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Isaías 10 | Comentario Bíblico Adventista

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Comentario Bíblico Adventista Isaías 10

Comentario Bíblico Adventista Isaías 10

Comentario Bíblico Adventista

Isaías Capítulo 10


1.

Leyes injustas.

"Tanto Israel como Judá eran culpables de la impiedad que se condena en este pasaje. Es el mismo mal que ya se condenó en Judá (cap. 1: 23 y 5: 23). Este crimen era la injusticia para con los pobres y necesitados, las viudas y los huérfanos, los menesterosos y los oprimidos. La gente pensaba sólo en sí misma y en sus propios intereses. El defecto de esa época era el egoísmo y la codicia, mal que estaba carcomiendo el corazón mismo de la nación. "

3.

El día del castigo.

" En lugar de pronunciar sentencia contra los opresores de los pobres, el Señor, mediante esta pregunta, les pide que pronuncien sentencia contra sí mismos. Esos jueces injustos sabían lo suficiente acerca de la justicia y la equidad como para saber que eran culpables, y que en el día del castigo divino no podrían escapar. Anteriormente Isaías había señalado cómo, en el día de Jehová, los impíos huirían a las cavernas y las peñas para ocultarse de la gloria de Dios cuando él se levante "para castigar la tierra" " (cap. 2:19).


4.

Sin mí . . .

El hebreo de la primera parte de este versículo no es claro. Sin embargo, el pensamiento es que los jueces injustos de los vers. 1-3, en el día del castigo divino se hallarán entre los presos, humillados y aterrados ante el juez del universo, y que recibirán la misma sentencia de muerte.


5.

Báculo de mi furor.

Después de enumerar los crímenes por los cuales su profeso pueblo sería juzgado, el Señor expone el medio que empleará para ejecutar la sentencia contra ellos. Dios ha decretado el castigo, y Asiria ha de ser el instrumento por cuyo medio se cumplirá esa sentencia. Compárese con el cap. 7: 20 donde Asiria se compara con una navaja alquilada.


6.

Nación pérfida.

Es decir, Judá, porque para este tiempo Samaria ya había caído (vers. 11)

Quite despojos y arrebate presa.

Compárese esta frase con el nombre Maher-salal-hasbaz, hijo de Isaías (cap. 8: 3), que significa "el despojo se apresura, la presa se precipita". Jehová había encomendado a Asiria la misión de ejecutar el castigo de Israel y Damasco (cap. 8: 4), como también el de Judá.


7.

El no lo pensará así.

Esta es una interesante revelación de la forma en que el Señor obra con las naciones. Cuando ciertos Estados necesitaron recibir su merecido, el Señor empleó a Asiria como su vara para castigarlos. Sin embargo, Asiria no tenía idea de que el Señor la estaba empleando como instrumento 193 en sus manos. Hasta donde los asirios podían ver, su política era determinada exclusivamente por sus propios intereses egoístas. En otras palabras, no era el Espíritu de Jehová el que influía para que Asiria fuera contra Israel y Judá, sino el espíritu de] maligno. Por lo mismo, ¿cómo podría decirse que Asiria era instrumento en la mano de Jehová? La mano protectora de Dios fue retirada de aquel pueblo contra el cual se había decretado el castigo, y se le permitió a Asiria que llevara a cabo su obra egoísta e impía. Así obra Dios para que se haga su voluntad soberana en un mundo que está en rebelión contra él. Los propósitos de hombres y demonios quedan supeditados a los propósitos divinos (ver com. 2 Crón. 18: 18; 22: 8; Dan. 4: 17).


8.

Mis príncipes.

Los asirios se jactaban de que sus príncipes eran tan excelsos y poderosos como los reyes de otras naciones. Tal era su poder y tan gloriosa su majestad, que los monarcas de las naciones vecinas eran considerados como nada delante de ellos. Los gobernantes de Asiria se complacían en presentar largas listas de reyes vasallos que les pagaban tributo y rendían homenaje.


9.

Calno como Carquemis.

Calno (Calneh), Kullani para los asirios, fue una ciudad conquistada por Asiria en 738. El rey Pisiris de Carquemis pagó tributo a Tiglat-pileser en Arfad, en 743. Carquemis estaba situada en el codo del Eufrates, a unos 615 km al norte de Jerusalén, y Kullani quedaba a unos 75 km al suroeste de Carquemis.

Hamat como Arfad.

En el año 743 o poco después, 19 distritos de Hamat fueron subyugados por el poder asirio. Arfad fue muy importante en las campañas asirias de 743-740. Estaba a pocos kilómetros de Kullani , y Hamat, sobre el río Orontes, se hallaba a unos 190 km al norte de Damasco, en tanto que Damasco estaba a unos 160 km al noreste de Samaria.

Samaria como Damasco.

Las campañas de Tiglat-pileser de 733 y 732 fueron dirigidas contra Damasco, y nuevamente en el año 727 hubo otra campaña contra esa ciudad. Samaria fue sitiada por Salmanasar V y tomada en 723/722 (t. II, pp. 86, 164) y sus habitantes fueron llevados cautivos a Asiria. Sin embargo, la mayor parte de las regiones del norte y del este del reino de Israel ya habían sido subyugadas por Tiglat-pileser en el año 732, varios años antes de que se obligara a Samaria a rendirse ante los asirios.


10.

Los reinos.

Asiria había logrado dominar alas ciudades importantes que se mencionan en el vers. 9. Los dioses de esas ciudades no habían podido protegerlas del poderío asirio. Asiria consideraba que sus dioses eran superiores a todos los otros, y creían que sus vastas conquistas lo confirmaban. Para el monarca asirio, como para todos los pueblos de la antigüedad, la grandeza de un Dios se medía por el poder de la nación que lo adoraba. Por eso se consideraba que los "dioses" de Jerusalén y de Samaria eran inferiores a los de muchas de las naciones ya conquistadas por Asiria.


11.

A Samaria y a sus ídolos.

Los asirios concebían a los dioses de las otras naciones como similares a los suyos. Para ellos no existía gran diferencia entre el Dios de Jerusalén y los dioses de cualquier ciudad. Así como los dioses de Samaria no habían podido salvar esa ciudad, así tampoco el Dios de Jerusalén podría salvar la ciudad y sus habitantes del poderío asirio.


12.

Toda su obra.

Dios tenía una tarea que realizar: la de castigar a Sión y Jerusalén. Asiria sería el instrumento en las manos de Dios para realizar esa obra. Pero cuando Asiria terminara de administrar ese castigo, a su vez el Señor la castigaría por su orgullo y arrogancia.

Castigará.

Hebreo, "yo pediré cuentas". Es interesante notar que se cambia de la tercera persona a la primera, posiblemente para dar más énfasis.


13.

Mi mano.

Compárese con Dan. 4: 30. El análisis de la política asiria, tal como aparece en Isa. 10: 13, justifica el castigo divino de esa nación. A primera vista podría parecer que el Señor era injusto al usar a Asiria para hacer determinada obra, y luego castigarla por haber hecho lo que él necesitaba que se hiciera (ver com. Exo. 4: 21; 9: 16). A fin de quitar esa idea, se expone aquí la razón con claridad. Asiria piensa sólo en sí misma, no en Dios (ver com. Isa. 10: 7). Se interesa exclusivamente en el botín y la conquista. Cree que al vencer a las otras naciones demuestra que sus propios dioses son más fuertes que los de ellas. Cuando haya humillado a Jerusalén, considerará que ella y sus dioses son más fuertes que Jerusalén y su Dios.

Lo que no sabe es que, al llevar adelante 194 sus propios planes, está siendo usada por Jehová para lograr los propósitos divinos, y que nada podría contra Judá ni contra ninguna nación si el Señor no se lo permitiera. Asiria necesitaba aprender que hay un Dios en el cielo que se interesa por lo que es justo y lo que es inicuo; un Dios que se preocupa de que todos los transgresores reciban su merecido, aun aquellos que profesan adorarle. Asiria era culpable ante Dios por su cruel dominación de los diversos países del Cercano Oriente. Sus crímenes contra el hombre y contra Dios, su orgullosa jactancia, su arrogancia y perversidad demandaban castigo, y por estas razones el Señor la habría de castigar. Véase en Ed 169-179 y com. Dan. 4: 17 la presentación de los principios de Dios en su trato con las naciones.

He sido prudente.

Mejor, "Soy inteligente" (BJ).

Quité los territorios de los pueblos.

"Borré las fronteras de los pueblos" (NC). A fin de extinguir la identidad nacional y evitar futuras revueltas, Asiria borraba las fronteras mediante deportaciones masivas. En consonancia con esa política iniciada por Asiria, el pueblo de Israel fue llevado a diversos lugares de Mesopotamia y Media (2 Rey. 17: 6), y habitantes de Babilonia, Elam y de otras naciones distantes fueron establecidos en las ciudades de Samaria (2 Rey. 17: 24; Esd. 4: 9-10).

Saqué sus tesoros.

Ver com. vers. 14. Asiria se enorgullecía de sus depredaciones y su crueldad. En las inscripciones de los reyes asirios se revela jactancia por el botín tomado y por la sangre derramada. Ellas presentan en forma detallada la cantidad de plata y oro, de ganado y bienes que se llevaron, el número de cuerpos empalados y los montones de cadáveres que habían dejado fuera de los muros de la ciudad, y los ríos de sangre con los cuales habían bañado valles y collados. Dios conocía toda esta jactancia, y aquí expone las razones por las cuales era necesario que se pidiera que Asiria rindiera cuentas.

Como valientes.

El hebreo dice "como poderoso", o sea "como tirano". La misma palabra hebrea se traduce como "becerros" " (Isa. 34: 7) y "toros" (Sal. 50: 13), pues se interpreta que este atributo de fuerza designa a un animal sumamente fuerte. Asiria se jactaba sin cesar de su poder y de su habilidad para subyugar y humillar aplastantemente a otros pueblos poderosos de la tierra.


14.

Como se recogen los huevos abandonados.

Ver com. vers. 13. Asiria consideraba que los tesoros y las posesiones de las otras naciones no eran más que botín para ser llevado. Con palabras muy similares a las de este versículo, los reyes asirios se jactaban de apoderarse de los tesoros de naciones vecinas y distantes. Por ejemplo, la afamada biblioteca de Asurbanipal contenía, en buena parte, registros y objetos tomados durante el transcurso de las conquistas asirias.

No hubo quien moviese.

Por donde pasaba el ejército asirios no quedaba sino devastación y muerte. Los reyes asirios describen regiones hermosas que habían sido dejadas por ellos sin habitantes, enteramente desoladas y desiertas. Isaías presenta aquí un cuadro gráfico y preciso de las arrogancias de estos reyes asirios.


15.

El hacha.

Asiria era un instrumento en las manos del Señor, pero se jactaba como si fuera más poderosa que Dios. Poco sabían los monarcas asirios acerca de Jehová, quien desde su trono del universo guiaba los asuntos de la tierra, poniendo y quitando a quienes quisiera (Dan. 5: 19). Ningún rey terrenal puede realizar algo sin que Dios lo permita, y ninguna nación puede seguir existiendo si esa no es la voluntad divina. Así como todas las otras naciones de la tierra, Asiria era como "la gota de agua que cae del cubo, y como menudo polvo en las balanzas" en comparación con el poder de Dios (Isa. 40: 15). Asiria necesitaba aprender que la mano de Dios está " "extendida sobre todas las naciones" y que esa mano nunca podrá ser retirada por el hombre " (cap. 14: 26-27).

Como si el báculo.

"Como si la vara moviera al que la levanta" (BJ). En este contexto se entiende que Dios es el "que la levanta".


16.

Robustos.

Literalmente, los "gordos". "Sus bien nutridos" (BC), los fuertes gobernantes de Asiria, y quizá también su ejército. Cuando Dios pusiera su mano sobre ellos, quedarían extenuados y demacrados; es decir, el poderío asirio se desvanecería.

Fuego.

Dios incendiaría sus magníficos palacios y los convertiría en montones de ruinas humeantes (cf. Amós 1: 4). Un siglo después de que Isaías pronunciara esta profecía, el imperio asirio yacía en ruinas. Nínive había quedado reducida a cenizas; Cala, Asur y Dur Sharrukin, lugar más conocido como 195 Jorsabad, estaban siendo cubiertas por las arenas del desierto.


17.

La luz de Israel.

Para el pecado y los pecadores, la gloria divina es como fuego consumidor (Exo. 24: 17; Deut. 4: 24; 9: 3; Isa. 33: 14; Heb. 12: 29). El Santo Dios, cuya luz es la gloria y el gozo de los redimidos, es como llama que consume los cardos y los espinos. Los "cardos" y los "espinos" representan, en el lenguaje de Isaías, los terribles resultados del pecado (ver com. Isa. 9: 18). Ezequiel (cap. 2: 6) también emplea esta figura para representar a los impíos. Lo mismo se dice en Heb. 6: 8, donde se habla de espinos y abrojos como el maldito fruto de la impiedad de la tierra, cuyo "fin es el ser quemada".

En un día.

Estas palabras indican la destrucción rápida y repentina que sobrevendría a los asirios. Isaías anticipa aquí escenas tales como la de la destrucción de los 185.000 hombres del ejército de Senaquerib en una sola noche (cap. 37: 36).


18.

La gloria de su bosque.

Este ejército asirio, potente y glorioso un día, a la mañana siguiente había desaparecido de la tierra como un vasto y hermoso bosque destruido por las llamas. En la Biblia se compara a las naciones y a los hombres impíos con árboles majestuosos, cuya arrogancia y belleza serán destruidas (Eze. 31: 3-18; Dan. 4: 10-26; cf. Isa. 30: 27-33).

Como abanderado.

El hebreo emplea en esta frase dos palabras cuyo sentido no es claro. El verbo nasas , cuyo participio noses aparece aquí, significa probablemente "vacilar". Noses sería entonces uno que vacila, o quizá un enfermo. La LXX traduce "el que huye"," traducción que también emplea la Vulgata. La BJ dice: "Será como el languidecer de un enfermo" , traducción que parecería ser más apropiada con el contexto de los vers. 16-19 que la de la RVR. Los asirios avanzan por todos lados y parecería que nada podría detenerlos. Sin embargo, el profeta anticipa el momento cuando Asiria enfermaría, vacilaría y caería.


19.

Los árboles.

Es decir, la gente (ver com. vers. 18). Es posible que aquí se esté haciendo referencia a la destrucción de las huestes de Senaquerib frente a las puertas de Jerusalén (cap. 37: 36), puesto que el rey y parte de sus fuerzas expedicionarias lograron volver a Asiria (Isa. 37: 37; ver com. 2 Rey. 19: 36). Después que el "fuego" (Isa. 10: 16) hubiera consumido el "bosque", quedarían poquísimos "árboles", tan pocos que un niño podría contarlos.


20.

Los que hayan quedado de Israel.

Luego de hacer notar el profeta que unos pocos asirios escaparían al castigo decretado sobre ellos, piensa en los de Israel que sobrevivirían a la invasión asiria. La destrucción raras veces es completa. Aun en la nación del norte quedaron unos pocos después que los asirios hicieron su obra, y en Judá, los moradores de Jerusalén y unos pocos más escaparon a la destrucción que sobrevino con la invasión de Senaquerib. La idea del retorno, de la supervivencia, de un remanente, encarnada en el nombre de sear-jasub, hijo de Isaías (cap. 7: 3), es un concepto que reaparece constantemente en el profeta (cap. 10: 21 22; 11: 11, 16; 46: 3).

Nunca más.

Acaz depositó su confianza en Asiria (2 Rey. 16: 7-9; 2 Crón. 28: 16-21) y no en Dios. Pero Asiria no fue leal ni con Judá ni con ninguna otra nación. Sólo se interesaba en sí misma. Dios quería que después de la terrible destrucción ocasionada en Judá por Senaquerib, el "remanente" confiara en Jehová. Fue él quien los libró en respuesta a la ferviente plegaria de Ezequías (Isa. 37: 14-36), y en él debía ahora depositar su confianza el remanente fiel. Al fin reconocieron que Asiria era un amo cruel y no un amigo y ayudador. Se demostró que la confianza en Dios era el único camino a la seguridad y a la victoria.


21.

El remanente volverá.

Heb. she'ar yashub . Isaías se refería a su hijo sear-jasub (ver com. cap. 7: 3). Sin embargo, la lección suprema que Isaías presentó ante Israel fue la de Emanuel: "Dios con nosotros" (ver com. cap. 7: 14; 8: 8). Cuando el pueblo depositó su confianza en el Señor y tuvo a Dios consigo, las más grandes potencias del mundo no pudieron prevalecer contra él. Dios permitió que su pueblo pasara por esas difíciles vicisitudes a fin de atraerlo de nuevo al Señor (ver com. cap. 10: 13).


22.

Como las arenas del mar.

La promesa del retorno del remanente era un mensaje de esperanza, pero a la vez de condenación. A los que rehusaran volverse al Señor y siguieran en su hipocresía y mundanalidad, el mensaje del "remanente" no les proporcionaría ninguna esperanza. La promesa de restauración y salvación era sólo para el "remanente". 196 Todos los demás se perderían. Los impíos y los que sólo conocieran de nombre a Dios no encontrarían manera de escapar de los castigos que pronto sobrevendrían a la nación. Aunque los israelitas fueran tan numerosos como la arena del mar (Gén. 22: 17; 32: 12), sólo el remanente fiel sería salvo.

La destrucción acordada.

Dios permitiría que la destrucción consumiera al país, pero como resultado el pueblo sería más recto. Aunque para los impíos fuera un castigo, sería en primer lugar una disciplina correctivo. El castigo de los impíos no podría evitarse, pero un "remanente" se volvería al Señor y en ellos Dios cumpliría su obra de justicia. El apóstol Pablo aplica este versículo a la última gran obra final del Señor en la tierra (Rom. 9: 27-28; cf. 2 Ped. 3: 10-13).


23.

Consumación.

Un " "exterminio" (BJ). (Ver cap. 28: 22.)


24.

No temas.

Esta es la aplicación práctica de la lección del mensaje de Isaías (ver com. cap. 7: 4, 7, 9). Los asirios vendrían como una "vara" de castigo (ver com. cap. 10: 5), pero no había razón de tenerles miedo. Golpearían, pero no destruirían. El remanente debía permanecer fiel a Dios, confiar en él y aceptar su presencia entre ellos para que pudieran ser salvos. Aunque muchos se perderían, un remanente sería salvo. Los que formaran parte del "remanente" no debían temer. Dios nos envía hoy un mensaje similar.

A la manera de Egipto.

El faraón había desplegado en Egipto toda su ira en contra de los israelitas, pero no pudo impedir el éxodo. Los asirios también eran poderosos y crueles, pero un remanente escaparía de sus ataques.


25.

Mi furor.

Es decir, la ira de Dios contra los impíos: tanto los que profesaban adorarlo como los paganos. Los impíos perecerían, y entonces cesaría la indignación del Señor. En este pasaje otra vez se predice la destrucción de los ejércitos asirios (ver com. vers. 19).


26.

La matanza de Madián.

En el cap. 9: 4, Isaías hace referencia al quebrantamiento del cetro del "opresor, como en el día de Madián". Aquí de nuevo compara la eminente destrucción de los asirios con la derrota de los madianitas y de sus jefes (Juec. 7: 19-25).

Su vara.

Faraón esgrimió una vara de opresión en Egipto, pero Dios empleó la vara de la liberación. Cuando la vara del Señor se extendió sobre el mar, los ejércitos de Egipto perecieron. Así como el Señor había preparado antes un castigo para los enemigos de su pueblo, así también heriría otra vez a los enemigos que subieran contra Sión en los días de Isaías. Y lo que el Señor hizo entonces lo hará de nuevo hoy. El remanente fiel triunfará, no los impíos.


27.

A causa de la unción.

El significado de esta frase no es claro dentro del contexto. La palabra traducida como "unción" significa "grasa" o "aceite". Se usa la palabra "unción" porque para este rito se empleaba aceite. En la BJ figura una supuesta corrección: "Por delante de Rimmón" (BJ).


28.

Vino hasta Ajat.

Aquí comienza un poema que describe al invasor, el cual llega desde el norte, hasta las cercanías de Jerusalén, aterrorizando a sus habitantes. No es claro si debe entenderse este pasaje como una profecía de una invasión asiria, específica, o si es simplemente una descripción poética de la marea invasora que inunda a Judá (ver com. cap. 8: 7-8). En su primera invasión (en el año 14 de Ezequías) Senaquerib no se acercó a Jerusalén por el norte. Sus ejércitos llegaron a la costa del Mediterráneo, en Sidón, y luego marcharon hacia el sur, hacia Filistea; y desde allí avanzaron, tierra adentro, hacia las ciudades de Judá. Ezequías envió un mensaje a Laquis, al sudoeste de Jerusalén, en que prometía pagar tributo (2 Rey. 18: 14). Pero parece que fueron dos las invasiones de Senaquerib (t. II, p. 64). El poema de Isaías presenta de manera muy vívida el terror que abrumaría a los habitantes de Jerusalén cuando la fuerza enemiga se acercara lentamente a la ciudad, dejando una total destrucción tras sí.

Algunos han supuesto que en este pasaje se halla una descripción de un ataque real a Jerusalén, perpetrado por algún ejército asirio -quizá el de Sargón- del cual se ha perdido el registro. Esto es posible, pero no probable. Podría referirse a la aproximación de una parte del ejército de Senaquerib, enviado contra Jerusalén, mientras que la otra parte se dirigía hacia Egipto. El propósito de este poema es describir el temor de los habitantes de Jerusalén y de la zona circunvecina en los momentos en que se acerca un ejército enemigo.

Las ciudades nombradas no estaban todas situadas sobre una ruta que normalmente hubiera seguido un ejército. Es probable que 197 deba situarse a Ajat en Hai o en sus alrededores, 16 km al norte de Jerusalén. Desde allí el ejército marcha hacia el sur, a Migrón y Micmas, a unos 13 km de Jerusalén.

Contará su ejército.

Quizás, más precisamente, "en Micmas deposita su bagaje" (VM). No se sabe si el camino moderno, que sigue aproximadamente la misma trayectoria del tiempo de los romanos, coincide con la ruta más antigua. Es posible que la antigua carretera estuviera más cerca de las aldeas que aquí se mencionan.


29.

El vado.

Desde Micmas el camino desciende por un profundo barranco; luego asciende abruptamente a Geba, cerca de 11 km de Jerusalén. Ramá se encontraba al suroeste de Geba, a unos 9 km de Jerusalén, mientras que Gabaa de Saúl estaba sobre la ruta a Jerusalén, a unos 6 km al norte de esa ciudad.


30.

Galim.

Al parecer, Galim estaría en algún lugar cercano a Gabaa de Saúl (1 Sam. 25: 44), y Lais, no lejos de allí, algo al sudeste. Anatot, pueblo natal de Jeremías, estaba a unos 3 km al sudeste de Gabaa y a unos 4 km al noreste de Jerusalén.


31.

Madmena.

No se conoce con precisión la ubicación de Madmena y Gebim, pero se cree que pudieran haber estado un poco al norte de Jerusalén.


32.

Nob.

Esta era la ciudad del sacerdote Ahimelec, y allí estaba el tabernáculo en los días de Saúl (1 Sam. 21: 1). Estaba posiblemente en el monte Scopus, al noreste de Jerusalén. En este lugar el poema deja al invasor desafiando a la hija de Sión, a Jerusalén, una presa tan cerca de su mano pero totalmente fuera de su alcance. Compárese esto con las desafiantes palabras del Rabsaces, que a pesar de estar al pie de los muros de la ciudad no pudo entrar (2 Rey. 18: 19-35).


33.

Jehová de los ejércitos.

Ver el t. I, p. 182. Aquí Isaías quita sus ojos de los aterrorizados habitantes de Jerusalén, y contempla a Jehová de los ejércitos, sentado en el trono del universo, velando por los suyos. Los asirios se habían jactado de que cortarían los cedros y los cipreses del Líbano (2 Rey. 19: 23), pero el Señor hace saber claramente que derribará los grandes "árboles" (ver com. Isa. 10: 19) y cortará la "espesura del bosque" " (vers 34). Así continúa la figura de los vers. 18-19. El hombre propone, pero Dios dispone. Arrogante y orgullosa, Asiria piensa derribar a Judá así como lo ha hecho con las otras naciones del Cercano Oriente; pero Asiria debe aprender que hay un Dios que gobierna a las naciones de la tierra. En 2 Rey. 19: 20-34 se encuentra el mensaje animador de Isaías a Ezequías acerca de la manera en que el Señor revelaría su poder contra el ejército de Senaquerib y salvaría a Jerusalén.


34.

El Líbano caerá.

Cuando el poderoso Senaquerib subió contra Judá vituperó a Jehová diciendo: " "Con la multitud de mis carros he subido a las alturas de los montes, a lo más inaccesible del Líbano; cortaré sus altos cedros, sus cipreses más escogidos; me alojaré en sus más remotos lugares, en el bosque de sus feraces campos" " (2 Rey. 19: 23). Estas frases pueden entenderse tanto en forma literal como figurada. Los asirios tenían en verdad el plan de cortar los hermosos cedros del Líbano para utilizarlos ellos mismos. Pero también se proponían arruinar a las naciones simbolizadas por los hermosos árboles (ver com. Isa. 10: 19). Israel ya había sido talado y Asiria pensaba destruir después a Judá.

Sin embargo, el Señor hace ver con claridad que lo que se logre en este sentido se hará bajo su dirección y su voluntad, y no conforme a los designios ni el poder del hombre. Israel había caído únicamente porque Dios había quitado su mano protectora. Finalmente, Judá también caería, como Isaías lo había predicho (cap. 2: 11-13). Pero sería Jehová quien talaría el majestuoso árbol de Judá, y no Asiria, como se lo proponía Senaquerib. Isaías predijo la caída de la arrogante y poderosa Asiria, pero sin olvidar que del mismo modo el orgullo de Judá sería humillado, que esos "árboles", otrora hermosos e imponentes, serían cortados delante del Señor.


COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE

1-2 PR 227

5 PR 217, 259

10-11 PR 261

18 3JT 224

20 PR 224

24-27 PR 259


CBA Isaías

COMENTARIO BÍBLICO ADVENTISTA ISAÍAS

  Intro

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11 12 13 14 15 16 17 18 19 20
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CBA Deuteronomio,7,CBA Efesios,7,CBA Éxodo,42,CBA Génesis,52,CBA Isaías,68,CBA Levítico,29,CBA Libro,7,CBA Números,38,Deuteronomio,1,Efesios,1,Éxodo,42,Génesis,52,Isaías,1,La Santa Biblia,64,Levítico,29,Números,38,RVR1960,4,RVR1960 Libro,4,RVR60,152,RVR60 Éxodo,1,RVR60 Génesis,50,RVR60 Levítico,27,RVR60 Números,36,
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