Comentario Bíblico Adventista Génesis 45
Comentario Bíblico Adventista
Génesis Capítulo 45
1.
No podía ya José contenerse.
La exhortación de Judá no pudo menos que impresionar a José. Su discurso había mostrado el más tierno afecto por su anciano padre y el más acendrado amor fraternal y fidelidad al único hijo que quedaba de Raquel, y había dado amplia evidencia del cambio de corazón que se había efectuado en todos ellos. Reconociendo esto, José no pudo refrenarse por más tiempo. Queriendo estar a solas con sus hermanos mientras les revelaba su identidad y sintiendo que no podía contener las lágrimas, ordenó a todos sus servidores que salieran de la habitación.
2.
Se dio a llorar a gritos.
Esto fue oído por
el séquito de José e informado a Faraón. No es necesario suponer que la
residencia de José estaba tan próxima al palacio como para que su voz fuera oída
por la gente del palacio del rey.
3.
Yo soy
José.
Es más fácil imaginar que describir el efecto que hizo este
anuncio. Hasta ese momento José había sido conocido para sus hermanos como
Zafnat-panea, un hombre que les hablaba mediante un intérprete (cap. 42: 23).
Ahora este augusto señor de Egipto de pronto les habló en su propio idioma. La
voz y el parecido de su hermano por largo tiempo perdido surgieron en la mente
de ellos ante el sonido del nombre familiar y los llenaron de asombro y
aprehensión.
¿Vive aún mi padre?
Quizá José se vio impelido a
formular esta pregunta tan súbitamente al ver señales de alarma en sus rostros.
Ya no se refirió a Jacob como " "el anciano que dijisteis" " (cap. 43: 27), sino
como a su propio amado y reverenciado padre. No solamente había sido él
informado previamente de que su padre todavía vivía (cap. 43: 27, 28) sino que
se lo acababan de decir otra vez (cap. 44: 34). Su corazón anhelaba oír más de
su padre.
Estaban turbados.
Este nuevo viraje de los
acontecimientos fue abrumador; los hombres quedaron mudos. Estaban
aterrorizados, no sólo por la grandeza de José sino por el recuerdo de su
anterior crimen contra él. Hasta entonces sólo habían estado conscientes de la
retribución divina por ese acto y no habían temido un castigo humano puesto que
su crimen no era conocido por nadie fuera de su pequeño círculo. Pero ahora
estaban en la presencia de aquel a quien habían perjudicado tanto. No es de
asombrarse que temblaron de temor delante de él, pensando que ahora había
llegado el momento de la venganza por los hechos de Dotán.
5.
No os entristezcáis.
Instintivamente rehuyeron la presencia de José ante la alarmante verdad
de que el poderoso señor de Egipto era su hermano. El les aseguró con
bondadosísimas palabras que no tenía la intención de vengarse de ellos. No pudo
evitar la alusión de su crimen anterior, pero esto fue hecho con espíritu de
caridad y perdón.
Me envió Dios.
Aquí claramente se refleja la
excelsa forma de pensar de José. Para él era evidente la mano de Dios en la
extraña experiencia que lo había hecho a él, un hijo favorito, primero un
esclavo, luego un preso, y finalmente un gran gobernante de Egipto. Con toda
justicia podría haber reprochado a sus hermanos, pero en vez de hacerlo
manifestó simpatía y consideración hacia ellos.
6.
Ni habrá arada ni siega.
En otros países el fracaso en
plantar y cosechar podría deberse a una falta de lluvia; en Egipto a una
deficiencia notable en el desborde del Nilo (ver com. de cap. 41: 34). El hecho
de que José hablara de que no habría ni siembra ni cosecha en un sentido general
más bien que absoluto, es evidente por el cap. 47: 19 que declara que los
egipcios vinieron a José para comprar semilla. Es probable que aun durante ese
período de hambre sembraron algo en el terreno, particularmente cerca de las
orillas del río donde podía cosecharse algo aun cuando fuera poco.
7.
Para preservaros.
José repitió
su aserto anterior de que era Dios quien lo había enviado a Egipto con un
propósito definido. Habló proféticamente aquí de que Dios lo había llevado a
Egipto a fin de preservar mediante él a la familia designada a convertirse en el
pueblo escogido de Dios, librándolos de morir de hambre.
8.
Por padre de Faraón.
José les habló acerca de su
autoridad, dando a Dios la honra por su nombramiento para el elevado cargo que
tenía. Usó tres expresiones para describir su puesto, de las cuales la primera
fue "padre de Faraón". Algunos comentadores han visto en esto un título egipcio
específico, claramente comprobado por su aplicación a elevados dignatarios de la
decimoctava dinastía. Pero es cuestionable esta interpretación puesto que el
título fue llevado por hombres que cumplían deberes sacerdotales y no hay la más
leve evidencia de que José realizara tales deberes. Probablemente es mejor
explicar la palabra como una expresión hebrea ya que José habló a sus hermanos
de hebreo a hebreos, y no a egipcios. Podría haber querido decir que era un
consejero del rey digno de confianza y un sostén de la dinastía (Isa. 22: 21;
Job 29: 16).
Señor de toda su casa.
El segundo término ya había
sido usado por el rey mismo, cuando José fue nombrado (Gén. 41: 40). Indica que
José estaba a la cabeza de la casa real.
Gobernador en toda la tierra de
Egipto.
La tercera designación, también conferida a José por Faraón,
ciertamente no era nueva para los hermanos de José, que habían oído y
experimentado su autoridad. Ya sabían que su poder no estaba limitado a la
distribución de alimentos o al trato con los extranjeros, sino que era realmente
el virrey de Egipto (cap. 42: 30).
10.
La tierra de Gosén.
Aunque el nombre Gosén
no ha sido encontrado todavía fuera de la Biblia, generalmente se concuerda en
que la zona a que se hace referencia aquí está alrededor del Wadi Tumilat , en
la parte oriental del delta del Nilo. Es un valle de unos 65 km. de largo, cuyo
río, generalmente seco con excepción de la estación de las lluvias, conecta el
Nilo con el lago Timsa. Esta zona ha sido una de las secciones más ricas de
Egipto tanto en los tiempos antiguos como en los modernos.
Cerca de mí.
Avaris, la capital de los hicsos, sólo estaba a una distancia de 30 a 50
km. de esta zona, mucho más cerca que cualquier otra capital en toda la historia
egipcia. Este es uno de los muchos argumentos en favor de la opinión de que José
fue gobernante en Egipto en el tiempo de los hicsos.
12.
Vuestros ojos ven.
Aunque José ya había hablado durante
varios minutos, sus hermanos estaban tan abrumados que, para convencerlos de la
realidad de todo el asunto, José estuvo obligado a hacerles notar que ellos
podían ver por sí mismos que lo que él decía era verdad, Tan sólo cuando José
abrazó a sus hermanos y los besó desapareció su estupefacción. Entonces
recuperaron el control sobre sus emociones y pudieron conversar con él. Cuando
se les reveló como un hermano amante y no como un juez ofendido, y con besos y
lágrimas les dio la seguridad de un perdón completo -una verdad que las palabras
no podrían haber expresado tan bien -, sólo entonces se atrevieron a hablar.
16.
Agradó en los ojos de Faraón.
El informe de la llegada de los hermanos de José pronto llegó a los
oídos del rey e hizo una impresión tan favorable sobre él y sobre los otros
cortesanos, que el rey estuvo contento de confirmar la invitación de José a sus
hermanos para que vinieran con su padre y sus familias a Egipto. Aunque José
tenía la autoridad de invitar a su familia, indudablemente pensó que era
correcto y adecuado buscar y recibir la aprobación personal de Faraón para que
su conducta en el cargo no fuera objetable. Nadie podía decir que José en forma
alguna había aprovechado personalmente del poder y de la autoridad que se le
confiaron. Es evidente también que la habilidad administrativa de José, ya
demostrada durante nueve años, había agradado tanto al rey y a los otros
estadistas de Egipto, que estuvieron gozosos de que los familiares de José se
establecieran en Egipto. Para Faraón fue una oportunidad de mostrar su gratitud.
19.
Tomaos ... carros.
Desde que
los hicsos habían introducido los primeros caballos y los primeros carros en
Egipto - ninguno de los cuales se había conocido antes en el valle del Nilo -,
los egipcios habían usado unos vehículos livianos de dos ruedas, especialmente
para la guerra, pero también para el transporte fuera de Egipto. En Egipto mismo
todo el transporte de gente y mercancías se hacía mediante embarcaciones en el
Nilo, y los carros eran poco usados.
20.
No
os preocupéis por vuestros enseres.
José había pedido a sus hermanos que
fueran a Egipto con todos sus bienes. Por el contrario, Faraón manifestó su
buena voluntad invitándolos a dejar todos los muebles de su casa y a aceptar las
riquezas de Egipto como prueba de su gratitud por lo que José - uno de ellos -
había hecho por su país de adopción.
22.
Mudas de vestidos.
José no sólo envió carros, de
acuerdo con las órdenes de Faraón, y alimento para el viaje, sino que también
dio regalos a sus hermanos. Así, al llegar a Egipto, no llamarían indebidamente
la atención. Puesto que Benjamín es mencionado específicamente como que hubiera
recibido cinco de tales "mudas", es probable que los otros recibieran menos de
cinco cada uno, aunque ciertamente más de una. Los 300 siclos de plata dados a
Benjamín como hermano favorito de José, tendrían un valor monetario de unos 170
dólares (ver com. de cap. 20: 16).
24.
No
riñáis.
Literalmente, "no os conmováis", o "no os disturbéis", es decir
con emociones violentas, particularmente con ira. Esto se entiende generalmente
como una admonición contra pelearse, especialmente por la responsabilidad de
cada uno en el curso que habían tomado los acontecimientos. Este consejo muestra
el profundo conocimiento de José de la naturaleza humana. Ya había oído cómo
Rubén acusaba severamente a sus hermanos (cap. 42: 22). Bien podía suponer que
Rubén y otros repetirían esas cosas aún más vehementemente cuando estuvieran
solos. Rubén podría argüir cuán diferente habría sido el resultado si hubieran
hecho caso de su consejo. Después de eso cada uno podría añadir su propio
comentario, y el resultado podría ser una riña seria. La prosperidad inesperada
en que se encontraban podría también servir para despertar viejos sentimientos
de enemistad, particularmente respecto a Benjamín. Todo esto fue refrenado por
el consejo sobrio y oportuno de José.
26.
No los creía.
Cuando llegaron a su hogar en Hebrón,
trayendo la noticia de que José no solamente vivía sino que era el gobernante de
todo Egipto, la impresión fue tan grande que el corazón de Jacob casi se detuvo.
Cuando sus hijos vinieron a Hebrón con la noticia de la supuesta muerte de José,
Jacob creyó fácilmente su mentira. Ahora que vinieron a decirle la verdad, Jacob
no les creía en absoluto. Tan sólo los costosos regalos y los carros egipcios
finalmente lo convencieron de la verdad de su relato.
28.
Dijo Israel.
El cambio de nombre acá es significativo.
En espíritu, Jacob una vez más se levantó a la estatura de un "príncipe" de
Dios. El darse cuenta de que su hijo por tanto tiempo perdido vivía todavía y la
anticipación de la inminente reunión con él dieron vigor al anciano patriarca.
Revivió su vitalidad como es indudable por la inmediata decisión de descender a
Egipto. Ver a José sería una rica compensación por todos los largos años de
pesar y angustia, y coronaría su vida con gozo.
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DE ELENA G. DE WHITE
1-28 PP 233-235
5-8 SR 103
CBA Génesis
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