 3: l). Rodeado como estaba por
montañas que formaban un anfiteatro natural, era un lugar adecuado para que los
hebreos se reunieran a fin de recibir la ley que Dios pronto iba a proclamar. En
su extremidad sudeste se levantaba un farallón de granito casi perpendicular que
proporcionaba un púlpito alto, o altar, desde el cual podía oírse la voz del
Señor. Al pie de ese farallón había una serie de monticulos bajos que pueden
haber ayudado a determinar los "límites" (vers. 12) designados para impedir que
el pueblo tocara la montaña.
Fue en un ambiente tal, majestuoso e
inspirador, donde fue dada la ley a Israel. Se ha observado con justicia que no
se puede encontrar otro lugar en el mundo que combine de una forma más notable
las condiciones de una altura imponente y de una llanura, en cada una de cuyas
partes las escenas y sonidos 605 que se describen en el Exodo podían alcanzar a
una multitud congregada. El aislamiento de su ubicación permitía que el pueblo
estuviera a solas con Dios, lejos de todo lo que desviara su pensamiento y
atención de las cosas divinas. Durante más de 11 meses Israel había de
permanecer en el Sinaí. Allí, además de recibir la ley y ratificar el pacto,
tendría tiempo para la construcción del santuario y para el perfeccionamiento de
su organización. Le daría una oportunidad para una reflexión tranquila acerca de
su responsabilidad para con el Señor.
El pueblo de Dios necesita tales
períodos de descanso, como Cristo lo aconsejó a los discípulos (Mar. 6: 31).
Tenemos el ejemplo de Pablo que "fue" a Arabia, quizá a ese mismo lugar (Gál. 1:
17). Todos necesitamos nuestro Sinaí donde, en quietud y soledad, Dios pueda
hacer para nosotros lo que hizo para Israel, revelando su voluntad,
instruyéndonos en ella e impresionándonos de nuevo con su majestad. El Sinaí era
un lugar de una solemnidad como para que la mente del pueblo irresistiblemente
se elevara poniéndose en comunión con el Infinito. La misma severidad y grandeza
de los alrededores correspondían con la santidad de la ley. Como un desierto
infructífero y estéril, también el Sinaí es un claro recordativo de que por
nosotros mismos no podemos dar frutos espirituales para la gloria de Dios y que
no podemos efectuar nuestra propia salvación. ¿No dijo Cristo mismo: "Separados
de mí nada podéis hacer"?" (Juan 15: 5).
2.
Acampó allí Israel delante del monte.
Saliendo de
Refidim, los hebreos fueron en dirección sudeste hacia el monte Sinaí. Es
probable que la mayor parte del pueblo asentara sus tiendas en la planicie ya
mencionada, pero algunos pueden haber acampado en valles adyacentes al noreste y
oeste, desde los cuales podia verse el monte Sinaí mismo,
3.
Moisés subió.
Los vers. 3-9 presentan el primer pacto
entre Dios e Israel. Moisés estaba familiarizado con esta región, porque fue
aquí donde Dios se le reveló en la zarza ardiente. En el mismo lugar había de
revelarse Dios otra vez a su siervo, que ya no era un fugitivo solitario sino el
que habla sido exaltado para ser el jefe del propio pueblo de Dios. Todo un
cúmulo de recuerdos deben haber cruzado por la mente de Moisés mientras ascendía
al monte. Su fe debe haber sido muy fortalecida para la difícil tárea de
liderazgo que tenía por delante, pues estaba por cumplirse la promesa del Señor
de que Moisés y sus compatriotas israelitas adorarían a Dios en ese lugar (Exo.
3: 12). Podemos estar seguros de que Moisés ascendió al monte con paso confiado
aunque reverente.
La casa de Jacob.
Esta referencia a su
antepasado era un recordativo de la promesa que se le había hecho (Gén. 28: 13,
14; 35: 11). La mención de su nombre recordaba las bendiciones generosamente
concedidas a él, y éstas eran una garantía de las bendiciones que el Señor ahora
les ofrecía. Era inevitable que Dios tomara la iniciativa proponiendo un pacto,
pues el hombre no está en la posición de imponer términos al cielo. Sin embargo
el pacto no sólo es una expresión de la soberanía de Dios sino también de su
gracia y misericordia. El es quien primero busca al hombre; no el hombre a Dios
(1Juan 4: 10, 19).
4.
Los egipcios.
Es digno de notar que Dios llamara la atención a las anteriores pruebas
de su amor antes de revelar su ley. Así podía ganar la confianza de ellos; así
podía robustecer su fe en él y animarlos para cumplir su voluntad. El les daba
confianza en las bendiciones del futuro mediante las bendiciones disfrutadas en
el pasado. Lo que Dios había hecho por Israel al libertarlo de Egipto, al
guiarlo a salvo a través del mar Rojo y al darle el maná, era una garantía de lo
que haría todavía para él si permanecía siéndole fiel. Sin esta seguridad, los
terrores del Sinaí dificilmente habrían sido soportados.
Alas de
águilas.
Así como el águila madre toma al aguilucho de su nido, le
enseña a volar y protege a sus crías con su propia vida, así el Señor tomó a su
pueblo del cautiverio de Egipto para poder conducirlo hasta la tierra de Canaán.
Sostendria a Israel con sus "alas" y lo protegería de peligros. Así como el
débil y desvalido aguilucho al par que teme el peligro tiene confianza en el
vigor y protección de su madre, así tarnbién Israel, débil, desvalido y temeroso
de lo que pudiera sobrevenirle, podía tener fe en el poder divino (Deut. 32: 11,
12).
5.
Si diereis oído.
Antes de
ordenar a los hebreos que guardaran su pacto, como era su derecho soberano,
bondadosamente Dios invitó a su pueblo a hacer lo que seria para su propio
beneficio. El único sendero por el cual podemos transitar con Dios es el de la
obediencia. 606 Bajo ninguna otra condición, fuera de la obediencia, podía
consentir Dios en ser el Dios de ellos, o tenerlos como su pueblo escogido. La
gracia del Evangelio de Jesucristo que trae salvación a todos los hombres (Tito
2: 11) no los libra de la obligación de obedecer la ley divina (Rom. 3: 31). La
fe en el Cristo redentor, que está inseparablemente unida con el poder del
Cristo que mora en el corazón, nos capacita para guardar los Diez Mandamientos
(Rom. 8: 1-4). Jesús y los apóstoles con todo énfasis afirmaron el principio de
obediencia a la ley divina (Mat, 5: 17, 18; 19: 16, 17; 1 Cor. 7: 19; Sant. 1:
25; 2: 10-12; 1 Juan 2: 3, 4).
Mi pacto.
El pacto que Dios hizo
con Israel en el Sinaí generalmente es llamado "viejo" pacto (Heb. 8: 13).
Debido al fracaso del pueblo en apreciar plenamente el propósito de Dios, y por
no haber entrado en el verdadero espíritu del pacto, el viejo pacto resaltó en
contraste con el nuevo, o Evangelio, de la siguiente manera: (1) Era más
elemental (Gál. 4: 1-5). (2) Estaba más estrechamente relacionado con ritos
externos y ceremonias (Heb. 9: 1). (3) Sus motivos consistían principalmente en
castigos y recompensas, pues siendo "niños", éstos eran los únicos incentivos
que los israelitas estaban preparados para comprender (Gál. 4: 3; PP 387). (4)
Sus bendiciones eran mayormente temporales. (5) Dependía de las realizaciones
humanas y de buenas obras más bien que de la gracia divina y de un Salvador del
pecado (ver com. Exo. 19: 8). La bendición notable del nuevo pacto es que por la
fe en Cristo se imparte poder al creyente para cumplir "la justicia de la ley"
(Rom. 8: 1-4; cf. Hech. 13: 37-39).
Dios permitió que Israel tratara de
guardar la ley para que pudiera darse cuenta de su incapacidad para hacer lo
que, erróneamente, se sintió capaz de realizar. Así iban a ser apartados de la
confianza propia para confiar en Dios; de la confianza en sus esfuerzos propios,
a la fe en la realización divina. Así la ley llegaría a convertirse en el medio
de conducirlos a Cristo como su único Salvador del pecado (Gál. 3: 23-26). De
esa manera se preparó el camino para la relación del nuevo pacto, el Evangelio
de la gracia divina, la ley guardada en Cristo y mediante él (Jer. 31: 31-34;
Rom. 3: 21-31; 8: 1-4; Heb. 8: 7-11). Como Pablo declara, esta relación del
nuevo pacto no invalida la ley "por la fe" (Rom. 3: 31). La ley permanece como
la norma del deber, la norma de una práctica santa. El nuevo pacto establece la
ley como el código eterno de justicia, sin el cual no puede haber ninguna
conducta santa.
Mi especial tesoro.
Más bien " "mi propiedad
personal" " (BJ), (Ver también Sal. 135: 4; Isa. 43: 1-4.) A la vista de Dios
ninguna otra nación era igual a Israel. Cada hijo de Dios, cada cristiano
consagrado, es una joya en la corona de nuestro Señor, y así es considerado por
él (Mal. 3: 17; ver com. 1 Ped. 2: 9).
6.
Reino de sacerdotes.
De acuerdo con el plan y propósito
divinos, los israelitas habían de ser una raza tanto real como sacerdotal. En un
mundo malo serían reyes, morales y espirituales, en el sentido de que habrían de
prevalecer sobre el reino del pecado (Apoc. 20: 6). Como sacerdotes, hablan de
acercarse al Señor en oración, en alabanza y en sacrificio. Como intermediarios
entre Dios y los paganos, debían servir como instructores, predicadores y
profetas, y habían de ser ejemplos de un santo vivir; exponentes celestiales de
la verdadera religión. En su reino venidero Dios tiene un lugar regio para sus
hijos de la familia real (Mat. 19: 28; Luc. 19: 17-19; Juan 14: 1-3; Apoc. 1: 6;
2: 26; 3: 21; cf. Zac. 6: 13).
Gente santa.
Como gente
consagrada al servicio de Dios, debían ser diferentes de las otras naciones.
Esto había de manifestarse externamente por medio de la circuncisión (Gén. 17:
9-14), e internamente por la piedad (2 Cor. 7: 1; 1 Ped. 2: 9). Un Dios santo
requiere gente santa (Mat. 5: 48; 1 Ped. 1: 16).
7.
Los ancianos.
No se necesitaron muchas palabras para
presentar el importante asunto o para responder a la pregunta imperativa en
cuanto a si el pueblo aceptaría el pacto en los términos requeridos por Dios.
Sin embargo, antes de presentar esos términos a la gente, Moisés convocó a los
ancianos como una preparación para presentar el asunto delante del pueblo (cap,
24: 3; PP 310).
8.
Todo lo que Jehová ha
dicho.
Convencidos y seguros en sus corazones de que los términos del
pacto serían justos y buenos, y deseosos de asegurar para sí mismos y para su
posteridad las bendiciones que el Señor había prometido, de buena gana los
ancianos aceptaron el pacto antes de saber lo que serían sus estipulaciones
exactas. Era deseable que el pueblo expresara su disposición de entrar en 607 un
pacto tal como Dios proponía y que tuviera tiempo para pensar bien en el asunto
antes de que fuera llamado a la ratificación formal del pacto. Si estaban
dispuestos a obedecer a Dios, los detalles del pacto vendrían despues. Sin
embargo, si bien es cierto que no había duda del noble deseo de los israelitas
de responder a la demanda de obediencia que Dios hacía, entraron en la relación
del pacto teniendo poco conocimiento de sí mismos y sin apreciar su incapacidad
para guardar los preceptos divinos y cumplir así su parte en el convenio. Al
igual que muchas almas engañadas pensaron que no tenian sino que intentar a fin
de hacer. Dios les permitió que hicieran la prueba para que pudieras descubrir
su incapacidad y así fueran inducidos a depender de Dios. La propia experiencia
de Pablo concuerda con esto (ver Rom. 7).
El clamor espontáneo: "Todo lo
que Jehová ha dicho, harernos" sin duda era una demostración superficial de
entusiasmo religioso, una reacción momentánea ante una verdad gloriosa y sublime
Faltaba el espíritu de una conversión profunda y verdadera, el "corazón" de
hacer lo que Dios demandaba (Deut. 5: 29). No es de extrañar que el pueblo
pronto apostatara y adorara el becerro de oro (Exo. 32).
9.
En una nube espesa.
Cuando Dios habla a los hombres,
siempre debe velar su gloria porque no la pueden soportar los pecadores (Exo.
33: 20; Juan 1: 18; 1 Juan 4: 12). Si Dios se reviste de humanidad, la forrna
humana es el velo. Si aparece en una zarza ardiente, el fuego mismo es una
envoltura. Como muchos del pueblo eran impíos e impenitentes, aquí en el Sinaí
fue aún más necesario que él se cubriera. La nube desde la cual hablaba Dios era
la columna de nube que acompaño a los israelitas al salir de Egipto y los
dirigió en su marcha (Exo. 13: 21,22; Num. 11. 25; 12: 15; PP 308).
Te
crean para siempre.
Un propósito de Dios al aparecer visiblemente ante
Moisés fue dar al pueblo una prueba irrefutable de que Moisés estaba ante ellos
como representante de Dios.
10.
Santifícalos.
El Señor iba a proclamar su santa ley en
persona a fin de eliminar toda sospecha de que Moises tenía algo que ver con su
redacción. La aparición de ellos en la presencia de Dios requería santificación,
sin la cual nadie podrá verlo (Heb. 12: 14). En su esencia la santificación es
un asunto del espíritu, de ser "de limpio corazón" (Mat. 5: 8). Los actos
externos de preparación tenían el propósito de impresionar en la gente la
necesidad de preparar su corazón para encontrarse con Dios (1 Tes. 5: 23; 1 Juan
3: 3). Aunque la purificación para los egipcios significaba lavarse el cuerpo
-lo que incluía también raparse el cabello de la cabeza, y a veces de todo el
cuerpo- parece que los israelitas se purificaban mediante un lavado únicamente.
La santidad debe considerarse seriamente cada vez que nos aproximamos a
Dios. Los que no son santos no serán rechazados por Dios si se presentan con
arrepentimiento, aceptando la gracia de Cristo. El acepta al pecador para
hacerlo santo y, con ello, hacerlo apto Para el compañerismo con Dios (Efe. 1:
4; 5: 25-27; Tito 2: 11-14). Puesto que la ley que pronto iba a ser dada es una
expresión de la santidad de Dios, lo único apropiado era que el pueblo se
preparara santificándose para recibirla. Si los israelitas habían de ser el
pueblo de Dios, era imperativo que apreciaran el caracter sagrado de esa
relación. Así podemos entender porqué, de la proclamación de su santa ley, hizo
Dios una ocasión que debía impresionar profunda y dramáticamente al pueblo con
la convicción de la santidad de la ley y de su importancia. Esto era muy
necesario ya que los hebreos, oprimidos por sus amos egipcios, en gran medida
habían perdido el conocimiento del carácter y majestad de Dios.
Hoy y
mañana.
De acuerdo con la tradición judía, esto sería el cuarto y el
quinto días del mes de siván. El Decálogo iba a ser dado en el sexto día. Los
dos días de preparación habrían de dar énfasis a la santidad del acontecimiento.
Laven.
Los ricos podían mudarse de ropas cuando la ocasión lo
requiriera, pero el pueblo en general, las clases más pobres que no tenían mudas
de ropas, debían lavar las que usaban (Lev. 15: 5).
11.
Descenderá.
Generalmente en la Biblia se
representa a Dios como morando en los cielos, en lo alto (1 Rey. 8. 30, 49; Juan
8: 23). De ahí que cuando aparece en la tierra se dice que "desciende" (Gén. 11:
5-7; 18: 21; Exo. 3: 8).
12.
Señalarás
término.
Moisés había de erigir alguna clase de barrera al pie de la
montaña. Puede haberla extendido a lo largo de una línea de monticulos bajos que
estaban al pie del cuerpo de la montaña. Mientras el pueblo se abstuviera de
cruzar esos "límites", estaría seguro.
Se ha hecho notar acertadamente
que el Sinaí, con todos sus terrores, no era el Vesubio; el pueblo que estaba
abajo no se hallaba congregado en un Herculano o Pompeya condenados a la
destrucción. El propósito del Señor fue sólo manifestar la realidad, extensión y
proximidad de su poder destructor. Se hizo sentir a los hombres lo que ese poder
podía hacer si ellos eran tan atrevidos o negligentes como para colocarse dentro
del legítimo alcance de aquel poder.
Cualquiera que tocare.
Debido a que el cuerpo de la montaña se levanta verticalmente desde la
llanura, algunos con facilidad podrían haberse puesto en contacto con él, ya
fuera por descuido o por curiosidad.
De seguro morirá.
Este
severo castigo fue anunciado específicamente por Dios para impresionar en el
pueblo, con términos bien claros, lo que significaba estar en la presencia de un
Dios santo. El castigo estaba del todo en armonía con la terrible solemnidad de
la ocasión. Además no debiéramos olvidar que sólo mediante sombrías amenazas de
castigo se podía enseñar reverencia a los israelitas, proclives a veces de ser
atrevidos y a rebelarse contra la voluntad divina (2 Sam. 6: 6, 7). No puede
haber un verdadero sentimiento religioso sin un profundo sentido de reverencia.
Para inculcar una actitud tal entre los israelitas, era imperativo impresionar
la lección en una forma dramática y llamativa.
13.
No lo tocará mano.
No debía ser capturado el que
transgrediera la orden divina, pues el que lo arrestara tendría que pasar los
"límites" para hacerlo. Por tanto, el transgresor había de ser muerto a pedradas
o mediante dardos disparados desde fuera de los "límites". Lo mismo debía
hacerse con cualquier bestia que llegara extraviada hasta dentro de la zona
limitada, a fin de que nadie se sintiera tentado a entrar en la zona prohibida
para recuperar su animal perdido. Se hizo todo para impresionar a los israelitas
con la abrumadora majestad de Dios, y con el espíritu de solemnidad que debiera
embargar el corazón de aquel que se acerca a la presencia divina.
Dios
es omnipresente (Sal. 139: 1-12), pero vela su presencia. Aunque está con
nosotros, no lo percibimos (Job 23: 8, 9). Pero cuando realmente revela su
presencia, todos tiemblan delante de él (Gén. 28: 16, 17; Job 42: 5, 6; Hab. 3:
16). La debilidad tiembla delante de la fortaleza, la pequeñez se encoge delante
de la grandeza, el hombre finito se vuelve insignificante en la presencia del
Infinito. Es la conciencia del pecado lo que hace que el hombre tiemble delante
de un Dios santo (Gén. 3: 10). La corrupción se acobarda ante la incorrupción,
la depravación moral ante la pureza absoluta.
Subirán.
La forma
verbal "subirán" no puede referirse aquí al pueblo pues esto sería una
contradicción de la orden dada en el versículo previo. El pueblo nunca ascendió
al monte, pero lo hicieron Moisés, Aarón, Nadab, Abiú y los 70 ancianos (Exo.
24: 1, 2), y quizá se hace referencia a ellos aquí.
14.
Descendió Moisés.
Volviendo al pie del monte Sinaí, en
obediencia a la orden del vers. 10, Moisés instruyó al pueblo en cuanto a la
preparación para la promulgación de la ley. Al mismo tiempo debe haber ordenado
la construcción del cerco que había de mantener al pueblo apartado del monte, al
cual alude como completado, en el vers. 23.
16.
Truenos.
Los vers. 16-20 tratan de las manifestaciones
de la presencia divina en el Sinaí. Dios emplea diversos métodos para revelarse
al hombre. A Elías vino como "un silbo apacible y delicado" (1 Rey. 19: 12); usó
de visiones con el profeta Daniel y el apóstol Juan, y habló a los discípulos
directamente mediante su Hijo. Dios se apareció a Pablo en una visión de
éxtasis, en la cual el apóstol oyó " "palabras inefables que no le es dado al
hombre expresar" " (2 Cor. 12: 1-5). En el Sinaí donde Dios quería impresionar a
todos con la importancia y majestad de su ley como la constitución de su reino
espiritual aparece con grandeza aterradora (Heb. 12: 18-21).
17.
Sacó del campamento al pueblo.
Es evidente que el campamento mismo debe haber estado a alguna distancia
del pie del monte, con un espacio abierto entre las primeras tiendas y la
barrera que Moisés habla erigido cerca de la montaña. Moisés dirigió ahora al
pueblo a ese espacio vacío, colocándolo así en el límite de su osadía para
aproximarse ante la presencia divina.
19.
Moisés hablaba.
Tan aterrador era la escena, con el
monte cubierto de humo (vers. 18), y tan temible el sonido de la trompeta (vers.
16), que Moisés no pudo permanecer silencioso. Para aliviar la tensión,
prorrumpió en palabras, quizá las registradas en Heb. 12: 21. Está implícito un
profundo significado en las palabras "Moisés hablaba, y Dios le respondía", lo
que representa una definición resaltante de la naturaleza de la ley divina.
Todas las órdenes de Dios, por así decir- lo, son respuestas a nuestras
profundas necesidades del alma. Emanan de la acción recíproca de Dios y del
corazón humano. Pablo ilustra esto en Rom. 7. El hombre, por haber sido creado a
imagen de Dios (Gén. 1: 27), nunca puede encontrar satisfacción en estar vivo a
menos que su vida esté a tono con el Creador, El Decálogo es el diapasón que da
el tono. No es sencillamente un código que expresa la voluntad y la soberanía de
Dios; es también un instrumento de instrucción espiritual para ayudarnos a vivir
como Dios quiere que vivamos (Sal. 19: 7, 8; 119: 97; Mat. 19: 16, 17).
20.
La cumbre del monte.
Probablemente no era el jebel Musa (véase el mapa del Sinaí en la pág.
611), invisible desde la llanura donde debe haber estado congregado el pueblo,
sino el Ras es-Safsaf , la cima más elevada de las montañas del Sinaí que dan
frente a la llanura (ver com. vers. 1 y com. cap. 3: 1).
Llamó Jehová a
Moisés.
El contexto nos induciría a pensar que Aarón subió con Moisés,
pues Aarón estuvo allí presente (vers. 24) y quizá está incluido en el "nos" del
vers. 23.
21.
Ordena al pueblo.
En
los versiculos finales de este capítulo el pueblo y los sacerdotes otra vez son
amonestados a no pasar los "límites". Esta repetición sugeriría que hubo quienes
no tomaron en serio la restricción sino que estuvieron dispuestos a "traspasar"
los "limites", para atisbar irreverentemente la gloria de Dios (Núm. 4: 20; 1
Sam. 6: 19; 2 Sam. 6: 6, 7).
22.
Los
sacerdotes.
Se hace mención especial de los "sacerdotes", lo que
indicaría que la tendencia a la transgresión fue muy fuerte entre ellos.
Preparados como estaban para ejercer funciones sagradas, pueden haberse
considerado prácticamente iguales a Moisés y Aarón. Pueden haberse resentido por
su exclusión de la presencia divina. ¿No eran acaso los intermediarios
establecidos entre Dios y el hombre?
Se santifiquen.
Parecería,
según esta orden, que los sacerdotes no habían considerado que la orden del
vers. 10 se aplicaba a ellos y, por lo mismo, no la cumplieron. De ahí que se
les dirigiera especialmente a ellos la admonición de obedecer. La santidad de
una función no significa por sí sola santidad en el individuo que la cumple. Los
ministros de Dios no reciben ninguna inmunidad especial contra la iniquidad,
como lo demuestran con frecuencia las Escrituras (ver Lev. 10: 1, 2; 1 Sam. 2:
12-17; 4: 17). Este versículo y Exo. 24: 5 muestran que había quienes fueron
apartados para las funciones sacerdotales antes de la institución de la orden
levítica (ver PP 362).
23.
No podrá subir.
Puesto que la orden de Dios del vers. 12 se había cumplido, Moisés le
asegura a Dios que el pueblo no podía inconscientemente traspasar los límites
del recinto del monte sagrado.
24.
Vé,
desciende.
Dios rechaza el argumento de Moisés de que no había necesidad
de advertir más al pueblo. Dios conocía lo que su siervo no sabía, y para evitar
dificultades insistió en que se renovara la advertencia.
Tú, y Aarón.
Aunque ésta es la primera mención expresa de Aarón como nombrado para
ascender al monte con Moisés, parece posible que hubiera ascendido previamente
(vers. 3, 20, 23; cf. cap. 10: 1, 3).
25.
Moisés descendió.
Humillado por el reproche divino,
Moisés volvió al campamento para advertir tanto a los sacerdotes como al pueblo.
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
1-25 Ev
173; PP 309-312
1, 2 PP 308
1-5 FE 505
2-8 SR 137
3, 4 PP 310
5 PR 219
5, 6 PP 310, 388; 2T 450
6
PR 314
7 FE 506; PP 310
8 FE 506; PP 310; PR 219
9 PP
310; SR 137
10 2T 611
10, 11 MC 212; PP 311; SR 138
11
FE 506
12, 13 DTG 129; PP 311; SR 138
16 DMJ 45; ECFP 97; PP 352
16, 17 PP 311
16-22 SR 139
18, 19 PP 311
20 FE
237, 287, 506; PP 382; SR 148
21 PP 352
CBA Éxodo
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