Comentario Bíblico Adventista Isaías 1
Comentario Bíblico Adventista
Isaías Capítulo 1
1.
Visión de Isaías.
Esta es la frase emplea da por, Isaías como título de todo el libro. La palabra "visión" indica aquí la revelación en sí, y no el proceso por medio del cual fue impartida. En épocas anteriores se había denominando " "vidente" (1 Sam. 9: 9) a un profeta, pero este término finalmente cayó en desuso. Sin embargo, los profetas seguían siendo videntes en el sentido de que, con discernimiento inspirado, eran capaces de ver lo que no había sido revelado al común de los hombres. En visión, los ojos del profeta traspasan el velo que separa este mundo del espiritual, y ven aquello que el Señor desea revelarle. El Señor podía revelar el significado de los acontecimientos presentes, el perfil del futuro o el propósito divino referente a individuos o naciones. Con frecuencia se daban advertencias, amonestaciones e instrucciones. En la "visión" de Isaías aparecen estos tres elementos. En la "visión de Abdías" (Abd. 1) y en el "libro de la visión de Nahum" (Nah. 1:1), el Señor reveló a estos profetas el propósito divino para con Edom y Nínive. Las visiones de Isaías atañían principalmente a Judá y a Jerusalén, pero también tenían que ver con las naciones vecinas y con el mundo entero. Mediante la "visión de Isaías" tenemos el privilegio de ver las cosas como Dios las ve, y como nos las quiso revelar a través de su profeta.
Hijo de Amoz.
Este nombre aparece en la Biblia sólo aquí. Nada más
se sabe del padre de Isaías. No debe confundirse el nombre de Amoz con Amós.
En el hebreo se diferencian claramente el uno del otro.
Acerca de
Judá y Jerusalén.
Ver cap. 2: 1; 3: 1; 4: 3; 5: 3; 40: 2; 52: 1;
62: 1; 65: 9, 19. Los mensajes de Isaías iban dirigidos primeramente al pueblo
de Judá y de Jerusalén; y eran para el bien de ellos. Es probable que muchos
de los mensajes fueron dados directamente al pueblo como sermones.
En días.
Según la cronología empleada en este
Comentario , Uzías murió en el año 740/739 a. C., y Ezequías en 687/686 (p.
130).
2.
Oíd, cielos.
Ver com. Deut. 32: 1; cf. Miq. 6: 1. El primer discurso de Isaías
se inicia con una condenación del profeso pueblo de Dios. Causa gran asombro
que ese pueblo no hubiera apreciado ni aprovechado las oportunidades sin
precedentes que había tenido como nación. En este pasaje, por así decirlo,
Isaías pide a los seres celestiales que sean testigos de este espectáculo
extraordinario. Emplea este recurso literario con un propósito similar al de
Joel (cap. 1:2-3): para impresionar los sentidos embotados del pueblo con la
enormidad de su transgresión.
Los habitantes de los otros mundos
conocen la ley de Dios y saben en cuanto a la rebelión de los habitantes de
este mundo contra el cielo. Comprenden el plan de salvación y saben cuáles
fueron las oportunidades concedidas a Israel como pueblo escogido de Dios. Por
así decirlo, Dios los llama como testigos de la asombrosa situación que existe
entre aquellos por quienes tanto ha hecho, pero que lo han despreciado por
completo. Todo el universo ve la culpa del rebelde pueblo de Dios, y quedan
justificadas las medidas que Dios está a punto de iniciar contra los rebeldes.
Crié hijos.
La relación entre Dios y su pueblo ha sido
la de un padre con su hijo. Todo lo que un padre puede hacer en favor de su
hijo, Dios lo ha hecho en favor de su pueblo. Por haber sido objeto de este
cuidado paternal, el pueblo de Dios debería haber aceptado las
responsabilidades filiales juntamente con sus privilegios.
Se
rebelaron.
Rehusaron someterse a la autoridad de su Padre
celestial y no hicieron caso de lo que él requería de ellos.
3.
Buey.
Los
animales domésticos conocen al que los alimenta diariamente. Hasta los seres
irracionales saben dónde encontrar su alimento, y por eso sienten cierto
cariño por la persona que los sustenta. ¡Pero no sucedió así con el pueblo de
Dios! Desatentos y desagradecidos con el tierno cuidado del Padre celestial,
se hicieron culpables de la más ingrata insensatez. Ni siquiera demostraron
tener la escasa inteligencia de los animales.
Israel no entiende.
Aquí la palabra "Israel" se refiere específicamente a Judá, porque
como descendientes de Jacob son herederos de las promesas hechas a los padres
de la nación (ver com. vers. 1, 8).
4.
¡Oh gente pecadora!
El mismo pueblo que Dios había
escogido para que fuera "pueblo santo" (Deut. 14: 2) se había transformado en
gente pecadora. Su impiedad se debía a la ingratitud ante las bendiciones que
les habían sido prodigadas (ver com. Deut. 8: 10-20; Ose. 2: 8-9; Rom. 1:
21-22). Al olvidar que Dios era quien les proporcionaba todos los bienes de
que disfrutaban, apostataron abiertamente y desobedecieron en forma notoria.
El olvido pasivo se transformó en rebelión activa.
Generación de
malignos.
Ver com. cap. 5: 4. Los que podrían haber sido "simiente
santa" (cap. 6: 13) llegaron a ser una planta maligna que producía frutos
inútiles.
Dejaron a Jehová.
Lo abandonaron prefiriendo
a otro señor: el príncipe del mal (ver com. Juan 8: 44).
Provocaron.
El amor divino "no se irrita" (1 Cor. 13:
5; cf. Eze. 18: 23, 31-32; 2 Ped. 3: 9), pero Israel había despreciado a tal
punto la gracia de Dios y había menospreciado de tal modo los preceptos
divinos, que el Señor ya no podía tolerarlos más sin negar su carácter
celestial y confirmar a Israel en sus malos caminos.
Santo de
Israel.
Esta expresión es predilecta de Isaías, pues la emplea 25
veces, mientras que todos los otros autores del AT sólo la usan 6 veces.
Cuando Isaías vio a Dios en visión por primera vez, sentado sobre su trono,
también oyó a los coros angélicos que cantaban: " "Santo, santo, santo, Jehová
de los ejércitos" (cap. 6: 3). El santo carácter de Dios había impresionado
profundamente al profeta. Sobre todas las cosas, reconocía a Dios como un ser
santo, y anhelaba ser semejante a él. Desde ese momento, la gran tarea de la
vida de Isaías sería la de mantener ante Israel un cuadro de la santidad de
Dios y la importancia de descartar el pecado y luchar fervientemente por
lograr la santidad.
Se volvieron atrás.
En lugar de
acercarse más y más a Dios y de caminar con él, se habían separado del Señor.
Se habían alejado más y más del camino de la santidad. Oseas, contemporáneo de
Isaías, dice tristemente que " "como novilla indómita se apartó Israel" (Ose.
4: 16).
5.
¿Por qué?
También podría traducirse como en la BJ: " "¿En dónde golpearos
ya?" " El cuerpo está tan cubierto de lastimaduras y heridas, que el padre se
resiste a seguir castigando aunque parezca necesario, y con misericordia
prefiere no volver a golpear al hijo cuyas heridas de castigos anteriores no
han sanado aún.
Ser castigados aún.
El profeso pueblo
de Dios se había acarreado calamidades por causa de sus pecados. Cuanto más se
hundían en el pecado, tanto mayor peso de desgracias se acarreaban (cap. 5:
18). Isaías procuró razonar con ellos, preguntándoles por qué habían escogido
proceder tan neciamente. Se presenta en este pasaje a un hijo que persiste en
su rebeldía y, por sus malas acciones, sufre castigo tras castigo hasta que su
cuerpo queda totalmente lacerado.
¿Todavía os rebelaréis?
Mejor, "si seguís contumaces" (BJ). Isaías afirma aquí que la
persistencia en el mal era la razón de los continuos azotes disciplinarios que
estaban padeciendo.
6.
No hay
en él cosa sana.
Todo el cuerpo sufre. Dondequiera que Isaías
mirara, ya fuera en Jerusalén o en Judea, veía las evidencias de los
resultados de la transgresión.
Podrida llaga.
Es decir
heridas abiertas, purulentas, sangrantes. El pecado es algo detestable que no
puede curarse con remedios humanos. Produce, figuradamente, una masa de
heridas abiertas, infectadas, llenas de pus, heridas que no han sido vendadas
ni suavizadas con "aceite" (el de oliva era comúnmente empleado para este
propósito en Palestina). Israel no sólo estaba enfermo por dentro, sino que
también eran visibles por fuera los terribles efectos producidos por el veneno
del pecado. La nación se encontraba en una situación crítica y desordenada: el
paciente estaba a punto de fallecer en su repugnante estado.
7.
Vuestra tierra está
destruida.
Aquí el profeta deja de lado la descripción figurada de
la tierra (vers. 2-6) para presentar una descripción literal. El cuadro que
aquí muestra indica acertadamente la situación de Judá en el tiempo de las
invasiones asirias. Con su acostumbrada implacable crueldad, los asirios
habían devastado el país, quemando, saqueando y matando. Muchas de las
ciudades fuertes habían sido tomadas; innumerables aldeas, destruidas, y buena
parte de la tierra había sido asolada. Parecía que el fin no estaba muy
distante.
Asolada.
El rollo 1QIsª de los Manuscritos
del Mar Muerto (ver t. I, p. 35; t. IV, p. 128) dice: "su asolamiento está
sobre ella".
8.
La hija de
Sion.
Es decir Jerusalén (Lam. 2: 8, 10, 13, 18; Miq. 4: 8, 10,
13). Originalmente Sión fue la antigua fortaleza de los jebuseos, la ciudad de
David (2 Sam. 5: 7; 1 Rey. 8: 1; ver com. Sal. 48: 2), pero más tarde el
nombre se empleó con un sentido más amplio para designar toda la ciudad. Con
frecuencia se emplea la figura poética de una mujer para designar a una ciudad
con sus habitantes (Isa. 47: 1; Sal. 45: 12; Lam. 2: 15).
Enramada.
"Cobertizo" (BJ). Esto es, una choza o
puesto en el cual permanecía el vigilante de la viña o algún miembro de su
familia durante la vendimia. Sin duda, los que moraban en una vivienda tan
precaria estaban aislados del resto de la comunidad y carecían de protección.
Así fue la situación de Jerusalén durante el período en consideración.
Cabaña en melonar.
"Albergue en pepinar" (BJ). Tanto
el melón como el pepino son plantas comunes en el Cercano Oriente. Todavía se
acostumbra levantar en el campo algún tipo de resguardo para que allí viva
alguien durante el verano, a fin de proteger la cosecha contra los ladrones.
Ciudad asolada.
Durante la invasión de Senaquerib,
Jerusalén quedó literalmente 139 rodeada por los ejércitos asirios. Fue la
única ciudad que siguió resistiendo cuando ya todo el resto de la tierra de
Judá había caído en manos del enemigo.
9.
Jehová de los ejércitos.
Este es el título divino
empleado por los ángeles en la visión que Isaías recibió de la gloria de Dios
(cap. 6: 3).Se refiere a Dios como comandante de las huestes o ejércitos del
cielo.
Un resto pequeño.
Toda Judea, con excepción de
Jerusalén, cayó en manos del enemigo. Sólo quedó la capital, aparentemente
indefensa y en grave peligro. De no haber sido por este "pequeño resto", la
nación de Judá habría llegado a su fin tan ciertamente como ocurrió con Sodoma
y Gomorra.
10.
Príncipes de
Sodoma.
El nombre "Sodoma", que en forma figurada se usa aquí para
designar a Judá en vista de que prevalecían allí condiciones similares a las
que habían imperado en la Sodoma literal, constituye una terrible acusación
contra la nación que profesaba gobernar en el nombre de Dios. Los reyes del
país, en su política y en su práctica, se habían apartado tanto del Señor, que
apenas se diferenciaban de los reyes de las naciones más pecadoras de la
tierra. Por esta razón se les dirige una solemnísima exhortación, un mensaje
de Dios que predecía la ruina de toda la nación si ésta no se arrepentía.
11.
¿Para qué me sirve?
Judá todavía tenía la apariencia de ser una nación muy religiosa.
Se ofrecían muchos sacrificios en el templo, pero había poca verdadera
religión. El profeso pueblo de Dios había olvidado qué era lo que Dios
verdaderamente requería de ellos; sin embargo, mantenían las formas externas
de la religión. Estaban dispuestos a ofrecer sacrificios, pero no a entregar
sus corazones al Señor. Conocían las formas externas de la religión, pero no
comprendían que necesitaban un Salvador, ni entendían lo que significaba la
justicia. Isaías procuró que volvieran en sí y comprendieran la necedad de su
conducta. Mediante una serie de penetrantes preguntas, el profeta esperaba que
entendieran que la religión que sólo consiste en formas externas es una ofensa
para Dios. A través de las edades los portavoces de Dios han procurado dejar
en claro que lo que Dios requiere es obediencia y no sacrificio, rectitud y no
ritualismo (1 Sam. 15: 22; Sal. 40: 6; 51: 16-19; Jer. 6: 20; 7: 3-12; 14: 12;
Ose. 6: 6; Amós 5: 21-24; Miq. 6: 6-8).
12.
A presentaros delante de mí.
Se empleaba comúnmente
la frase "presentare delante de Dios" para referirse a la visita al templo
durante las grandes festividades religiosas (Sal. 42: 2; 84: 7; Exo. 34:
23).Los hebreos creían acertadamente que al llegar al templo entraban en la
presencia inmediata de Dios. Es cierto que el santuario se había construido
para que el Señor pudiera habitar en medio de ellos (Exo. 25: 8); pero no
necesariamente toda persona que visitaba el templo entraba en la presencia de
Dios. Por medio de Isaías, el Señor afirma que habita " "en la altura y en la
santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu" " (Isa. 57: 15).
13.
Vana ofrenda.
Los sacrificios ofrecidos sin contrición y genuino arrepentimiento
eran presentados en vano (1 Sam. 15: 22; Mat. 5: 24; Mar. 12: 33); carecían de
valor.
Abominación.
En vez de deleitarse con la
ofrenda del perfumado incienso que se le ofrecía, el Señor se disgustaba
machismo. Las ceremonias de la religión no significan nada si falta su
verdadero espíritu. Dios ha dicho claramente que, cuando falta la obediencia,
aun la oración le resulta abominable (Prov. 28: 9).
Luna nueva y
día de reposo.
Los días sagrados que aparecen aquí se mencionan
juntos también en referencias como 2 Rey. 4: 23; 2 Crón. 8: 13; Amós 8: 5. Era
parte esencial de la religión hebrea el observar estos días sagrados. Habían
sido designados por el Señor mismo, y era él quien había mandado a Israel que
los observara (Exo. 23: 12-17; Lev. 23; Núm. 28; 29; Deut. 16: 1-17).Pero no
bastaba la observancia externa de esas formas religiosas. Los ritos y las
ceremonias carecen de sentido cuando falta rectitud. Dios dijo claramente que
la observancia formal de los días sagrados, ordenada por él mismo, le
resultaba ofensiva si faltaba la obediencia.
Son iniquidad.
En el hebreo no está la forma verbal "son". Quizá sería preferible
traducir: "No puedo sufrir iniquidad y fiestas solemnes". Isaías declara que
los solemnes servicios religiosos, acompañados de una vida inicua, son una
ofensa para el Señor. En el tiempo de Isaías los hebreos daban mucha
importancia a las formas de la religión, y poca importancia a la rectitud.
Muchos que observaban estrictamente los requisitos formales de la ley
ceremonial violaban abiertamente los solemnes mandatos de la ley de Dios. Su
conducta constituía una burla de la 140 religión y una vergüenza a la vista de
Dios.
14.
Las tiene aborrecidas
mi alma.
En este pasaje Dios habla a gente que tenía toda la
apariencia de ser un pueblo muy religioso. Participaban en las ceremonias
religiosas porque creían que ésa era la manera de ganar el favor de Dios; pero
el Señor les manifestó que estaba sumamente disgustado por su conducta, que
odiaba la observancia de sus fiestas señaladas, que rechazaba su culto y
estaba molesto por su hipócrita fingimiento. En realidad, el pueblo estaba
desafiando a Dios cuando rehusaba andar en sus caminos. Ningún manto de
formalismo religioso podía cubrir sus pecados.
15.
Cuando extendáis vuestras manos.
Los hebreos muchas
veces extendían las manos hacia Dios cuando oraban (Exo. 9: 29, 33; 17: 11; 1
Rey. 8: 22; Esd. 9: 5; Job 11: 13; Sal. 88: 9; 143: 6).
Yo no
oiré.
Cf. Sal. 66: 18; Sant. 4: 3. La oración debe ser sincera
para que pueda ser oída. Las oraciones de los hipócritas no serán escuchadas
(Mat. 6: 5; Luc. 18: 14). Las oraciones no necesariamente son efectivas porque
sean largas y frecuentes (Mat. 6: 7). Las plegarias de los impíos, cuyas manos
están manchadas de sangre y que persisten en sus malos caminos, no llegarán
hasta el trono de la gracia. Los hebreos de los días de Isaías externamente
parecían ser gente muy religiosa que daba gran importancia a la oración, pero
se negaban a abandonar sus pecados. Sus oraciones provenían de los labios,
pero no emanaban del corazón. Dios dice claramente que rehusa escuchar tales
plegarias.
Llenas están de sangre vuestras manos.
En
el rollo 1QIsa de los Manuscritos del Mar Muerto (ver t. I, p. 35; t. IV, p.
128) se añade una frase paralela: "y vuestros dedos, de culpabilidad". Así
resulta un dístico cuya primera parte es: "Llenas están de sangre vuestras
manos".
16.
Lavaos.
El pecado da por resultado contaminación moral y decadencia
espiritual. Cuando David pecó, su ruego fue: "Lávame, y seré más blanco que la
nieve" (Sal. 51: 7). Reconoció la contaminación del pecado y pidió a Dios un
corazón limpio (vers. 10); y su ruego fue escuchado. Cada pecador necesita
purificación moral; su corazón debe ser limpiado de la corrupción moral. Dios
quiere limpiar de toda iniquidad el corazón del pecador (Jer. 4: 14); lo
exhorta a que limpie sus manos de impiedad (Sant. 4: 8). Promete escribir la
ley divina en el corazón humano (Jer. 31: 33) y limpiar al hombre de toda
injusticia (1 Juan 1: 9). Isaías instó a Jerusalén a que se pusiera sus
vestiduras hermosas, porque se acercaba el momento cuando lo inmundo ya no
entraría más allí (Isa. 52: 1). Juan afirmó que ninguna cosa inmunda entraría
en la Santa Ciudad (Apoc. 21: 27). Isaías procuraba enseñar a Israel que Dios,
el "Santo de Israel", exige que su pueblo sea santo.
Dejad de
hacer lo malo.
Dios pidió a su pueblo que abandonara el pecado. El
era santo, y ellos también debían ser santos. El mal debe ser eliminado de la
vida de cada hijo de Dios. El pecado no existirá en la atmósfera pura del
cielo, y todos los que entren allí llevarán las vestiduras de justicia.
17.
Aprended a hacer el bien.
Los que sirvan a Dios aborrecerán el mal y amarán el bien (Amós 5:
15). El ser pasivamente "buenos" -es decir abstenerse de malas acciones- no
basta para el cristiano. La piedad es un principio activo, y el cultivo de la
rectitud es la más segura garantía contra la iniquidad. No importa cuáles
puedan haber sido sus inclinaciones anteriores, la persona se propondrá no
sólo dejar de hacer lo malo, sino que también se esforzará sinceramente para
hacer lo mejor que pueda. Para alcanzar esta meta, necesitará tanto firmeza de
propósito como ayuda del cielo. Los hombres no nacen a la vida cristiana con
un carácter perfecto, sino que deben aprender, lentamente y con dificultad, a
marchar por los caminos de Dios. Mediante estudio, y diligencia, paciencia y
perseverancia, determinación y práctica, con el tiempo podrán adquirir hábitos
de vida correcta. Todo aquel que ahora hace el bien ya ha pasado por el lento
y difícil proceso de aprender a hacer el bien. Nadie ha aprendido
verdaderamente a hacer el bien hasta que la rectitud se haya hecho habitual en
él.
Juicio.
Es decir, "lo justo" (BJ).
Restituid al agraviado.
Mejor, "enderezad la opresión"
" o "vindicad el mal" " (BJ). En Israel muchos sufrían bajo la opresión de sus
prójimos. Los que amaban a Dios tenían el deber de corregir esta situación.
Debían refrenar al opresor y aliviar al oprimido.
Haced justicia
al huérfano.
Los que aman el bien defenderán la causa del huérfano
y procurarán que se le haga justicia.
Amparad a la viuda.
"Defended la causa"de la viuda" (BC). Los pobres y los
necesitados, los desvalidos y los oprimidos necesitan alivio con urgencia. Los
caudillos del profeso pueblo de Dios se aprovechaban de estos desvalidos para
enriquecerse a sus expensas. Esa situación debía ser corregida. El verdadero
amor y la simpatía tenían que manifestarse en los esfuerzos por corregir el
mal y establecer justicia para todos. Ninguna religión merece tal nombre si no
se enfrenta a los problemas de esta vida y hace que los hombres estén en
armonía con los principios del reino de los cielos. La religión que en la
práctica consiste en impresionantes ceremonias, pero que no toma en cuenta las
necesidades de los huérfanos y de las viudas, carece de sentido. Ver com.
Sant. 1: 27.
18.
Venid luego.
" "Venid y
entendámonos" " (NC). En este pasaje Dios invita a los hombres a que se
encuentren con él, a fin de tratar libre y francamente sus problemas. El Señor
no es un juez desconsiderado, ni un tirano arbitrario, sino un padre bondadoso
y un amigo. Dios se interesa en las cosas que afectan al hombre, y se preocupa
por el bienestar humano. Todas las advertencias divinas son dadas para el bien
del hombre. Esto es lo que él anhela que el hombre crea y comprenda.
Difícilmente podría concebirse una manifestación más atrayente del maravilloso
amor y gran bondad de Dios, que la que se encuentra en esta misericordiosa
invitación a estar 'a cuentas" con el Señor del cielo y de la tierra. Dios es
razonable, y desea que los hombres comprendan que para provecho de ellos desea
que abandonen el pecado y anden por sendas de justicia. El hombre fue dotado
de la capacidad de razonar para que la empleara, y la mejor forma de usar este
don es descubrir cuáles son los beneficios de la obediencia y las angustias de
la transgresión.
Si vuestros pecados.
El peor de los
pecadores puede hallar consuelo y esperanza en esta promesa. En este pasaje
Dios nos asegura que, no importa cuán culpables podamos haber sido en lo
pasado ni cuán consumado haya sido nuestro pecado, todavía él puede
devolvernos la pureza y la santidad. Esta promesa no sólo tiene que ver con
los resultados del pecado, sino con el pecado mismo. Este puede ser erradicado
y eliminado por completo de la vida. Con la ayuda de Dios, el pecador puede
lograr el dominio completo de todas sus flaquezas (ver com. 1 Juan 1: 9).
19.
Si quisierais y oyereis.
"Si aceptáis obedecer" " (BJ). En este pasaje Isaías expone el
fruto de la obediencia. Una vida de gozo y bienaventuranza es el resultado
natural de la obediencia a las leyes de Dios, porque Dios no puede bendecir a
los que no se esfuerzan al máximo. Los gozos celestiales no son dones
otorgados arbitrariamente por Dios a los que le siguen, sino el resultado
natural de cumplir con sus requerimientos. Dios coloca delante del hombre los
caminos de justicia, porque éstos son los caminos correctos y los que traen
consigo bendición.
Comeréis.
Esta promesa se aplica
tanto a este mundo como al venidero. La cosecha de la obediencia se recoge no
sólo en el cielo sino también en la tierra (ver com. Mat. 19: 29). Antes de
que los israelitas entraran en la tierra prometida, Moisés les presentó las
bendiciones que serían de ellos si caminaban en las sendas del Señor (Deut.
28: 1-13). Isaías destaca que esas bendiciones no se habían realizado debido a
que Israel no obedeció las órdenes del Señor. Ahora Dios les asegura que esas
bendiciones todavía podían ser de ellos si se arrepentían e iban por las
sendas de justicia.
20.
Si no
quisierais.
No es un decreto arbitrario de Dios el que condena al
pecador. Este tan sólo cosecha lo que él mismo ha sembrado. Así como las
bendiciones acompañan la vida piadosa, así también la desdicha marcha con la
impiedad. Cuando los hombres infringen los mandamientos de Dios, la muerte es
el resultado inevitable. Esta es sencillamente la consecuencia de la ley
natural de causa y efecto. Cuando Israel se apartó de Dios, inevitablemente
entró en -el camino que llevaba a la ruina. Moisés había señalado claramente
esta verdad antes de que Israel entrara en la tierra prometida (Deut. 28:
15-68). Cuando los seres humanos se rebelan contra Dios y se niegan a obedecer
su ley, automáticamente abren la puerta a la destrucción. Toda persona tiene
su destino enteramente en sus manos. Está en su poder el determinar si su
futuro será feliz o desdichado. Isaías presentó ante el pueblo de Dios la gran
verdad de que, en última instancia, el pecado ocasiona su propia destrucción.
La iniquidad nunca podrá servir de base para la dicha y la bienaventuranza
eternas. En el sentido más estricto de la palabra, los pecadores se destruyen
a sí mismos.
La boca de Jehová lo ha dicho.
Dios ha
predicho los resultados inevitables del pecado, 142 pero esto dista mucho de
ser un decreto arbitrario. Dios no se complace en la muerte del impío (Eze.
18: 23, 31-32; 33: 11), pero conociendo el resultado inevitable del pecado,
advierte al hombre exactamente cuáles serán los resultados de la desobediencia
(Ose. 13: 9; 14: 1; Rom. 6: 21, 23; Sant. 1:15; 2 Ped. 3: 9).
21.
Te has convertido en
ramera.
Sión, una vez la ciudad fiel, se volvió infiel; la que una
vez fue la verdadera esposa de Jehová, ahora se ha apartado de él para
entregarse a otros; se ha transformado en ramera. Oseas emplea la misma figura
(cap. 2), como también lo hacen Jeremías (cap. 2: 20-21) y Ezequiel (cap. 16).
El caso de Israel muestra las profundidades en que puede caer el ser humano.
Aunque Israel una vez fue puro y recto, escogido por Dios y amado por él,
ahora está apartado de Dios y de los caminos de justicia; aunque una vez fue
leal y obediente, santo y recto, ahora está envilecido y corrompido, y se ha
transformado en un ejemplo notable de los terribles frutos que produce el ser
infiel a Dios.
Ahora . . . homicidas.
La justicia se
retiró; y entonces la corrupción y la depravación ocuparon su lugar. La ciudad
de santos se había transformado en morada de asesinos y réprobos. Oseas (cap.
6: 9) presenta un cuadro similar: "Y como ladrones que esperan a algún hombre,
así una compañía de sacerdotes mata en el camino hacia Siquem". Los que
viajaban por los caminos o se alojaban en las ciudades quedaban expuestos a
ser atacados y muertos. Esto sucedía en un país donde el pueblo profesaba
santidad y pretendía una gran religiosidad.
22.
Tu plata.
Isaías contrasta el presente con el pasado
mediante dos figuras muy apropiadas. El carácter del pueblo había sido como de
plata preciosa, pero se había degenerado convirtiéndose en escoria sin valor.
El vino puro de la justicia y la santidad se había diluido. Jesús empleó una
figura similar cuando habló de la sal cuyo sabor se había desvanecido (Mat. 5:
13).
23.
Tus príncipes.
Oseas (cap. 9: 15) declara que "todos sus príncipes son
desleales". Los caudillos de Israel eran tercos y rebeldes contra Dios y
presidían en todo tipo de crímenes (Isa. 3: 12; 9: 16; Miq. 3: 11).
Compañeros de ladrones.
Los dirigentes de Israel, que
tenían el deber de hacer cumplir la ley, en realidad eran cómplices secretos
de los que violaban sus preceptos. Los funcionarios no detenían a los
maleantes que infestaban los caminos, pues compartían con ellos las ganancias
de sus crímenes.
Todos aman el soborno.
Miqueas (cap.
7: 3) afirma que "el príncipe demanda, y el juez juzga por recompensa". A
cambio de todo servicio que pudieran prestar, los gobernantes de Israel
esperaban una recompensa. El soborno era algo común y corriente.
No hacen justicia.
Los jueces hacían oídos sordos ante
los huérfanos y las viudas, que por lo general no estaban en condiciones de
ofrecer recompensas como las que daban sus opresores. Era fácil para el juez
postergar indefinidamente la audiencia para oír las demandas de los pobres
(cf. Luc. 18: 2-5).
24.
El
Fuerte de Israel.
En Isa. 49: 26 y 60: 16 se designa a Dios con un
título similar. Los jueces de Israel no tenían ningún interés en los pobres,
pues de ellos no podían esperar recibir grandes recompensas; pero la causa de
los pobres había sido presentada a Aquel que es rey del cielo y juez de toda
la tierra. Estos opresores de los pobres se daban muy escasa cuenta de que su
conducta estaba preparando contra ellos todo el poder del cielo. Por medio de
Isaías el Señor dio este mensaje: "Tu pleito" [de huérfanos, viudas y pobres]
"yo lo defenderé" " (cap. 49: 25).
Mis enemigos.
Los
enemigos de los justos son enemigos de Dios. El Señor se opone a todo tipo de
injusticia y opresión. Los que se aprovechan de sus prójimos se están
constituyendo en adversarios de Dios. Del mismo modo, los dirigentes de Israel
rápidamente estaban adoptando una posición que obligaría a Dios a tomar
medidas contra ellos.
Me vengaré de mis adversarios .
Cuando Dios castiga a los transgresores no es vengativo. Tiene el
propósito de salvar, no de destruir; pero el pecado exige justicia. Aunque el
propósito de Dios, de ser posible, es salvar al pecador de su pecado, no
obstante, los que persisten en la iniquidad deben darse cuenta de que vendrá
la hora cuando deberán enfrentarse al juez de toda la tierra, el cual ha
jurado que no tendrá por inocente al culpable (Exo. 34: 7; Núm. 14: 18).
25.
Volveré mi mano contra ti.
El juez de toda la tierra es también el Salvador de la humanidad.
Los culpables del pueblo de Israel ciertamente serán juzgados, pero los que se
arrepientan serán seguramente salvados. junto con las amenazas de castigo Dios
siempre ofrece promesas de liberación. Jerusalén 143 debe sufrir su castigo,
pero también será salvada. Aunque la ciudad fiel se transformó en ramera
(vers. 21), todavía puede llegar a ser una ciudad santa, la "nueva
Jerusalén"," "dispuesta como una esposa ataviada para su marido" " (Apoc.
21:2; cf. Isa. 62 :4). El Señor 'volvería" su "mano" sobre su pueblo para
redimirlo y restaurarlo.
Escorias.
Restos de
fundición; quizás óxido de plomo (cf. Isa. 1: 22; Mal. 3: 2-3). Dios quitaría
la escoria de iniquidad que se había acumulado en Israel, si tan sólo éste se
mostraba dispuesto a que él lo hiciera. Los fuegos de la aflicción quitarían
la escoria, y sólo quedaría el oro puro de un carácter santo (Job 23: 10).
Impureza.
O "escoria". Se quitarían todos los rasgos
viles del carácter, y sólo quedaría el oro puro.
26.
Restauraré tus jueces.
El profeta esperaba que
llegara el tiempo cuando habría de nuevo fieles jueces como Samuel, David y
Salomón. Israel sería entonces un Estado ideal, regido por gobernantes
ideales.
Ciudad fiel.
Sólo habrá una Jerusalén
conocida por su justicia cuando descienda la nueva Jerusalén del cielo después
de los mil años (Apoc. 21: 1-2). Entonces la ciudad estará bajo el gobierno de
Jesús, el Hijo de David, quien "hará juicio y justicia"; y esa ciudad ideal,
no menos que su justo Rey, será llamada "Jehová, justicia nuestra" (Jer. 33:
15-16; cf. Eze. 48: 35).
27.
Rescatada con juicio.
O mejor, "con justicia". "Por
la equidad será rescatada" " (BJ). Es un juez justo el que redimirá y
restablecerá a Sión mediante un juicio equitativo. Conforme a sus justos
decretos, la escoria de la ciudad pecadora será totalmente eliminada.
Los convertidos de ella.
Heb. "los que retornan de
ella". Los "convertidos" de Sión son los que reconocen sus pecados y se
arrepienten. Sólo ellos serán salvados; sólo ellos serán justos. Sión será una
ciudad santa, gobernada por un Dios santo y habitada por un pueblo santo (cap.
4: 2-4). La justicia de Cristo será tanto el medio como la meta de la
salvación. Así como Jesús es justo, todos los habitantes de la santa ciudad
serán justos, porque todos serán como él es (1 Juan 3: 2). La justicia de
Jesús tanto es imputada como impartida a todos sus seguidores. La salvación
incluye tanto la justicia que Cristo les imputa para expiar los pecados ya
cometidos, como la que les imparte con el fin de capacitarlos para vivir por
encima del pecado. De esta manera el hombre será plenamente restaurado a la
imagen de Dios, en la cual originalmente fue creado (Gén. 1: 27).
28.
Serán quebrantados.
Los que se rebelan contra Dios y participan en el pecado,
perecerán. Rebelarse contra el cielo constituye un desafío contra Jehová para
que demuestre su fuerza, y el resultado será inevitable. La destrucción con
que amenaza es total y segura.
Serán consumidos.
Dios
es la única fuente de vida; fuera de él no puede haber existencia. Por haberse
apartado de Dios, los impíos sólo pueden esperar un fin: la cesación de la
vida. Todos los que se apartan de Dios recibirán la muerte eterna en vez de la
vida eterna. " "La paga del pecado es muerte" (Rom. 6: 23), y "el alma que
pecare, ésa morirá" (Eze. 18: 4) y sufrirá "pena de eterna perdición" , siendo
excluida "de la presencia del Señor" (2 Tes. 1: 9). " "Los impíos perecerán, y
los enemigos de Jehová como la grasa de los carneros serán consumidos; se
disiparán como el humo" " (Sal. 37: 20). " "Todos los que hacen maldad serán
estopa; aquel día que vendrá los abrasará, ha dicho Jehová de los ejércitos, y
no les dejará ni raíz ni rama" " (Mal. 4: 1). "Serán como si no hubieran sido"
(Abd. 16). " "Pues de aquí a poco no existirá el malo; observarás su lugar, y
no estará allí" " (Sal. 37: 10).
29.
Las encinas.
Heb. 'elim, palabra que se emplea para
designar diversos árboles entre ellos el terebinto y la encina.
Los huertos.
Cf. cap. 65: 3 y 66: 17. Posiblemente se
cultivaban huertos en torno de un árbol central o bosquecillo.
30.
Encina.
Como
morían los objetos de la naturaleza a los cuales adoraban, así moriría el
pueblo.
Que le faltan las aguas.
Ningún huerto puede
florecer sin agua. Con Dios está la fuente de vida (Sal. 36: 9), y los que se
apartan de él se alejan de la fuente de aguas vivas (Jer. 2: 13). Así como un
huerto sin agua se transforma en árido desierto, así también, separado de
Dios, Israel se convertiría en un campo desolado. Cuando se apartó del Señor,
la Fuente de la vida, Israel selló su destino.
31.
Estopa.
Los hombres que se consideran fuertes serán
consumidos como estopa en el fuego inextinguible que devorará a los impíos.
Lo que hizo.
Tanto los impíos como sus obras perecerán
en el fuego consumidor de los postreros días (2 Ped. 3: 7, 10).
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
5 PR 234
5-6 CC 42; DTG 231; MC 46
6 PR
234
9 PR 240
10-12 DTG 541; PR 238
11-13
Te 2O6
11-15 MC 262
12 5T 626
15 MC 263
15-20 2T 36
16-17 CC 38; CN 428; DTG 541; EC 110; MC
170, 173; MJ 122; PR 234; 2T 289; 5T 630; TM 143
16-19 FE 221
17 CMC 134; Ed 136; MeM 249; MJ 345
18 CC 43, 49; DMJ
14; Ed 227; FE 239; MC 86; PR 234; 4T 294; Te 254
18-19 2JT 458
18-20 EC 11O; 5T 630
19 MeM 169; 2T 166, 234
21 3JT 254
21-23 FE 222
25 CMC 17l; DTG
82; 1JT 48l; 3JT 194; PR 140; SC 63; IT 83
25-27 3JT 153
28 Te 30
CBA Isaías
COMENTARIO BÍBLICO ADVENTISTA ISAÍAS
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