Comentario Bíblico Adventista Génesis 38
Comentario Bíblico Adventista
Génesis Capítulo 38
1.
Aconteció.
Este capítulo presenta el origen de tres de las principales familias de Judá, la futura tribu principal de Israel. Muestra también que los hijos de Jacob, olvidando la sagrada vocación de su raza, estuvieron en peligro de perecer en los pecados de Canaán. Si Dios no hubiese intervenido en su misericordia para que toda la casa de Jacob se trasladara a Egipto, la raza escogida podría haber sucumbido ante la corruptora influencia de las costumbres cananeas. De esa manera, el cap. 38 es una parte integral de la historia remota de Israel 446.
La palabra "aconteció" ha sido tomada por muchos comentadores como que se refiere al relato de la venta de José registrado en el capítulo precedente. Sin embargo, el término es tan general que no puede ser limitado a un acontecimiento particular. Es más probable que se refiera a todo el período de la historia de Jacob en Palestina. Consideraciones cronológicas hacen casi necesario colocar esta narración en el tiempo cuando José todavía estaba en la casa de su padre.
Siendo el cuarto hijo de Lea, seguramente Judá no tenía sino unos 3 años más que
José, lo que haría que tuviera aproximadamente 20 años en el tiempo cuando José
fue vendido (ver cap. 37: 2 y ver com. de cap. 30: 24). Entre la venta de José
como esclavo y la migración de Jacob a Egipto hay 22 años (cf. caps. 41: 46; 45:
6), de modo que Judá tendría unos 42 años cuando la familia se trasladó a
Egipto. En ese tiempo no solamente tenía los tres hijos, mencionados en el cap.
38, sino que, indudablemente, también era abuelo, como parece implicarlo el cap.
46: 12. Si esto es correcto, sus hijos Er, Onán y Sela deben haber nacido antes
de que José fuera vendido, puesto que ellos mismos ya habían llegado a la edad
de casarse cuando ocurrieron los sucesos implicados en el asunto de Tamar, y
Fares, el hijo de Tamar, tenía dos hijos cuando la familia se trasladó a Egipto.
Estas observaciones nos obligan a concluir que algunos de los hijos de Jacob
deben haberse casado mientras eran muy jóvenes. Judá no podía haber tenido más
de 14 años cuando nació su hijo mayor, Er, y éste no más de 13 cuando se casó
con Tamar. El nacimiento de los mellizos de Judá y de su nuera Tamar debe haber
sucedido dentro de los dos años posteriores a la muerte de Er. Fares no puede
haber tenido más de 14 años cuando nacieron Hezrón Y Hamul -que indudablemente
también eran mellizos - antes de que salieran de Canaán. Tales casamientos
precoces de ninguna manera son raros en ciertas partes del Oriente aún hoy día.
En el caso de la familia de Jacob, pueden representar la influencia cananea. Por
lo expuesto, es tácitamente cierto que Judá era hombre casado y padre en el
tiempo de la venta de José, y que esa parte de la narración del cap. 38 ya había
acontecido.
Un varón adulamita.
Adulam está a unos 20 km. al
sudoeste de Belén, en un sitio ahora llamado Tell esh-Sheij Madkur , y
aproximadamente a la misma distancia al noroeste de Hebrón, donde vivía Jacob en
aquel tiempo. Por alguna razón desconocida, Judá visitó a Adulam mientras era
todavía joven. Quizá fue mientras apacentaba los rebaños de su padre en aquella
vecindad cuando accidentalmente trabó relaciones con el adulamita y permaneció
por un tiempo con él. Es claro que Judá no se separó permanentemente de su casa
paterna, ya que estuvo con sus herrnanos cuando José fue vendido (cap. 37: 26),
y también cuando el hambre los obligó a ir a comprar cereales a Egipto (cap. 43:
3).
5.
Estaba en Quezib.
Se nombra
este lugar a fin de que los descendientes de Sela pudieran saber dónde había
nacido su antepasado. Quezib, o Aczib (Jos. 15: 44; Miq. 1: 14), probablemente
puede identificarse con el actual lugar Tell el-Beida que está al sudoeste de
Adulam.
6.
Tamar.
Probablemente una
mujer cananea aunque de origen desconocido.
8.
Judá dijo a Onán.
De acuerdo con la costumbre, Onán,
como cuñado de Tamar, debería haberse casado con la viuda sin hijos de su
hermano difunto para dar origen a una familia para él. Sin embargo, Onán estuvo
poco dispuesto a aceptar las responsabilidades que esto implicaba, puesto que el
primogénito no sería suyo sino que perpetuaría la familia del difunto y
recibiría la herencia de él. La conducta de Onán delata una falta de afecto
natural por su hermano y demuestra que codiciaba sus posesiones y herencia. Peor
todavía, su conducta fue una ofensa contra la institución divina del matrimonio.
Este es un triste comentario en cuanto a la vil condición en que habían caído
los hijos de Jacob.
La costumbre del levirato en el casamiento (del
latín levir , "cuñado"), por primera vez mencionada aquí en la Biblia, también
existía en diversas formas entre otras naciones de la antigüedad tales como los
hititas. Fue incorporada en la legislación mosaica con la cláusula de que un
cuñado podía rehusar la ejecución de ese deber. Sin embargo, una negativa tal
era considerada vergonzosa, como lo muestra la ceremonia que se llevaba acabo en
ese caso (Deut. 25: 5-10). Rut 4: 5-8 registra un ejemplo de tal negativa.
11.
Quédate viuda.
La súbita muerte
de sus dos hijos mayores, tan poco tiempo después de su casamiento con Tamar,
hizo que Judá vacilara en darle a su tercer hijo como esposo. En armonía con una
superstición que se encuentra en el libro apócrifo de Tobías (cap. 3: 7-10),
puede haber pensado que ella misma, o el casamiento con ella, en alguna forma
habían ocasionado las muertes de Er y Onán. Por lo tanto, la envió a la casa de
su padre, con la promesa de darle a su hijo menor tan pronto como hubiera
crecido. Es claro que Judá nunca tuvo la intención de cumplir su promesa, con la
excusa de que Sela pudiera morir "también como sus hermanos".
Cuando
Sela llegó a la edad de casarse, siendo que no le había sido dado a ella, Tamar
se propuso tener un hijo de Judá mismo. Esto estaba completamente en armonía con
las costumbres prevalecientes entre los hititas y asirios. Las leyes de los
hititas y asirios contenían la cláusula de que el deber del levirato en el
matrimonio había de realizarse por el padre del difunto si no había un hermano
disponible.
12.
Subía a los trasquiladores
de sus ovejas.
Judá había quedado viudo. Puesto que la trasquiladura iba
siempre acompañada de festejos con los trasquiladores (1 Sam. 25: 2-11; 2 Sam.
13: 23), Judá no podía asistir allí hasta después de que pasara el acostumbrado
tiempo de duelo. Se hace mención de su amigo Hira que lo acompañaba, debido al
papel que iba a desempeñar en lo que sigue (vers. 20).
Timnat.
Este lugar estaba situado en las montañas de Judá, como lo muestra la
expresión "subía", y más tarde fue dado a la tribu de Judá (Jos. 15: 57). El
lugar, conocido hoy en día como Tibnah , está a unos 6 km. al noreste de Adulam.
14.
A la entrada.
Enaim debe haber estado en el
camino entre Adulam y Timnat, pero no se ha identificado todavía. Es
probablemente la Enam de Jos. 15: 34, mencionada allí como estando cerca de
Adulam.
18.
Tu sello, tu cordón.
El
"sello" de Judá probablemente era un sello cilíndrico que llevaba al cuello
atado con una cuerda, vocablo que se ha traducido como "cordón". Como lo aclaran
los escritos de la época, el sello era un objeto de valor considerable, puesto
que ningún negocio podía efectuarse sin él. El báculo puede haber estado
adornado, como era propio del hijo de un ganadero rico. Los báculos asiáticos,
con cabezas humanas talladas en la empuñadura, son mencionados en la lista de
despojos tomados por el rey egipcio Tutmosis III, en el siglo XV AC, y se
encontraron también en la tumba de Tutankamón, del siglo XIV AC.
21.
La ramera.
La palabra hebrea
aquí traducida "ramera" " es diferente de la del vers. 15, zanah , una mujer
falta de castidad. En el vers. 21 "ramera" " viene de quedeshah , "la
consagrada", o "la dedicada". El culto religioso cananeo, al igual que el de
Grecia, disponía que hubiera una gran cantidad de prostitutas femeninas y
también de hombres invertidos. Esta profesión era respetable entre los cananeos
y, por lo tanto, al preguntar por "la ramera" a quien había de entregar el
cabrito, Hira usó el término más respetable.
23.
Tómeselo para sí.
Sintiendo que había hecho su parte,
Judá prefirió dejar su prenda con la muchacha desconocida antes que exponerse al
ridículo haciendo más averiguaciones, aunque la prenda indudablemente era de más
valor que un cabrito.
24.
Sea quemada.
Judá dio esta orden en virtud de su autoridad como cabeza de la familia.
Además esto probablemente le pareció una oportunidad afortunada para liberarse
de su obligación de proporcionarle un esposo. Tamar era considerada como
desposada con Sela, y como tal había de ser castigada por su falta contra la
castidad. La ley mosaica disponía apedreamiento en casos tales (Deut. 22:
20-24). Se empleaba la hoguera tan sólo en el caso de la hija de un sacerdote o
en ciertas formas de incesto (Lev. 21: 9; 20: 14). Por lo tanto, la sentencia de
Judá fue más dura de lo que después requirió la ley israelita. No se puede
determinar si procedió de acuerdo con la costumbre de su tiempo o basándose en
algo diferente. El Código de Hammurabi tiene en su lista dos crímenes castigados
con la hoguera. En la sección 110 del código se declara que "un consagrado" "
(ver com. de Gén. 38: 21) que inaugura una taberna o entra en una taberna para
beber, será quemado vivo, y en la sección 25 se ordena que un ladrón sea
arrojado dentro de la casa en llamas de la que ha tratado de robar alguna cosa.
25.
Envió a decir a su suegro.
Al
dar sentencia contra Tamar, sin darse cuenta Judá se había condenado a sí mismo.
Sin embargo, su pecado consistía no sólo en dar rienda suelta a la
concupiscencia, sino también en quebrantar su promesa hecha a Tamar (vers. 11).
Esto lo hacía a él personalmente responsable por el engaño al que ella recurrió
con él. El primer error de él había sido su casamiento con una cananea, en
abierta violación de un principio (cf. caps. 24: 3; 28: 1; 34: 14). Además
conocía ciertamente las debilidades de sus hijos, pero en vez de reconocer la
mano de Dios en la súbita muerte de ellos, acusó a Tamar y se propuso mantenerla
como una viuda sin hijos para siempre.
26.
Más justa es ella que yo.
Poco podía hacer Judá sino
admitir su culpa. Otra vez, como en la trama contra José, reveló un espíritu de
honradez y sinceridad por debajo de su conducta a veces escandalosa. Su franca
confesión, su trato posterior con Tamar, su éxito en criar a los hijos nacidos
de ella, y el hecho de que uno de ellos fue honrado con un lugar en el linaje de
Cristo, todo claramente demuestra una completa reforma de su parte. Un carácter
más excelente que el de sus hermanos mayores lo hizo idóneo para la dirección de
la familia, y habilitó a su posteridad para que ocupara una posición de liderato
en Israel (cap. 49: 3, 4, 8-10).
29.
Fares.
Los nombres de los hijos de Tamar se basaron en episodios interesantes
ocurridos durante su nacimiento. Cuando nacieron los mellizos en un orden
invertido, teniendo en cuenta el que apareció primero, la partera se dirigió al
segundo reprochándolo con palabras que querían decir: "¡Qué abertura has hecho
para ti!", significando con esto quizá: "Realmente sabias cómo empujarte hacia
el frente". Debido a este dicho de la partera, el muchacho recibió el nombre de
Fares, "rotura". Aunque la partera no lo consideró como el primogénito, de aquí
en adelante siempre es colocado delante de Zara en las listas genealógicas (Gén.
46: 12; Núm. 26: 20; etc.). Llegó a ser antepasado del rey David (Rut 4: 18-22),
y mediante él del Mesías (Mat. 1: 3-16).
30.
Zara.
El mellizo del hilo rojo fue llamado Zara,
"levantando".
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
1-30 PP 242
CBA Génesis
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