Comentario Bíblico Adventista Génesis 20
Comentario Bíblico Adventista
Génesis Capítulo 20
1.
De allí partió Abraham.
No se da ninguna razón para la salida de Abrahán del encinar de Mamre, que estaba cerca de Hebrón (caps. 13: 18; 14: 13; 18: 1), hacia el sur, el Neguev (ver com. de cap. 13: 1). Parece que Dios guió sus pasos hacia allí, ya fuera para que prosiguiera su vida de peregrino o para que diera testimonio a los habitantes de la región. Además sus rebaños pueden haber necesitado nuevos campos de pastoreo, o algunos cambios políticos quizá perturbaron la paz y seguridad de la región. Si bien es cierto que los primeros aliados de Abrahán en Hebrón, Mamre, Escol y Aner eran amorreos (cap. 14: 13), indudablemente los hititas dominaron la región unos años después (cap. 23: 3). Algunos críticos han declarado que es imposible que los hititas hubieran alcanzado el sur de Palestina en una fecha tan remota como el siglo XIX AC, pero descubrimientos posteriores demostraron que así fue. Algunos quizá llegaron hasta Hebrón y expulsaron a los amorreos. Si así ocurrió, quizá Abrahán fue al Neguev para eludir las condiciones inciertas del período de transición. Cualquiera hubiera sido la razón que lo impulsó hacia el 351 sur, el caso es que allí estableció su hogar y permaneció durante unos 20 años.
Cades y Shur.
Cades-barnea estaba a unos 130 km. al sudoeste de Hebrón,
y Shur estaba al oeste de Cades, no muy lejos de Egipto (cap. 16: 7). La palabra
"habitó" parece indicar que Abrahán pasó algún tiempo en esta región, una
permanencia que debe haber despertado recuerdos sagrados en el corazón de Agar
(ver cap. 16: 7-14).
Gerar.
Puesto que la región sur del Neguev
era semidesértica, pueden haber resultado inadecuados a veces sus campos de
pastoreo. Esta zona tenía unos pocos oasis y posteriormente fue llamada "el
desierto de Zin". Yendo otra vez hacia el norte, Abrahán moró transitoriamente
en Gerar, un valle muy fértil que está al sur de Gaza. Enormes silos para
depositar cereales, del período persa, descubiertos en el gran montículo de
Gerar, muestran que era entonces el centro de una zona productora de cereales.
Aunque faltan evidencias, la ciudad puede haber sido igualmente importante en
tiempos anteriores.
2.
Es mi hermana.
Aun cuando Abrahán vivió en paz y seguridad dondequiera había levantado
previamente su tienda en la tierra de Canaán, parece haber desconfiado del rey
de Gerar, príncipe filisteo (ver com. de cap. 21: 32). Resulta paradójico
encontrar que uno que había derrotado a las fuerzas expedicionarias combinadas
de cuatro poderes mesopotámicos, sintiera de pronto un temor mortal ante un solo
príncipe de una ciudad. Aún es más extraño descubrir que Abrahán, aquel modelo
de fe, recurriera súbitamente al mismo ardid que le había provocado tantas
dificultades y tanta ansiedad en Egipto (cap. 12: 10-20). Después de que había
presenciado muchas evidencias del poder y de la protección de Dios, otro triste
fracaso de su fe, tal como es éste, resulta ciertamente extraño. Habían pasado
unos 20 años desde su error anterior, y es posible que el tiempo hubiera borrado
la impresión que entonces recibió.
Abimelec.
El nombre Abimelec,
"mi padre el rey", puede haber sido en realidad un título filisteo semejante al
de Faraón en Egipto, en vez de un nombre propio. El rey de Gerar, en los días de
Isaac, es llamado Abimelec (cap. 26: 8), como también lo es el rey Aquis de Gat
en tiempo de David (1 Sam. 21: 10; cf. título del Sal. 34). Aparentemente el
gobernante de Gerar había llevado a su harén a todas las mujeres solteras de su
dominio que le agradaban. Después de haber transcurrido 25 años, parece extraño
que Sara, a la edad de 90 años, todavía fuera tan atrayente como para ser
deseada por un príncipe palestino. Es cierto que le quedaban a ella unos 40 años
de vida. También es posible que Abimelec hubiera intentado ese casamiento para
sellar una alianza con Abrahán. Indudablemente pensó que la presencia de Abrahán
era un beneficio para él (ver cap. 20: 15).
3.
En sueños.
Los sueños eran la forma habitual por la
cual Dios se revelaba a los paganos, como lo hizo con Faraón (cap. 41:1) y con
Nabucodonosor (Dan. 4: 5). Dios daba visiones a los patriarcas y profetas,
aunque a veces a ellos también les hablaba en sueños.
Muerto eres.
Literalmente "estás para morir". Abimelec contrajo la enfermedad que
había caído sobre su casa (vers. 17).
4.
No
se había llegado a ella.
Abimelec fue impedido de deshonrar a Sara, con
la enfermedad peculiar que le había sobrevenido, acerca de cuya naturaleza hay
poco revelado. Esta declaración fue hecha para evitar la posibilidad de que
Isaac, próximo a nacer, pudiera ser considerado como hijo de Abimelec más bien
que de Abrahán.
Señor, ¿matarás?
En los tiempos antiguos los
sueños eran considerados como de origen divino. Por eso Abimelec creyó que quien
se le apareció era un ser divino. La autoridad con la que se le dirigió Aquel
que le hablaba, evidentemente era superior aun a la suya propia como rey.
6.
Con integridad de tu corazón.
Sin darse cuenta, Abimelec había hecho un mal a un embajador del Rey
celestial. Parecería que este gobernante pagano hubiera sido un hombre de
principios, pues su conciencia evidentemente estaba limpia en este asunto. Este
hecho indica que los filisteos, en ese tiempo, de ninguna manera eran tan
degenerados como los hombres de Sodoma. Quizá podría haberse dicho lo mismo
también de otros pueblos de Canaán. Su iniquidad no había llegado "a su colmo"
(cap. 15: 16).
7.
Es profeta.
Esta
es la primera vez en que aparece el término "profeta", nabi' . Su raíz está en
la palabra naba' , que significa "proclamar", "dar voces", "declarar". Por lo
tanto, tal como se la usa en la Biblia, la palabra "profeta", nabi', describe a
uno que proclama mensajes divinos. Esos mensajes pueden relacionarse
con
el pasado, el presente o el futuro y pueden consistir en descripciones,
exhortaciones, instrucciones, consuelo o predicciones. Además el término implica
la idea de ser intermediario. La palabra castellana "profeta" procede del griego
profétes, una combinación de la preposición pro , o "en lugar de", con el verbo
femí , "hablar". El profeta habla en lugar de alguien. Puede hablar al hombre en
lugar de Dios, o viceversa. Parece claro por el vers. 7 que se habla aquí de
Abrahán como profeta en el último de esos sentidos. Había de orar a Dios en
favor de Abimelec.
El hecho de que el término nabi' se use por primera
vez aquí, no elimina la creencia de que el espíritu de profecía estaba entre los
hombres desde el mismo principio (Gén. 9: 25-27; Hech. 3: 21; Jud. 14, 15).
Tampoco tiene valor la observación de que el uso de este término en los libros
de Moisés prueba que no pueden ser anteriores al tiempo de Samuel, antes del
cual un profeta era llamado "vidente" (1 Sam. 9: 9). Tal como usa Moisés el
término, generalmente se aplica a un receptáculo de las revelaciones divinas.
Durante el período de los jueces, el término "vidente", ro'eh , parece haberse
comenzado a usar y parece haberse mantenido hasta el tiempo de Samuel, cuando lo
reemplazó a su vez el vocablo más antiguo.
Orará por ti.
En
Sant. 5: 16 se declara con todo énfasis el valor de la oración intercesora. La
promesa hecha a Abimelec de que recobraría la salud mediante la intercesión de
Abrahán respalda el principio de que un justo puede convertirse en el canal
mediante el cual fluyen las bendiciones divinas (Hech. 9: 17, 18). El propósito
de Dios es inducir a los que son sensibles a la verdad para que vayan a sus
representantes humanos.
8.
Abimelec ... llamó a todos sus siervos.
La
palabra hebrea traducida aquí "siervos" incluye a empleados de todas las
categorías. Ellos también estaban vitalmente implicados en la situación, y sin
duda esperaban de su rey una solución para el problema.
9.
Llamó Abimelec a Abraham.
El reproche anterior
formulado por Faraón (cap. 12: 18, 19), ahora fue todavía más justificado. Las
palabras de censura de Abimelec deben haber sido humillantes en extremo. El que
había sido comisionado para representar -por precepto y por ejemplo al Dios
verdadero ante los habitantes de Canaán, ahora merecía el reproche de uno de sus
gobernantes paganos. Su falta no sólo había enturbiado la felicidad de su propio
hogar sino que también se había convertido en una ocasión de sufrimiento para el
pueblo de cuya hospitalidad disfrutaba.
12.
Es mi hermana.
Abrahán defendió su conducta dando por
sentado que no había "temor de Dios" en Gerar y que, por lo tanto, su vida
estaba en peligro (cap. 12: 4-13). También justificó el subterfugio con la
excusa de que Sara era ciertamente "su hermana" - su medio hermana tanto como su
esposa. Procuró dar la impresión de que no se había desviado de la letra
estricta de la verdad. Pero su falta al no decir toda la verdad, lo convirtió en
un engañador. En cuanto al matrimonio entre hermanos y hermanas, ver com. de
cap. 4: 17.
13.
En todos los lugares.
No era ésta la primera ocasión en la cual Abrahán había pretendido que
Sara era su hermana. Casi parecería que era su práctica usual, pero que hasta
entonces Egipto había sido el único lugar donde el ardid produjo dificultad. El
haber usado con éxito durante años el mismo engaño, desde aquella amarga
experiencia con Faraón, había hecho que Abrahán fuera olvidadizo de su lección
de estricta rectitud (ver Ecl. 8: 11). Quizá la relativa facilidad con que Dios
lo había rescatado de graves dificultades también tendía a hacerlo menos
cuidadoso.
La vida recluida de las mujeres, típica en el Oriente, hizo
que fuera relativamente fácil que Abrahán continuara con esa práctica. Puesto
que las mujeres pasaban mucho tiempo en las carpas, lejos de miradas curiosas,
podían ver más a los hombres de lo que ellos las veían (ver Gén. 18: 9). La
relación de Abimelec con ella debe haber sido casual, quizá en un momento de
descuido cuando ella estuvo lejos de su hogar, tal vez al sacar agua de un pozo
público (ver cap. 34: 1-4). Cualquiera hubiera sido el caso, se aproximaba
rápidamente el tiempo del nacimiento del heredero prometido (cap. 21: 1) y
Satanás se aprovechó de la debilidad de Abrahán para torcer el plan divino (ver
com. de cap. 12: 12-19; cf. Apoc. 12: 1-4).
14.
Abimelec tomó ovejas.
Los obsequios de Abimelec fueron
similares a los de Faraón (cap. 12: 16), pero fueron dados con un motivo
diferente. Los regalos de Faraón fueron dados "por causa de" Sara como una dote,
pero los de Abimelec tenían el propósito de evitar el desagrado de Abrahán por
el agravio que había sufrido.
15.
Mi tierra
está delante de ti.
Esta oferta aparentemente generosa es precisamente
lo opuesto del pedido de Faraón en circunstancias similares (cap. 12: 19, 20).
Abimelec procuró que Abrahán entendiera con claridad que no había tenido el
propósito de hacer el mal y que quería vivir en paz con este rico príncipe de
Mesopotamia. Sabiendo la forma en que Abrahán había rescatado a los hombres de
Sodoma algunos años antes, quizá Abimelec también temió sufrir algunas
represalias por su conducta.
16.
Mil
monedas de plata.
Aunque en el texto hebreo no figura la palabra
"monedas" ni la palabra "siclo", evidentemente esta última es el complemento
correcto del vocablo "mil". No existían monedas acuñadas en los tiempos
anteriores a Persia. Los metales preciosos eran vaciados en moldes de ladrillo y
recibían su valor de acuerdo con su peso. Puesto que el peso del siclo variaba
mucho en distintas localidades y en tiempos diferentes, es difícil estimar su
actual valor monetario. Una pesa de un siclo encontrada en las ruinas de Tell
Beit Misrim, en Palestina, pesa 0,402 onzas av., o sea 11,4 g, en tanto que una
de Ugarit, Siria, pesa 0,335 onzas, o sea 9,5 g. Por otra parte los siclos
egipcios y babilonios varían entre 0,31 y 0,345 onzas, o sea 8,8 a 9,8 g. Si
tomamos un siclo de 11,4 g (0,4 onzas) como equivalente a "monedas de plata",
mil pesarían 11,4 kg. o 25 libras. Siendo que el poder adquisitivo de la moneda
era mucho más alto entonces que ahora, la cifra dada debiera aumentarse
considerablemente para representar el verdadero cuadro del valor de ese regalo.
Probablemente Abimelec usó con ironía la expresión "tu hermano" como si hubiera
estado diciendo: "este 'hermano' tuyo".
El te es como un velo para los
ojos.
Es oscuro el significado de esta declaración hebrea. Si se toma
literalmente, el "velo" sería para la protección del rostro. Si se toma en
sentido figurado, sería un regalo con el propósito de aplacar la mala voluntad.
La palabra hebrea traducida "él", que en la VVR se aplica a Abrahán, también
podría tener otro significado: puede referirse al regalo. Si la palabra se
refiere a Abrahán, Abimelec quiso decir que al hacer eso estaba poniendo a Sara
bajo la protección de Abrahán, o que Abrahán debía cuidarla mejor en el futuro.
Por otro lado, si se refiere al regalo, Abimelec habría querido significar: "Por
favor, acepta mí regalo como una evidencia de tu inocencia, y también como una
muestra de mi deseo de hacerte justicia". Tres detalles del contexto implican
que esta expresión se refiere al regalo más bien que a Abrahán: (1) Abimelec
deseaba la amistad de Abrahán (ver com. de vers. 15). (2) El regalo es el centro
de atención en la declaración anterior. (3) El "velo" había de ser una evidencia
para los que acompañaran a Sara y para todos los demás de que se había reparado
el agravio y que el caso había quedado resuelto.
Los que están contigo.
Quizá esto se refiere a las sirvientas de Sara que tal vez estuvieron
con ella durante el incidente. "Para con todos" puede referirse a los otros
miembros de la gran casa de Abrahán o podría incluir a todos los que pudieran
conocer este incidente. (Véase también el párrafo siguiente.) Asimismo sugiere
que el "velo" puede haber tenido, por lo menos en parte, el propósito de ocultar
el "rostro" de ella de la vista de los otros miembros de su casa, algo
importantísimo entre los orientales.
17.
Dios sanó a Abimelec.
Si no se hubiera efectuado la
restitución, el resultado hubiera sido la muerte (vers. 3, 7). La palabra hebrea
traducida "siervas" se refiere a las esclavas del harén real. Una palabra
diferente se emplea en el vers. 14 para describir a las "siervas" incluidas en
el regalo del rey para Abrahán.
18.
Cerrado.
Desde un punto de vista oriental según el cual
el tener hijos se estimaba quizá como la mayor de todas las bendiciones, no
podía haber una calamidad mayor que la esterilidad. El no tener hijos era un
baldón (Gén. 30: 23; Luc. 1: 25; etc.). Además, si las esposas de la familia de
Abimelec no iban a tener más hijos, finalmente la familia podría extinguirse.
CBA Génesis
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